07 marzo 2011

Durmiendo con su enemigo (violencia de género)


   2010 ha sido un año negro en lo referente a la violencia de género. 71 mujeres han sido víctimas de sus parejas sentimentales; casi un tercio de ellas habían denunciado sus situación y el 18% tenían medidas de protección. El 64,8% eran españolas. Frente a estas cifras poco tienen que decir la actual reforma del Código Penal, las medidas de la Ley Integral Sobre Violencia Doméstica, las campañas de concienciación o los mensajes de todas aquellas instituciones que instan a la mujer a la denuncia de su agresor. 

   Parece que algo se nos escapa. La mujer que vive su particular infierno es una víctima doble; de su maltratador y de sí misma. Muchos se preguntan cómo es posible que una mujer que dispone de protección social y del respaldo institucional decida guardar silencio y no denunciar. Habría que analizar las razones de fondo que la conducen a disculpar a un maltratador. Junto a las causas sociales y culturales, se olvida a menudo el factor psicológico, la historia emocional particular que rodea y define a cada víctima. Es imposible comprender el desenlace trágico de una historia cuando nada se sabe de los antecedentes ni de los primeros capítulos de una vida que lleva a sus protagonistas a dormir con sus enemigos, a exculpar sus golpes, a callar su desgracia. No existe un perfil único de mujer maltratada pero los rasgos comunes a todas ellas son los siguientes: baja autoestima, sentimiento de culpabilidad por haber sido agredida, sensación de fracaso como mujer, esposa y madre, sensaciones de miedo y falta de control sobre su propia vida. 

   La llave que puede permitir a la mujer escapar de su prisión es interna y se halla en la intersección que separa el dolor y el sentimiento de culpa de la dependencia afectiva que ata y destruye. Quizá a la sociedad le haga falta plantearse la importancia del psiquismo como arma contra el maltrato doméstico. Saber escuchar para poder comprender. Y después actuar. Información de los cauces legales y medidas de protección que las amparan, sí. Instituciones de defensa y Tribunales de justicia sensibilizados, sí. Protocolos de escucha y ayuda psíquica, también.

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