ESTHER DE LÓZAR CUEVAS

Dedico este pequeño espacio de intelectualidad a mi gente, que me regaló unas alas inmensas; a la vida, que me enseñó a emprender el vuelo sin estrategias ni maquillaje; a la educación, que me hizo libre. Esta mariposa de altos vuelos recupera su pluma... y escribe. ¡Bienvenidos a mi blog!

"La pluma es más poderosa que la espada y escribir con ella es considerablemente más fácil" (Feldman)

"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito" (Shakespeare)

"El alma tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene" (Victor Hugo)

"La peor lucha es la que no se hace" (Karl Marx)

"Lo que con más trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)

Ridícula Cenicienta II

       (...) Y siempre daban las doce. Y con ello el regreso a la realidad. Los labios demasiado rojos, la alarma de los contrastes estrepitosamente encendida, las sonrisas fingidas, una dulzura inexistente, las cenicientas de verdad que amargaban a una, la cuneta del alma más deshidratada que nunca, el deseo de crecer, de escapar, de alcanzar la fama, efímera y de segunda mano, en algún ámbito de la vida. Y las lágrimas encharcando mis pupilas... Los propósitos quedaban deslucidos y las intenciones, malinterpretadas. Ya no se trata de llegar a la cumbre. Ahora lo difícil es mantenerse.

   Y me río porque escapaba equivocadamente de la manzana envenenada pero no de aquellos que trataban de hincar el diente a mi integridad. La bestia no era tan mala y tenía salvación pero en mi sueño eterno de bella durmiente no fui consciente de ello. Las pretendientas eran rivales imbatibles pero hoy están desinfladas, sin fuerza ni brillo. El enemigo a derribar acosaba intermitentemente y la madrastra siempre ponía toque de queda. Los príncipes no eran tan azules y las hadas envolvían mi libertad entre sus varitas, y se hacían sin yo saberlo dueñas de mi propia magia. Quería ser Cenicienta y llegar a mi idílica cita pero no tenía zapatos de cristal, ni vestido a juego, ni tiempo de más. Y el hada madrina no daba señales de vida y yo era tan impaciente... Quizá era la historia al revés y la mala malísima se deshacía de un encantamiento perverso para hacerse con la corona y sólo al pasar la medianoche yo despertaba del sueño para comprender que las equivocaciones tienen patas y te persiguen y te transforman sin tu saberlo en la bruja del cuento (...)
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Ridícula Cenicienta I

   Ingenua y perdida, feliz a medias, insatisfecha, soñadora, derrotada. Ridícula Cenicienta. Esperando el momento del baile sin príncipe al que enamorar. Es curiosa la vida. Tienes prisa por crecer y sin embargo, luego sientes nostalgia por todo lo que ha quedado incomprensiblemente atrás. En aquel entonces todo me quedaba grande. Viajaba por el mundo sin billete de avión y observaba los escaparates desde una acera cualquiera, sin atravesar jamás sus cristales. Envidiaba las pestañas postizas, el vestido de noche, las galas de las que jamás sería protagonista.

   No te sientes nunca de ningún sitio, siempre naufragando sin tierra a la que poder echar de menos. Sin corona, ni reinado, ni amor, ni reconocimiento. Con los años comprendes que todo llega en la vida y que la lucha por la supervivencia es tu mayor seña de identidad. Pero claro, los quince años eran otra época, marcada por la incomprensión, la vulnerabilidad, la falta de personalidad, las contradicciones e injusticias. Todo se vivía con más fuerza, todo dolía más. Los zapatos rosas de princesa eran muy cursis y el tacón incondicionalmente matador pero yo los deseaba. Poco me importaba lo grandes que me pudieran quedar.

   Y es que, en el fondo, añoro a esa pequeña, rebelde, inmadura, ridícula cenicienta. Siempre soñando, siempre anhelando una vida de película. No sabía yo que ser la protagonista del cuento iba a ser tan complicado y tan lleno de claroscuros. No sabía tampoco que la vida real se alimenta de una magia imprecisa y que a veces, la cuerda se tensa demasiado y los sueños se cansan de estar tendidos (...)
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El desafío de la radio

       Desde que en España se produjera el cambio político (transición) y la consecuente concesión de licencias, la radio analógica sufre una serie de consecuencias negativas que aún hoy día le siguen perjudicando. La multiplicación excesiva de emisoras, incluidas las que retransmiten ilegalmente, no ha traído consigo ni un pluralismo informativo (en parte debido a la politización del medio) ni un cambio en el estilo, en la forma del mensaje, porque la mayoría de ellas se basan en los mismos patrones y ofrecen parrillas prácticamente idénticas. Otra desventaja es la variabilidad de compañías que forman parte del sector, es decir, la inestabilidad empresarial que domina el ámbito radiofónico; las grandes compañías entran y salen constantemente del mercado, lo que impide que se trabaje a largo plazo. Se renuncia al perfeccionamiento de los contenidos y se opta por la imitación y la sencillez. 

   En plena era de lo audiovisual, la radio debe enfrentarse al poderoso medio televisivo y debe hacerlo desde la originalidad y la presentación novedosa de programas y contenidos. Sin embargo, hoy día, la radio comercializa su programación y se basa en procesos de concentración que conllevan una homogeneización de la oferta; los programas, (aunque esto no significa que no haya excepciones) carecen de innovación y creatividad, por lo que el oyente se encuentra ante los mismos contenidos y temáticas. Este medio de comunicación mantiene el tratamiento tradicional dado durante décadas a la información y al entretenimiento y a pesar de la proliferación de emisoras y por onsiguiente, el aumento implícito de competitividad, no es capaz de tratar sus contenidos desde otro punto de vista o incorporar novedades relevantes a su parrilla. Por ejemplo, la radio generalista recurre a las estrellas mediáticas, como es el caso de Iñaki Gabilondo, para asegurar la audiencia.


   La tecnología y el horizonte que se abre gracias a su digitalización y a la llamada ciberradio pueden traer consigo un nuevo aire para este medio y conseguir modificar sus arraigados planteamientos. En ambos casos se puede decir que el oyente puede aportar sus ideas a través de la interactividad. Es muy probable que la radio del futuro se rija por la ley de mercado y ofrezca aquello que sea demandado por el público. No cambiará de forma drástica sus contenidos pero si la forma de trabajo de los profesionales del medio, sobre todo a la hora de organizar y presentar redacciones. El oyente se convertirá en un juez muy estricto que demandará contenidos nuevos y una programación más selectiva e incluso personalizada. Será la calidad del producto lo que diferenciará a una y otra emisora y la combinación de un sonido más cuidado y de servicios de imágenes permitirá a la radio mantener e incluso elevar su audiencia frente a su principal competidor, el televisor.

   Aunque en España la nueva tecnología no ha conseguido consolidarse definitivamente porque la analógica está muy extendida entre la población, el futuro de la radio se encuentra en el sistema digital y en Internet por lo que sus profesionales así como todas las fases de producción serán sometidas a los cambios necesarios: una emisora que no esté trabajando de forma digital o no tenga página web será una emisora caduca. 

    El horizonte todavía está lleno de interrogantes por lo que respecta a la evolución del medio radiofónico. No obstante, tal y como afirma Enrique Bustamante, la industria radiofónica está madura, tras más de ochenta años de historia, y su trayectoria le avala para salir reforzada de los retos derivados del desarrollo tecnológico en la etapa presente.
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Helmut Newton: el fotógrafo atrevido


“Logré realizar cosas que ningún otro fotógrafo tuvo el valor o la idea de hacer en el ámbito de la fotografía”. Helmut Newton fue uno de los grandes fotógrafos del siglo XX. Sus provocadoras imágenes y su punto de vista sobre las mujeres y el fetichismo sexual describen con crudeza la ambigüedad de la belleza. Sus complejas composiciones, de sofisticación sutil, agresividad y elegante erotismo, ejercieron una fuerte influencia en la fotografía publicitaria, de moda y erótica.

Sus atrevidas fotografías no dejan a nadie indiferente. Por una parte, existe una comunidad de seguidores entusiastas que admiran sus imágenes y por otra, están aquellos que tratan de denigrarlo, calificándolo de fenómeno de moda o de misógino. No obstante, tras su muerte las reacciones han sido unánimes a la hora de declarar a este fotógrafo como un símbolo único en la fotografía. Hugh Heffner, fundador de la revista Playboy afirma: “Fue un gigante. Traspasó los límites de la fotografía e influyó sobre muchos fotógrafos de generaciones siguientes”.
Los desnudos del fotógrafo alemán presentan una anatomía equilibrada, estable y armónica a la vez que expresan arrebato y pasión, una tendencia hacia el peligro, la rigidez y la presión propias de la modernidad. A ello se añade la pura irrealidad de sus modelos debido precisamente a la perfección de sus rasgos corpóreos. Igual que sucedía en Grecia, su obra está fuera de lo real. Adoraba lo artificial. “Todo lo que es bello es falso” decía. Newton recrea lo femenino a través de la adición de elementos propiamente masculinos como son los gestos desafiantes y duros o las posturas más típicas de los hombres como son los brazos en jarra o entrecruzados alrededor del pecho. También utiliza el vestuario del hombre para dar a la mujer una apariencia masculina; trajes sobrios, corbatas, sombreros...
La mujer fatal de este fotógrafo adquiere unos caracteres tradicionalmente considerados masculinos, tales como la fuerza, la dominación y el poder que otorgan a la imagen del ser femenino una apariencia a menudo andrógina, e incluso en ocasiones, masculina. A través de la tendencia hacia la androginia, Newton muestra a un tipo de mujer que algunos han considerado el antecedente de la revolución sexual y liberación femenina. Presenta el dilema de la nueva mujer y el debate sobre la identidad femenina; las mujeres a las que fotografía son frías, no tienen nada de romántico. Libres, independientes, dominadoras, agresivas y seguras de sí mismas. Su preferencia por mujeres altas y de marcados huesos le lleva a explorar y mezclar las actitudes culturalmente determinadas para un sexo en específico en una época en la que los papeles sexuales para las mujeres están cambiando rápidamente. La mujer masculina es una de las respuestas al problema de una identidad que todavía se debe encontrar en los nuevos papeles. La forma en la que ésta se valora a sí misma ha cambiado y a diferencia de los típicos desnudos pasivos, el trabajo de Newton muestra a la mujer en una actitud retadora y fuerte frente a la cámara, en una confrontación directa con el observador.No me importa si lo pechos son grandes o pequeños. Todo está en el rostro. Es lo que me interesa. Me gustan las mujeres frías, casi gélidas, porque no soy muy romántico”.

       Helmut Newton se anticipa a la imagen atrevida e independiente de la mujer del nuevo siglo. Actualmente, la androginia es un elemento común en la moda femenina; cada vez más mujeres utilizan elementos que tradicionalmente han servido como vestimenta para hombres, como por ejemplo los trajes de chaqueta con corbata, pantalones de corte recto y zapatos de tacón alto. Entre los diseñadores de moda que apuestan por esta tendencia se encuentran Yves Saint-Laurent, Calvin Klein y Dolce & Gabbana. De esta forma, la obra de Newton ha desarrollado una visión masculina de la feminidad que se diferencia claramente de otras propuestas: una nueva imagen de la mujer creada por un hombre. No obstante, habría que preguntarse cuántas mujeres se identifican con las arrogantes poses de sus altivas modelos.


      Si en los años 60 la obra de Helmut Newton se consideraba perturbadora y provocativa, en la actualidad puede decirse que este fotógrafo ha trazado la imagen de la mujer tal y como aparece en el nuevo milenio: una mujer dominante que ama y desea por voluntad propia y que disfruta de la radiante vitalidad de su cuerpo. Newton estaba convencido de que fotografiaba a la mujer del futuro que toma en vez de pedir prestado, que inicia en vez de seguir, que utiliza su cuerpo cómo, dónde, cuándo y con quién quiere.
La especialidad de Helmut Newton eran los desnudos femeninos, usualmente mujeres con indicios de desviaciones sexuales y fetichismo, lo que le llevó a ser admirado pero también criticado por sectores conservadores y puritanos. Su serie Big Nudes”, sencillos desnudos femeninos en blanco y negro, desató la polémica en los años 80; la feminista alemana Alice Schwarzer le acusa de producir propaganda sexista, racista y fascista, alegando que sus fotografías son “voyeuristas” y “humillantes”. Otros lo llaman misógino, pero él reacciona con indiferencia a sus críticos: “Me pueden llamar como quieran, eso no ha cambiado mi estilo” afirma Newton. 
El fetichismo es la modalidad de desviación sexual más extendida sobre todo en sus niveles más leves y superficiales: consiste en la erotización intensa de una parte del cuerpo femenino (el fetichismo atañe en la gran mayoría de los casos a la población masculina) o bien de un objeto que esté de alguna forma vinculado con el cuerpo femenino (medias de seda, zapatos, ropa interior...) cuyo objetivo es el placer psicosexual. El fetichista parece incapaz de soportar el conjunto de una persona y por ello toma una parte de ella y la convierte en objeto de una especie de culto ideal erótico.
            La obra de este fotógrafo alemán está plagada de un fetichismo de lujo y ostentación, visible a través de un vestuario característico de este tipo de desviación sexual: entre las prendas de vestir utilizadas por Newton (fundamentalmente lencería) destacan las medias y las ligas, uno de los símbolos mas conocidos del flirteo y la promesa erótica, el sujetador, conjuntos de ropa interior, las botas y los botines, los zapatos, los guantes, abrigos de piel, cazadoras de cuero, vestidos ajustados y sobre todo los tacones de aguja, elementos fundamentales de la experiencia fetichista. Newton da un protagonismo absoluto al lenguaje de las piernas y la mayoría de sus fotografías muestran ya sean cuerpos enteros o únicamente esta parte de la anatomía femenina.


       El lujo en el que Newton manifiesta el fetichismo se aprecia no sólo a través de un vestuario ostentoso (vestidos elegantes, anillos, pulseras, collares de perlas...) sino también por medio de escenarios llenos de glamour: hoteles desconocidos, mansiones privadas, grandes piscinas de la Riviera Francesa, autos lujosos y limusinas, terrazas desde las que se observan grandes rascacielos... En su serie “Fashion Photography” predominan los sitios de entrada restringida, como ámbitos privados ligados a gentes adineradas. Sus fotografías son tomadas en Mónaco, Monte Carlo, Milán, Roma, Bordighera, Venecia, Nueva York, Miami o París.


       Esta forma de presentar el lujo y el desnudo ha generado muy diversas opiniones. Para unos, es uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX; para otros, su obra es provocante y de una obsesión sexista que raya en la pornografía. Juan Manuel de Prada, escritor y articulista español opina: “El arte de Newton es mentirilla y aspaviento de impostor. Su tema recurrente es la cosificación de la mujer. Trabajaba para halagar a los ricos (...) Newton no retrataba mujeres, sino muñecas porque le abrumaba la complicada psicología de la mujer”. Sin embargo, también cuenta con profundos admiradores e imitadores de su estilo. Alberto Schommer, fotógrafo español conocido por los retratos de personalidades de la vida española contemporánea dedica un homenaje a Newton tras su muerte: “(...) muestras el mundo como es, como se sueña, como se desea, como quisiéramos interpretarlo, pero no podemos. Tu belleza es violenta... Pero tan hermosa (...) Aprendí a besar viendo tus besos, y gracias a ti no pude casi nunca hacer un desnudo”.


       El exceso de dinero y poder también aparece representado por objetos valiosos como son las lámparas de cristal, los candelabros, los inmensos cuadros, sillones y sillas antiguas... “Me gusta Los Ángeles y esas uñas largas que sólo llevan las mujeres de allí. Adoro el desnudo con zapatos de tacón alto, el misterio de las habitaciones de hotel y, en definitiva, fotografiar sólo lo que me interesa y aunque mis modelos no son de clase alta yo hago que lo parezcan, aunque con un punto de vulgaridad”. Sus imágenes combinan la riqueza y el fetichismo por medio del negro, un color que, plagado desde sus orígenes de connotaciones negativas, en 1926 se convierte, gracias a Coco Chanel y su vestido negro petite robe noir en sinónimo de lujo y elegancia, patrimonio universal y sello de las grandes casas de moda como Balenciaga o Givenchy. El negro es también el color favorito de los fetichistas. De esta forma Newton une dos realidades en una; la del fetiche y la de la alta sociedad. Evoca el dinero y el poder de las clases altas, todo ello envuelto en juegos de dominación y sumisión, de elegante fetichismo, de abundante carga sexual. Es su forma de mostrar el lado oscuro y decadente de la burguesía sin dejar de lado la belleza del desnudo femenino. “Me encanta la vulgaridad.. Me atrae enormemente el mal gusto” decía Newton.

       La dominación y la sumisión, así como los íntimos rituales de disciplina y castigo que éstas conllevan, pueden hacernos exteriorizar, en un espacio seguro, deseos y sentimientos mutuos que no permiten la etiqueta social y sexual “normal”. Mientras que en la vida real, los rituales de dominación y disciplina requieren un mínimo de dos participantes, la fotografía se centra frecuentemente en solo una parte de esta ecuación, dejando a nuestra imaginación el elemento que falta. 

       Ese planteamiento se aprecia en las fotografías de Newton; coloca a la mujer en situaciones perversas o atrevidas, introduce elementos sórdidos como cadenas, collares de perro o acerados elementos de ortopedia y siempre presenta a modelos frías, inalcanzables, atadas, amordazadas, esposadas o encorsetadas. Son en ocasiones observadas y sometidas por otras mujeres. Aunque aparecen hombres en algunas escenas, la desnudez de ellas se encuentra siempre en primer plano. “El objetivo de mi fotografía es imponerme retos, ir más allá de lo que mi disciplina germánica y naturaleza teutónica me hubieran permitido” afirma el fotógrafo.
Newton, habitual retratista de la alta sociedad económica y política, es un fotógrafo de modas, creador de imágenes de la belleza y el erotismo femenino. El cuerpo de sus modelos es el principal interés de este fotógrafo. Su concepción acerca de la mujer fomenta los estereotipos icónicos que la han subyugado. “Probablemente la manera como miro a las mujeres es diferente de como lo hace otra gente” explicaba.
Se le ha tachado de fascista, por su amistad con Leni Riefenstahl, y por lo cercano de algunos de sus iconos a la estética de fisonomías puras y fuertes de la Alemania de preguerra, y a la vez se ha ignorado su origen judío, que–aun siendo de buena familia– le llevó al exilio. Igualmente, la presentación indecorosa de esos bellísimos cuerpos así como la teatralización de situaciones de sometimiento y humillación le han convertido hoy en uno de los grandes fotógrafos del siglo XX.
Sus imágenes atrevidas y llenas de provocación, que idealizan una realidad por medio de la perfección corporal de sus modelos, fueron criticadas en los años de su publicación. Sin embargo, ahora son muchos los que tratan de imitar el estilo de Newton en una época en la que dichas fotografías ya no escandalizan como antes.
Obras inclasificables, radicalmente propias, que escapan a las ataduras de las fronteras. Arte, moda o pornografía; belleza o tortura; sumisión o libertad. Guiños sadomasoquistas, tacones con fustas, sobredosis de “vouyerismo”... Newton sonrojó, indignó y encantó, pero definió una forma de fotografía que reventó convenciones sociales y estéticas.

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Reflexiones de la autora

     La palabra se puede convertir en tu única verdad o en la más grande de tus mentiras. Con esta frase inicié mi andadura en este espacio libre de ataduras y reflejo de una mujer fiel a sus principios, aferrada a sus valores, con una pasión por la vida a la que no deseo poner fecha de caducidad. Mi intelectualidad aún está muy verde y sigue forjándose entre libros y esfuerzos memorísticos, entre horas interminables de estudio y la espada de Damocles siempre alzada... 

   Dicen que si uno escribe para sí mismo es porque tiene talento. Confieso que condené todos mis antiguos escritos porque siempre he sido muy autocrítica. Lo único que me hace conservarlos es el hecho de que siempre hay alguien que los rescata del cajón y los relee, y hasta se emociona. Han sido varios años de sequía pero mi pluma conserva indemne su tinta y pide constantemente explicaciones a esta ridícula cenicienta. Mi sexto sentido late impaciente bajo la piel. Considero que estoy en la edad más difícil de todas. Demasiados años para recuperar el adjetivo de adolescente pero no los suficientes para quedar anclada en la cordura de la madurez adulta. 

   Abro este pequeño rincón de reflexión (el cual también condenaré dentro de unos años, lo sé) con la licencia que me otorga la vida, con la experiencia que me da el recorrido andado y con el beneplácito de todos los que han soñado, se han enamorado, han fracasado, han olvidado, han amado, han sufrido, han llorado, han vencido, han esperado. 

   Mi reinado particular comenzó hace muchos años y el sentido común les impide a hermanastras y brujas disfrazadas robarme mi corona. Mi apellido me avala, mi trayectoria me redime de cualquier error pasado. Sin embargo, recuerdo mis quince años. También serían tus quince años. Ingenua, insatisfecha, derrotada. Ridícula cenicienta. Esa era yo.
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Siglos de dominación

   El proceso histórico de cinco siglos de dominación es clave para comprender la situación actual del planeta. El imperialismo del capital comercial comenzó en Europa y significó la extensión de los métodos de dominación extra-económicos con todas las terribles consecuencias para los continentes afectados: explotación de tierras, hambrunas, genocidio, esclavitud... El daño moral y ético causado a lo largo de los siglos es imposible de borrar, puesto que condicionó la vida de muchos pueblos y su futuro, marcado por el subdesarrollo y la dependencia. Europa conquistó América, África y Asia y en sus ansías expansionistas destruyó la forma de vida de naciones e individuos. Se asistió a la exterminación de culturas enteras y a la destrucción de las industrias nacionales de las colonias. 

   En una segunda época, el sometimiento se realizó por métodos exclusivamente económicos y durante el proceso de descolonización, muchos pueblos comprendieron que dependían económicamente de los países desarrollados causantes de su miseria. Por lo tanto, la subordinación económica se mantiene, no son pueblos libres. Se cambia la estrategia, se crean nuevas formas de dominación y los occidentales se lavan las manos de una capítulo histórico destructivo que nunca debió producirse. No se pensó en la cooperación, en el desarrollo conjunto, en la riqueza de culturas y de formas de vida que se perdieron en los deseos colonizadores. El hombre mostró su lado más salvaje y destruyó a sus semejantes, la identidad real de comunidades y los sistemas tradicionales de desarrollo económico de pueblos condenados a la extinción por ser considerados injustamente inferiores. 

  El anhelo de libertad del ser humano continúa hoy día presente porque el proceso descolonizador llevado a cabo tras la II Guerra Mundial fue, en gran parte, un proceso ficticio. La barbarie se disfraza actualmente bajo un neoliberalismo imperialista. Las formas de dependencia se han suavizado, adquiriendo un carácter económico y político ejercido sobre los países en desarrollo, a través de medidas de liberalización y privatización. La prolongación del colonialismo ancestral encuentra su supervivencia en el neocolonialismo, que refleja el control indirecto de los países hegemónicos sobre sus ex colonias. Los países desarrollados, principalmente Estados Unidos, impone sus condiciones a los países oprimidos, que sufren sanciones e incluso son víctimas de numerosas guerras. El mundo no funciona porque las bases de la dominación siguen enraizadas en los países pobres impidiendo un desarrollo al que no parecen no están dispuestos los países ricos. 

 Dentro del proceso de globalización, el Tercer Mundo se presenta como un bloque heterogéneo, las antiguas colonias del mundo occidental. Esta globalización no es nada más ni nada menos que la extensión planetaria de todas las contradicciones que caracterizan el imperialismo desde su nacimiento; se mantiene la explotación, la represión, la dominación y la consecuente rebelión de los pueblos contra el Estado-Nación, movimientos anticapitalistas que se oponen a un sistema económico lleno de injusticias y atrocidades encubiertas. Neoliberalismo es sinónimo de dictadura, un retorno al colonialismo. La globalización actual en los países oprimidos presenta una extensión e intensificación de la dominación económica del imperialismo 

   Los grandes protagonistas del proceso de concentración de riqueza son las multinacionales (destruyen los derechos sociales de la clase obrera, tanto en los países pobres como en los ricos, a través de bajos salarios, condiciones laborales extremas, destrucción de la Seguridad Social...) y los estados imperialistas que defienden sus propios intereses respaldados por instituciones internacionales como el FMI o la OMC. Se permite a entrada de capital extranjero con el único objetivo de hacerse con los recursos valiosos del Tercer Mundo, tal y como ocurrió hace siglos. 

   Por lo que respecta al imperialismo cultural, es Estados Unidos el gran beneficiado, que intenta americanizar a las poblaciones de otros países a través de los medios de comunicación, especialmente el cine, una forma sutil pero eficaz de transmitir los ideales y los estereotipos predominantes en la cultura americana. Lo mismo ocurre con la música, siendo el pop y el rock procedentes de USA, los estilos musicales más exitosos. La producción cultural de los países centrales se traslada a los países dependientes. 

   Hay, por tanto, un cambio en la forma de dominación, otras maneras de poder que condenan igualmente a los países subdesarrollados. La herencia de una época vergonzosa para la historia de la humanidad constituye la maldición del Tercer Mundo, sometido a políticas de subordinación y sumisión económica y política y caracterizado por una deficiente industria tecnológica y productiva. En la globalización actual continúa vigente la dependencia de muchos pueblos y la dominación de éstos por los países ricos. Bajo el nombre de capitalismo y detrás de lo que aparentemente se denomina “democracia” y respeto hacia los derechos humanos se oculta una grave contradicción que amenaza al mundo entero: torturas, genocidios, violaciones, imposición del imperialismo cultural, corrupción política, invasión de países, manipulación de la opinión pública, crisis ecológica planetaria...
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Indignada

   El 15 de mayo comenzó en España un movimiento ciudadano sin precedentes, el Movimiento de indignados 15-M, una protesta multitudinaria en forma de indignación y vergüenza que se forjó en la red social y fue concebida por la plataforma civil y digital ¡Democracia Real Ya! Los indignados, o Spanish revolution para los medios internacionales, muestran su desaprobación hacia un panorama político, social y económico totalmente desalentador y en un comunicado de prensa de ¡Democracia Real Ya! con fecha 17 de mayo de 2011 se expresa lo siguiente: “Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales, de que nos dejen en el paro, de que los bancos que han provocado la crisis nos suban las hipotecas o se queden con nuestras viviendas, de que nos impongan leyes que limitan nuestra libertad en beneficio de los poderosos. Acusamos a los poderes políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de rumbo”.

   Stéphane Hessel, uno de los redactores de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, escribe “¡Indignaos!” planteando un alzamiento contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica. Las constantes marchas, manifestaciones y ocupaciones de espacios públicos son el reflejo de una indignación que ha estallado en forma de descontento social y censura pública. Mileuristas y parados, inmigrantes, estudiantes y autónomos, hipotecados y estafados, empresarios y amas de casa. Todos indignados. 

   La revolución está en camino y con gusto levantaré mi espada porque siempre he odiado las injusticias. Me indigna la falta de seriedad de unos partidos políticos con los que no me siento identificada ni representada. Me indigna la elevada tasa de paro entre unos jóvenes cada vez más preparados. Ministros sin Licenciatura y Licenciados sin trabajo. Me indigna la bajada progresiva del salario de los trabajadores y el aumento de cargos políticos de confianza, por ejemplo asesores, que realizan un trabajo muy bien remunerado pero nada conocido. Me indigna la dureza de fin de mes de un mileurista frente a los sueldos vitalicios de diputados, presidentes y compañía, así como la duplicidad de cargos que rasgan el sistema y los capítulos negros de corrupción y robo de dinero público. Me indigna el eterno bipartidismo hegemónico entre dos partidos anclados en la reprobación mutua y que cierra otras alternativas reales y probablemente más democráticas, así como la impunidad de los responsables de la crisis, culpables de engaños, estafas e infracciones legales, todos los que se han lucrado a costa del Estado y que mantienen a buen recaudo su dinero en paraísos fiscales o empleando el blanqueo de capitales para ocultar sus delitos económicos. Me indigna el cada vez más elevado desalojo de familias enteras de sus viviendas, asfixiados por el precio de las hipotecas y la arbitrariedad de la actividad especulativa del sector financiero. Me indigna que los pequeños y medianos empresarios se vean en la obligación de cerrar sus negocios y queden en la calle tantos parados a los que ahora más que nunca se les prohíbe andar y mientras tanto el debate elitista se centre en unas pensiones vitalicias y demás prerrogativas de los políticos, esos mismos políticos que hablan de sacrificio, de futura recuperación económica y de tranquilidad. 

  El sistema pierde su credibilidad, los dirigentes no convencen y la falta de transparencia de nuestra democracia exige un giro de trescientos sesenta grados. Frente a un futuro incierto, el número de indignados crece. Y si ser indignado presupone la búsqueda de una democracia decente, auténtica y comprometida, entonces sí señores, desde mi pequeño espacio de libertad, yo grito al mundo que soy una indignada más.

Información extraída de Wikipedia 

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Y con él llegó el escándalo (II)

(...) La dialéctica almodovariana: un cine revulsivo y marginal

      “Me he visto obligado a aprender sin maestros. El autodidactismo te exige hacer las cosas con más contundencia”. El hecho de que Almodóvar no haya tenido una formación académica influyó en algunos aspectos de su trabajo. Como autodidacta, ha desarrollado sus habilidades de una manera distinta al resto de los directores y se ha esforzado por crear una personalidad propia. La comedia pop “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1980) fue su primer largo profesional, seguida de “Laberinto de pasiones”(1982). Ambas coinciden con el desgaste de la movida en España. A partir de entonces, el autor realiza películas que son tachadas de provocativas y extrañas, una interacción entre la estética pop y los géneros más característicos del autor: la comedia, el melodrama y el suspense. Almodóvar define su cine como raro y alternativo: “yo mismo me iba inventando los cauces porque en España no había cauces para el cine marginal”. El travestismo, las relaciones homosexuales y los amores destructivos son los ingredientes de películas herméticas y subversivas como “Entre tinieblas” (1983), “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” (1984), “Matador” (1986) y “La ley del deseo” (1987). La sociedad que mostraba el director en la pantalla no se correspondía con los clichés socioculturales tradicionales íntimamente ligados a España. Él se atrevió a presentar un país moderno cargado de una mezcla colorista y variopinta de transexuales, lesbianas, sadomasoquistas y drogadictos en situaciones extremas de angustia, soledad y dolor, sin misericordia. Como el propio director ha dicho en más de una ocasión, “lo más simple es lo más efectivo, lo más desnudo. Lo más descarnado duele más, llega al espectador con más fuerza que si se hubiera rodeado de artificio”. Durante toda su vida, el autor ha explicado que las personas arrinconadas socialmente han sido su fuente de inspiración: “sólo he intentado retratar con exuberancia y humildad personajes marginales y marginados, desde el ama de casa al transexual, ambos héroes y víctimas del mundo que les ha tocado vivir”. En sus inicios, se presenta a sí mismo como un cineasta showman, rodeado de parafernalia, espectáculo y cultura publicitaria, cuyas declaraciones atrevidas e insultantes como “estoy seguro de que los políticos se drogan por un tubo” o “el trabajo de los críticos es muy deprimente”, generan agrias críticas y su catalogación inmediata como progresista incomprendido y obsceno. Pero tras esa fachada, asoma también un cineasta trabajador infatigable, con una obra en progreso. Era su arte una ética y estética del exceso a ritmo de boleros, rancheras y flamenco.
            De la ácida crítica al éxito internacional
            “Siempre he estado interesado en las historias de amor difíciles”. En efecto, gran parte de su cine muestra relaciones disfuncionales en proceso de ruptura. Ni las relaciones adecuadas y límpidas socialmente, ni las familias felices y bien adaptadas sirven para inspirar buenos dramas o buenas comedias: en ambos es necesario un grado de conflicto. El gran protagonista de su cine es siempre el amor, acompañado de todo tipo de perversiones, tales como el incesto, el sadomasoquismo, la ninfomanía o la necrofilia. La obsesión, la soledad, la perfección, la culpa, la dominación y el fetichismo son las constantes de una obra que, en sus inicios, fue defenestrada por la crítica nacional. “El guión está falsamente escrito y el film torpemente rodado” o “un ejemplo de la estética contraria o contraestética” son algunas de las críticas que podían leerse en los periódicos españoles en los inicios de los ochenta.
“Me encantaría escribir historias completamente vacías con una planificación muy complicada e historias complicadas con una imagen y planificación muy sencillas y cotidianas”. Esta frase de Pedro Almodóvar, escrita en los primeros tiempos de su carrera, resume parte de su filosofía. Ningún cineasta se ha movido con tanta destreza por el terreno pantanoso de las contradicciones. Fiel a su estilo, el gran éxito comercial le llegó con “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1988), película que recibió la Osella de Oro en el Festival de Venecia de 1988 y el Premio del Público en el de Toronto. En 1989 obtuvo el David de Donatello al Mejor Director Extranjero, y el Goya al Mejor Guión. En 1993 “Tacones lejanos” consiguió el César a la Mejor Película Extranjera y en 1998 “Carne trémula” ganó el Premio del Público del Popcorn Film Festival. Pero su pleno reconocimiento llegó de la mano de“Todo sobre mi madre”, una de las películas más premiadas del cine español y “Hable con ella”, en 2002 Premio a la Mejor Película de Habla no Inglesa y al Mejor Guión. En 2003, Almodóvar obtiene el Oscar en la categoría de Mejor Guión Original. Su exitosa acogida internacional significó, en cierto modo, la purga interior de un país que le había estigmatizado desde sus primeras películas. Grandes figuras del medio se rinden a sus pies, como es el caso de Garci, que dirá“es uno de los maestros de la historia del cine”, tras recibir el manchego en 2006 el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
De un joven que acude a cursos de cine se convierte en artista underground y después en el autor cinematográfico español más conocido. Cada cambio de estatus condujo un ineludible giro poético. El exceso y la desmesura iniciales se transforman en sofisticación y sutileza, intimismo, fluidez y poesía en sus últimas películas. Porque Almodóvar ha madurado:“he decidido por fin que soy una persona de mediana edad. Me resultó muy difícil cumplir los 50, porque en realidad tenía 39. El resultado de todo ello es que hay muchos cambios en mi vida, en mi carrera, en mi temática, en mi modo de vivir”. En plena crisis, con fuertes dolores de cabeza que reconoce son hereditarios, y tras atravesar por una etapa personal en la que no conseguía “poder disfrutar de las cosas de la vida”, el cineasta, en fino estado de recogimiento, haciendo balance de una vida y de una obra, regresa a La Mancha con “Volver” (2006), “porque sigo sintiéndome un niño. Salí de allí con ocho años, y cuando regreso, no lo hago como un cineasta de fama, sino como niño desconcertado”. A sus 56 años, siente que ha perdido el sentido del humor y que vive en una soledad elegida. Lo que más ansía en estos momentos es “alcanzar la serenidad”. Lejos quedan sus primeras apariciones públicas repletas de exhibicionismo: Pedro Almodóvar en Rock-Ola, enfundado en una bata de guata y una combinación, Pedro Almodóvar dando vida a la artista de porno Patty Diphusa, Pedro Almodóvar explicando a los medios “no soy drogadicto, ni homosexual, ni genio. Todo ha sido una pose”. El director piensa a menudo en su talento y en la libertad para contar historias. Nunca ha negado que le da terror la caída. “Me preocupa ese ciclo. Tengo miedo. Espero tener la valentía y el coraje para saber que la cuesta abajo también es valiente”. Es un artista que se reinventa a sí mismo.
El cineasta y el universo femenino: “Las chicas Almodóvar”

El universo de Pedro Almodóvar es único, tanto en su manera de concebir la realidad como en la forma de enfrentarse a ella. Enfrentamiento ambiguo, transgresor, un enorme catalizador de emociones que devienen metamorfoseadas en el sexo más explícito, en erotismo y muerte, en difíciles relaciones personales, en la búsqueda del placer, en la más cruel de las soledades. Es Almodóvar un representante de las clases populares, con sus violaciones, incestos, personajes incomprendidos y crímenes que se suceden sin sosiego. Y en el centro, las mujeres, los sujetos dramáticos protagonistas de sus historias: “creo que las mujeres tienen, en general menos sentido del ridículo, y son más espontáneas. Las mujeres en mis películas son muy fuertes. Hemos crecido en una sociedad muy machista pero las mujeres se las han arreglado para ejercer el poder en silencio. Esa es mi experiencia, con mi madre, mi hermana, mi abuela...”. Es, su filmografía, un homenaje al colectivo femenino, al que el artista se ha sentido profundamente conectado desde su infancia, gracias a los vínculos íntimos que le unían a su madre y hermanas: “a los hombres los recuerdo lejanos, nunca estaban en casa. Representaban la autoridad y yo me alejé instintivamente de ellos. Las mujeres, sin embargo, eran la vida y a la vez la ficción”. Su experiencia personal le lleva a repudiar el machismo ancestral y a declararse como un hombre “auténticamente feminista” que disfruta con la complicidad que existe entre las mujeres: “las mujeres han sido capaces de darse a sí mismas un aire desvergonzado de la amistad por razones culturales, porque ellas han estado condenadas a vivir su vida privada en el secreto y la única vida privada se da a conocer a las amigas hembras”. Carmen Maura, Cecilia Roth, Victoria Abril, Bibiana Fernández y Penélope Cruz, entre otras, son las musas de Almodóvar, y reflejan en la gran pantalla ese ensordecedor grito de estremecedora belleza y de extrema simplicidad dedicado a todas las mujeres.
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Y con él llegó el escándalo (I)

Artista irreverente, maestro excéntrico y escandaloso. Pedro Almodóvar se ha mostrado siempre a través de su cine más insolente, reflejo de su personalidad camaleónica y surrealista, representante de sus pasiones y fobias.

 

         ¿Cómo explicar el significado cultural y revolucionario de la movida madrileña, el cine español de los suburbios o la maternidad más descarnada sin hablar del director manchego? Pedro Almodóvar está considerado, hoy día, como uno de los pioneros de la modernización de la cinematografía española. Su trabajo desciende de una herencia centenaria de todo aquello que es convencional, artificial y fetichista en el séptimo arte. Sus orígenes en la conservadora y rural La Mancha y su migración a Madrid a tiempo para ser testigo de las nuevas libertades de la España democrática, han dejado huella en su vida y en sus películas. Escondido tras sus coloridos y alocados personajes, se encuentra un hombre discreto, sencillo, perfeccionista, exigente, admirador de las mujeres y defensor de un amor irracional. Fruto de una constante curiosidad que le acompaña desde niño, el cineasta ha creado historias rupturistas y, en ocasiones, incomprendidas por la crítica. Es la encarnación más auténtica del desequilibrio emocional femenino y las relaciones personales tempestuosas.


Pedro Almodóvar, al desnudo


           Almodóvar es sinónimo de humildad personal, de osadía artística, de agnosticismo extremo, de subversión cómica. Su carácter pasional le hace describir al amor como “un sentimiento que se adueña de ti, que te domina, que te llena. Una posesión absoluta que lo determina todo”  y su descarada sinceridad le permite expresar públicamente que él es “un director que trabaja de espaldas al mercado y con absoluta libertad e independencia”. El contexto cultural que le tocó vivir, lleno de cambios y aperturas, conformó ineludiblemente su enfoque de la vida. A simple vista, se podría pensar que queda poco ya del Almodóvar de la década de los 80, aquel joven que alternaba su trabajo con sus primeros cortometrajes, bebía de la movida madrileña y aparecía enfundado con medias y liguero cantando junto a Fabio McNamara “Quiero ser mamá”, o dirigiendo esos guiones locos de la modernidad: monjas cuidando de un tigre, asesinato de un marido con un jamón... Para comprender la personalidad de Pedro Almodóvar, es necesario atreverse a indagar en una vida marcada por una infancia humilde en una zona rural, atrapada entre viejas tradiciones y una religiosidad exacerbada, y por un descubrimiento de la gran urbe, Madrid, en plena transición política. 

  “Cuando me miro en un espejo, me veo tal como soy, pequeño...”. Esta visión de sí mismo, tan humilde, contrasta con esa imagen de chico rebelde y alocado que abusaba en sus inicios cinematográficos de ese humor corrosivo tan criticado por sus detractores. Casi treinta años después, la desinhibición ha terminado cediendo ante un decoro poco habitual en un hombre de llanto fácil, propenso a la lágrima y a la emoción más exagerada. El manchego es de los que se atreven, de los que hablan sin pudor de los sentimientos, de los que remarcan el desgarro y la irracionalidad, de los que intentan decir toda la verdad y conducen a sus criaturas a la locura y en pocas ocasiones hacia la felicidad. Acercarse a su obra implica asomarse a su lado más personal y humano porque su cine es una analogía de su propia vida:“si hablamos de sentimientos, estoy en todas mis películas. En ellas están las cosas que amo, las que odio, las que deseo, las que me dan miedo”. Su cine de autor circula por los derroteros de las alusiones personales: “todas mis películas tienen una dimensión autobiográfica, pero es indirectamente a través de los personajes. De hecho, estoy detrás de todo lo que sucede y lo que se dice, pero nunca hablando de mí mismo en primera persona del singular”. Sin embargo, reconoce que, al contrario que sus personajes, pura locura y desenfreno, él es alguien introvertido y poco expresivo: “no tengo pudor cuando escribo, mientras que en la vida, es todo lo contrario, yo no exteriorizo mucho mis sentimientos”.


La Mancha, sus orígenes 


            El más conocido director contemporáneo español nace el 25 de septiembre de 1951 en Calzada de Calatrava (Ciudad Real), un pueblo de La Mancha. “Yo soy Manchego, y en La Mancha la vida no tiene sentido. Hay una cosa en la que no puedo estar de acuerdo con mis paisanos: en sus vidas, la ausencia de placer es total, absoluta”. Así describe Almodóvar su tierra natal. Se trata de la parte rural de España, donde las influencias modernas agarran muy despacio. Incluso con la penetración de los medios de comunicación en esta región, el modo de vida y la mentalidad difícilmente se transforman. Su padre, Antonio, arriero de profesión, se dedicaba al transporte de vino desde Calzada a Jaén. Su madre, Francisca, tuvo cuatro hijos: María Antonia, Agustín, María Jesús y Pedro. Cuando Almodóvar cumple ocho años, la familia se traslada a vivir a Cáceres, lugar en el que estudia la primaria con los salesianos y el bachillerato con los franciscanos.  Es un niño silencioso, observador, que se impregna de esas tertulias femeninas protagonizadas por la gente humilde de pueblo y cuyo universo reproduciría después con un detallismo obsesivo en sus películas. En Cáceres canta en el coro y cree que su deseo de ver las películas basadas en las obras de Tennessee Williams es un auténtico pecado. 


             En aquella provincia se enamora del cine y de mitos como Alfred Hitchcock, Vincente Minnelli o Rita Hayworth. “De pequeño recuerdo que les contaba las películas a mis hermanas. Las reinventaba, realmente estaba haciendo mi propia adaptación, y a mis hermanas les gustaban más mis versiones infieles y delirantes que la película original”. Junto al descubrimiento del cine y la convivencia diaria con el cosmos femenino, la cultura religiosa obligada en un colegio de curas y el horror que experimenta entre aquellas paredes, le marcan a fuego y le arrastran al agnosticismo más desgarrado: “te educaban en la represión. Había acoso y abuso de poder”. Sin embargo, él mismo ha confesado que “aunque no sea practicante, ni me sienta católico, en el fondo la religión está presente en mi vida. A veces incluso le he rezado a ese mismo Dios en el que no creo”. Por aquella época, su autoritario padre tiene otros planes para él, pero Almodóvar decide escapar de sus raíces y asentarse en Madrid. Casi cuarenta años después, confiesa que no fue exactamente el hijo que esperaba aquel padre a la antigua, que falleció sin ver triunfar a su hijo. “Mi padre no entendía en absoluto lo que yo había hecho con los veintitantos años de vida, no entendía que me dedicara al cine”.

            El joven Almodóvar: el espíritu de la movida madrileña

A los 16 años se marcha a Madrid, solo, sin familia y con poco dinero. Las perspectivas que le ofrece la gran ciudad son inmensas comparadas con las de una capital de provincias. “Me vine a Madrid porque tenía que vivir mi vida, independizarme. Pensaba estudiar y trabajar, pero con sobrevivir me bastó”. Trabaja doce años para la Compañía Telefónica Nacional de España como auxiliar administrativo, pero en realidad su condición de empleado fue, como el propio director explica, fugaz e irregular: “rellené una instancia para trabajar en la Telefónica y me aceptaron. Eso fue en el 69, y desde entonces habré trabajado unos cinco años, siempre he pedido excedencia”. A finales de los setenta escribe guiones de cómic, colabora en revistas underground como “Star”, “Víbora” y “Vibraciones”, con relatos y puntos de vista sobre la realidad. Forma parte del grupo teatral Los Goliardos y compone e interpreta numerosas canciones con Fanny McNamara (el pintor Fabio de Miguel). Sin embargo, lo que le apasiona es el cine y disfruta viendo películas sentado durante horas delante de la pantalla de la Filmoteca Nacional. Asiste a un gran número de cursos cinematográficos y en 1974 rueda su primer cortometraje, “Dos putas o historia de amor que termina en boda”, a la que siguieron muy pronto “La caída de Sodoma”, “Sexo va, sexo viene” y, finalmente, el largometraje “Folle... folle... fólleme, Tim”, con una cámara Súper 8 guardada actualmente en su despacho como uno de sus recuerdos más queridos, íntimamente relacionada con sus inicios: “desde el momento en el que compré esta máquina y aprendí donde había que apretar... desde ese momento me convertí en director”. Sus primeros trabajos permanecen en la memoria como sinónimo del espíritu que impregna Madrid durante la primera mitad de los años ochenta. La movida madrileña fue para Almodóvar, una explosión de nuevas tendencias en música, moda, diseño, pintura y cine, y le dio la oportunidad al autor de experimentar al mismo tiempo modelos subculturales muy diferentes. Por ello, durante toda su trayectoria profesional reconoce que la clase media madrileña en el inicio de la época de consumo fue su inspiración: “mi vida y mis películas están ligadas a Madrid, como dos caras de una moneda”.(...).
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