Todos queremos ser hijos de Chaves. El escándalo ha salpicado este año poco antes de las elecciones autonómicas de mayo al ex presidente de la Junta de Andalucía y actual Ministro de Política Territorial, Manuel Chaves. Entre las diferentes informaciones filtradas por el periódico El Mundo, destacan los titulares “Chaves presentó a su hijo a un inmobiliario que le contrató” o “El hijo de Chaves intermedió para empresas ante la Junta siendo su padre presidente”. A Iván Chaves se le acusa de cobrar comisiones por conseguir contratos de instituciones públicas utilizando sus influencias: presuntamente, la Junta de Andalucía habría asignado contratos por valor de 5,9 millones de euros a antiguos socios del hijo del político y la empresa a la que éste promocionó le habría pagado 28.900 euros por la elaboración de un informe titulado “Pasado, presente y futuro del aceite de oliva virgen del mundo”.
¿Tráfico de influencias o conspiración y difamación pública en períodos preelectorales? Al margen de un hipotético sucio juego democrático, esta historia de la utilización de lo público con fines estrictamente personales nos recuerda otros nombres y otras caras. Parece que en España ser familiar de un político relevante concede una serie de privilegios imposibles para el resto de mortales. Los señores Bono y Aznar lo saben bien. También Alfonso Guerra, ex vicepresidente de Gobierno, de cuya carrera política se benefició sin duda su hermano Juan y de vendedor de enciclopedias y de cobrar un subsidio de paro pasó a trabajar en un despacho oficial de la Delegación de Gobierno, adquiriendo unos desmesurados ingresos y a la posesión de chalés y coches lujosos. El recorrido continúa con los hermanos Costa, Juan como Ministro de Ciencia y Tecnología y su hermano a la sombra, haciendo amistades importantes como la de Eduardo Zaplana, por aquel entonces Presidente de la Generalidad Valenciana y repitiendo en las listas electorales apoyado por Mariano Rajoy a pesar de su imputación en el caso Gürtel. La lista es muy larga, “de izquierdas a derechas”, sin importar el color político o la ideología de unos u otros.
Y en la actualidad hay otros muchos casos. Ana Botella, actual concejala de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid quizá hizo méritos propios para ser toda una política a pesar de sus meteduras de pata o de su ácida filosofía cuando dice que “el paro asfixia más que la contaminación”. También nombramos aquí al primo hermano de Zapatero, José Miguel Vidal Zapatero, convertido en Consejero de la agencia pública de noticias EFE o hasta la mismísima hermana de Letizia Ortiz, Telma, designada a dedo como Subdirectora de Proyectos Internacionales y con un sueldo de 2.809 euros netos mensuales.
En este baile privilegiado para familiares de políticos y asimilados que es el tráfico de influencias prima la falta de toda ética, deseos particulares versus intereses públicos. Y si bien es cierto que en la actual polémica Chaves predomina la presunción de inocencia y el principio in dubio pro reo, los casos expuestos y los que no se da abasto a nombrar nos hablan de los beneficios del sistema político, toda una red de prebendas y prerrogativas a familiares de uno u otro partido, comisiones millonarias y chanchullos administrativos, códigos morales corruptos y un dinero público que va al bolsillo de esos otros privilegiados que viven a la sombra de una cara conocida. Para nosotros, el pueblo, lejos de enchufes y amiguismos, no nos queda otra que desarrollar nuestra profesión al margen del apellido.
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