(…) Las feministas –en su mayoría mujeres, pero no exclusivamente- hacen política porque actúan, porque combinan la capacidad del pensamiento, del discurso y de la acción. Un movimiento de emancipación que cuestione los valores y la estructura de una sociedad determinada y que actúe para corregirlos o transformarlos, es un movimiento que navega por aguas de lo político y de lo ético.
Con la gran tercera ola del movimiento feminista, en los años 60, las mujeres se dan cuenta de que en las organizaciones políticas en que participan y en los lugares donde ellas llevan a cabo su militancia ciudadana y política, las mujeres están ocupando el mismo papel subordinado que tienen en las instituciones familiares o en otros ámbitos de la sociedad civil, donde una política de progreso o de cambio no está planteada. Por ello deciden sectorializar sus reivindicaciones para alcanzar la absoluta igualdad jurídica.
El gran enunciado del feminismo se transforma en el lema lo personal es político; no podemos vivir la esfera de acción de un ser humano mujer en cuestiones que son políticas y otras que son personales: para las mujeres su vida personal se desarrolla en tales condiciones que tienen que hacer de ella política, tienen que darse cuenta de que las trabas que tienen son políticas. El feminismo se declara así mismo como el movimiento político que lucha contra la desigualdad más antigua de todas, la justificada por el sexo, y el poder que la mantiene. Para lograr sus objetivos, las mujeres optan por las reformas legales y posteriormente por las reformas culturales en profundidad. Mediante la agitación, la propaganda, la concienciación y la rebeldía personal y colectiva las mujeres han logrado derechos sobre la propia libertad, el propio cuerpo, la propiedad, la educación, el acceso a casi todas las profesiones...
La mujer comprende que es necesario introducirse en el ámbito político para lograr un cambio progresivo en su situación, una alteración de las normas que rigen las estructuras sociales y culturales. En este sentido, lo “político” no se restringe al ámbito de lo público y a las decisiones de partidos políticos, instituciones o gobiernos. La política impregna todos los aspectos de nuestras vidas, se encuadra en el marco de la acción, y las feministas hacen política día a día, en cada espacio, en cada momento, con sus ideas, sus actos y sus cuerpos. De ahí que la mayor parte de las consignas aludan a la necesidad de considerar asuntos de la vida cotidiana de las personas como merecedores de ser considerados sociales, políticos, susceptibles, por tanto, de la actividad central del movimiento: "Manolo, la cena te la haces tú solo", "Yo también he abortado", "De noche y de día queremos caminar tranquilas", "Sexualidad no es maternidad", "Mujeres somos, mujeres seremos, pero en la casa no nos quedaremos", "Somos lesbianas porque nos da la gana", "Democracia en la calle y en la cama"... Expresión, todas ellas, de situaciones mucho menos privadas de lo que nos gustaría (porque en ellas están interfiriendo continuamente las clases rectoras de la sociedad, a través de cientos de mecanismos de lo más variado), y, finalmente, porque la totalidad de nuestra vida, y no la vida dividida en parcelas, es lo que interesa al movimiento feminista.
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