Hola princesa. Tengo grandes sueños para ti. Sueños reales, sólidos. No como esas pompas de jabón que no llegarán a su destino, frágiles burbujas condenadas a una muerte segura. Sé que ahora no eres consciente de mis palabras, que no entenderás nada de lo que te cuente. Pero necesito construir tu futuro día a día. Sin egoísmos, con moderación. Para que seas capaz de ver a través de mis ojos y comprendas que todo lo hago por tu bien. Y, aunque en ocasiones me equivoque, mis intenciones son las mejores. Te mimaré lo justo, te enseñaré el sentido de las palabras, reprenderé tus acciones equivocadas, me convertiré en tu luz y en tu sombra. Haré de tu educación la más bella de las artes y con tus conocimientos doblegarás la voluntad del más fuerte. Quién sabe, puede que hasta un día te nombren reina de las letras. Pero aunque eso no fuera así, yo voy a estar ahí, para bajarte la luna, para subirte hasta el cielo. Ahora sigue con tus pompas de jabón, con la ingenuidad de la niñez reflejada en su exterior, y háblame de tu vestido blanco, del castillo en el que vives, de la bruja que te atormenta. Ahora me toca a mi escucharte, princesa.
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