28 abril 2011

Generación ni-ni

   España es el segundo país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), primero de la UE, con más jóvenes de entre 15 y 19 años inactivos - que no están trabajando ni siguen formándose-, con un porcentaje del 10,9%. Pasotas y perdidos, satisfechos con su vida y sin deseos de involucrarse en esa espiral de ahorro y sacrificio que ha caracterizado a sus progenitores. Así se habla de la juventud española, protegida bajo las alas del seno familiar y con la bochornosa misión de enfrentarse a un actual deterioro de un mercado laboral que subraya descaradamente su precariedad, los bajos salarios y la escasa valoración de la formación académica. 

   Sufrimos hoy más que nunca una profunda y destructiva crisis de valores, palpable en la conducta de los más jóvenes, asolados por la incertidumbre y sin ganas de combatir, sin salidas fáciles ni éxitos duraderos. Se les define como una generación apática, gris, desilusionada, indolente. Las dificultades que plantea una emancipación temprana y el miedo a que el sacrificio y compromiso arriesgados no se vean recompensados, unida a una excesiva permisividad de los padres y atizada por la crisis económica que les ha tocado vivir, conforman el cóctel perfecto que nos conduce de cabeza al abismo. Es ésta una herida que duele y que sangra también, porque la telaraña se teje sutilmente pero su dueña no descansa y cuando atrapa a su presa, ésta es demasiado vulnerable para resistirse a su trampa. Y la herida sangra y es mortal, desafortunadamente. Así debe de sentirse la Generación ni-ni ante la falta de expectativas y proyectos de futuro, entre una actitud hedonista y poco concienciada, sin ganas de implicarse demasiado con una vida que no les rinde homenaje ni les proporciona facilidades para salir ilesos de sus engaños. No hay deseos, en fin, de definirse pero quizá tampoco definición que les haga justicia. 

   Porque lo cierto es que, frente a esta hiriente realidad, marcada por un profundo cambio de mentalidad en el que el trabajo y el ahorro se ven sustituidos por el confort del hogar y la etiqueta del carpe diem, sin espacio para el estudio ni el trabajo, nos encontramos con el polo opuesto (y mayoritario), los jóvenes que estudian o trabajan, o bien desempeñan ambas funciones y que, como claros ejemplos de superación, lucharán por desestigmatizar a la Generación ni-ni, un colectivo por otra parte excesivamente mediatizado, que esperemos consiga espabilar y abrir los ojos. Los jóvenes que, como moscas, forman parte de las estadísticas de una generación desmotivada, deben ser capaces de escapar de la telaraña, reafirmar sus ideales, potenciar sus cualidades y reinventarse a sí mismos. Para que esa herida que sangra y que duele también les haga conscientes de que siguen vivos en un mundo que no piensa detenerse porque ellos se nieguen a andar. Para que esa herida que hoy sangra… pueda cicatrizar.

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