El 15 de mayo comenzó en España un movimiento ciudadano sin precedentes, el Movimiento de indignados 15-M, una protesta multitudinaria en forma de indignación y vergüenza que se forjó en la red social y fue concebida por la plataforma civil y digital ¡Democracia Real Ya! Los indignados, o Spanish revolution para los medios internacionales, muestran su desaprobación hacia un panorama político, social y económico totalmente desalentador y en un comunicado de prensa de ¡Democracia Real Ya! con fecha 17 de mayo de 2011 se expresa lo siguiente: “Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales, de que nos dejen en el paro, de que los bancos que han provocado la crisis nos suban las hipotecas o se queden con nuestras viviendas, de que nos impongan leyes que limitan nuestra libertad en beneficio de los poderosos. Acusamos a los poderes políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de rumbo”.
Stéphane Hessel, uno de los redactores de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, escribe “¡Indignaos!” planteando un alzamiento contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica. Las constantes marchas, manifestaciones y ocupaciones de espacios públicos son el reflejo de una indignación que ha estallado en forma de descontento social y censura pública. Mileuristas y parados, inmigrantes, estudiantes y autónomos, hipotecados y estafados, empresarios y amas de casa. Todos indignados.
La revolución está en camino y con gusto levantaré mi espada porque siempre he odiado las injusticias. Me indigna la falta de seriedad de unos partidos políticos con los que no me siento identificada ni representada. Me indigna la elevada tasa de paro entre unos jóvenes cada vez más preparados. Ministros sin Licenciatura y Licenciados sin trabajo. Me indigna la bajada progresiva del salario de los trabajadores y el aumento de cargos políticos de confianza, por ejemplo asesores, que realizan un trabajo muy bien remunerado pero nada conocido. Me indigna la dureza de fin de mes de un mileurista frente a los sueldos vitalicios de diputados, presidentes y compañía, así como la duplicidad de cargos que rasgan el sistema y los capítulos negros de corrupción y robo de dinero público. Me indigna el eterno bipartidismo hegemónico entre dos partidos anclados en la reprobación mutua y que cierra otras alternativas reales y probablemente más democráticas, así como la impunidad de los responsables de la crisis, culpables de engaños, estafas e infracciones legales, todos los que se han lucrado a costa del Estado y que mantienen a buen recaudo su dinero en paraísos fiscales o empleando el blanqueo de capitales para ocultar sus delitos económicos. Me indigna el cada vez más elevado desalojo de familias enteras de sus viviendas, asfixiados por el precio de las hipotecas y la arbitrariedad de la actividad especulativa del sector financiero. Me indigna que los pequeños y medianos empresarios se vean en la obligación de cerrar sus negocios y queden en la calle tantos parados a los que ahora más que nunca se les prohíbe andar y mientras tanto el debate elitista se centre en unas pensiones vitalicias y demás prerrogativas de los políticos, esos mismos políticos que hablan de sacrificio, de futura recuperación económica y de tranquilidad.
El sistema pierde su credibilidad, los dirigentes no convencen y la falta de transparencia de nuestra democracia exige un giro de trescientos sesenta grados. Frente a un futuro incierto, el número de indignados crece. Y si ser indignado presupone la búsqueda de una democracia decente, auténtica y comprometida, entonces sí señores, desde mi pequeño espacio de libertad, yo grito al mundo que soy una indignada más.
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