Era una niña bien perteneciente a una familia noble de Burgos. Nieta de militares y educada en un colegio elitista, ya de joven destacó por sus conductas transgresoras y una desmesurada ambición que 25 años después la conduciría a la ruina. Dos años de investigación intensa por parte de la policía dieron sus frutos el 7 de enero de este año con el desmantelamiento de su negocio y su posterior encarcelación. Era la reina de la cocaína, la mayor narcotraficante de España. Su nombre, Ana María Cameno. Entre los escalofriantes datos de la denominada Operación Colapso destacan los 300 kilos de cocaína escondidos en un piso franco, dos millones de euros en metálico, la posesión de 470 móviles, bienes activos y financieros por valor de cincuenta millones de euros y 33 toneladas de productos químicos amontonados en lo que ha reconocido la policía ser el mayor laboratorio de cocaína de Europa, ubicado en una casa de campo de Madrid.
Ella era la protagonista indiscutible de la operación de distribución de droga, el cerebro y la relaciones públicas, una mujer exitosa que hizo del negocio del narcotráfico un arte y se ganó la confianza de los cárteles de droga sudamericana, concretamente las organizaciones colombianas, adquiriendo unos beneficios económicos bestiales que le permitían llevar un tren de vida que la puso en el punto de mira de la policía. Su tapadera era una joyería situada puerta con puerta con el Ministerio de Interior y sus dos sociedades ficticias sólo le proporcionaban pérdidas.
El precio que hay que pagar por tanto lujo es el de cubrirse bien las espaldas y vivir bajo la presión de ser asesinada o ser descubierta y encarcelada. Las personas de su pasado que la recuerdan dicen de ella que era una mujer de armas tomar, de esa clase de personas que se sabe que, de un modo u otro, van a triunfar en la vida. Y su éxito era hasta enero palpable en la milla de oro de Madrid, clienta especial de las tiendas de ropa más exclusivas de la capital (pagaba en efectivo la friolera de hasta 5.000 euros por día), en sus coches de marca, en sus lujosos pisos, en su elevado nivel de vida, en los cincuenta mil euros invertidos en cirugía estética. Una empresaria pija pero nada visceral, cabeza pensante, que crea de la nada un imperio y celebra sus hasta treinta reuniones diarias con clientes en lugares públicos, que contrata y distribuye, que maneja y economiza. Es curioso pensar que una mujer haya podido alcanzar ese status en un mundo de hombres y ganarse la confianza de proveedores y sicarios, mafias y consumidores de alto standing. “Antes de contarte nada, me corto el brazo”, le dijo al policía tras su detención. Y es una pena también, que haya desperdiciado sus dotes empresariales en un mercado tan destructivo como es el de las drogas que ahora la condenan a un interrogatorio tras otro, mientras el diablo aguarda tras la puerta, paciente y burlón, sabiendo que la factura que la espera va a ser muy difícil de pagar.
Es lo que tiene la droga. Hay quienes la consumen y se consumen y hay quienes la comercian y se forran. Y ocultos pero activos están los cuerpos policiales para desmantelar el negocio ilegal y destruir los sueños de la narcotraficante pija, hoy en prisión preventiva sin fianza a espera de una sentencia judicial. Ha caído su imperio, han terminado sus días de gloria y de compras caras y ostentosas. La diosa triunfante, inmutable y más vulnerable que nunca baja del Olimpo para estrellarse con los simples mortales y las sábanas frías de una cárcel de mujeres de Extremera (Madrid). Pocos accesorios que llevarse, muchas cuentas por saldar.
Es que con una policía como la que en España tenemos nadie puede esconderse si no obra legalmente. Un aplauso para los maravillosos detectives que hay en nuestra Policía.
ResponderEliminarAdmirable, asombroso, esta mujet tenia también pacto con el otro lado del mundo....
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