Hoy día, la televisión en España ocupa un espacio importante en el ámbito cotidiano y se ha erigido como el medio de comunicación preferido por la audiencia, amenazando con su atractivo visual al resto de medios. Ha pasado de ser una fuente de información a convertirse en el aparato de ocio y entretenimiento por excelencia e incluso el cine ve relegado su papel por el rol dominante de la televisión.
Gracias al desarrollo de nuevas y cada vez más perfeccionadas tecnologías, la televisión logra perpetuar e incluso remarcar su presencia en la vida del ciudadano. En los últimos años hemos asistido a un profundo proceso de liberalización del sector de las telecomunicaciones: el gobierno ha adjudicado las concesiones a los operadores de cable, se producen nuevas operaciones por parte de las plataformas digitales, la telefonía sigue su proceso liberalizador... Estos cambios, junto a la cada vez más evidente expansión televisiva (aumento de las emisiones de nuevas licencias, tanto para analógico y digital como para TDT), supone un gran salto tecnológico al tiempo que implica una concepción diferente de la televisión y unos cambios importantes en los hábitos de los consumidores y de los profesionales de la comunicación, al tener éstos últimos que adaptarse a los nuevos procedimientos para la elaboración y difusión de la información. Igualmente, el proceso de digitalización lleva implícitas una serie de inevitables limitaciones tecnológicas como es el caso de la resistencia al cambio de las propias estructuras televisivas e incluso del espectador.
La televisión digital no sólo supone un cambio en los procesos comunicativos sino una revolución en la cultura televisiva y en el consumo de la pequeña pantalla. La audiencia se reconoce cada vez más exigente por lo que el nuevo modelo de televisión digital contará con una mayor capacidad y calidad que permita nuevos y mejores servicios que los actuales. La forma de ver televisión cambiará y por ello, el espectador dejará de ser pasivo para dialogar con su televisor, tomar decisiones que afecten a la programación e incluso navegar por la world wide web con su mando a distancia. Se aprecia por lo tanto un cambio radical en el papel asignado a la televisión que deja en segundo plano su vertiente informativa para ofrecer relajación y entretenimiento gracias a una diversificación en su oferta, la multiplicación del número de canales y el desarrollo de nuevos modos de consumo televisivo. Por lo tanto, frente a la televisión en abierto, que acoge la oferta generalista, se encuentran las plataformas de pago que representan el concepto de calidad (venden el producto de pago asociado a esa idea). Se establecen de esta forma dos planteamientos paralelos, dos mercados distintos, dos maneras diferentes de afrontar la elaboración y presentación de la programación.
Asimismo, la implantación de la tecnología digital también favorece el nacimiento de un nuevo concepto de televisión donde prima el carácter comercial (se oferta aquello que el público demanda y el objetivo prioritario es el de conseguir el mayor número de audiencia) y la competitividad que empuja a la oferta multicanal; se vende entretenimiento. Esto quiere decir que la idea tradicional de televisión como servicio público gratuito se desdibujará conforme el espectador vaya apreciando las ventajas de la televisión de pago. Atrás va quedando la idea de televisión como servicio público orientado a incidir cultural o políticamente en el público. Ahora priman las estrategias programativas encaminadas al logro de la mayor audiencia posible y como explica Enrique Bustamante, Catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad en la Universidad Complutense de Madrid, en el fondo el mundo de la televisión es un negocio más y como tal, su fin más inmediato es la obtención de beneficios, en este caso, el éxito de sus contenidos a través del mayor share posible y, en consecuencia, un mayor número de inserciones publicitarias.
Gracias al desarrollo de nuevas y cada vez más perfeccionadas tecnologías, la televisión logra perpetuar e incluso remarcar su presencia en la vida del ciudadano. En los últimos años hemos asistido a un profundo proceso de liberalización del sector de las telecomunicaciones: el gobierno ha adjudicado las concesiones a los operadores de cable, se producen nuevas operaciones por parte de las plataformas digitales, la telefonía sigue su proceso liberalizador... Estos cambios, junto a la cada vez más evidente expansión televisiva (aumento de las emisiones de nuevas licencias, tanto para analógico y digital como para TDT), supone un gran salto tecnológico al tiempo que implica una concepción diferente de la televisión y unos cambios importantes en los hábitos de los consumidores y de los profesionales de la comunicación, al tener éstos últimos que adaptarse a los nuevos procedimientos para la elaboración y difusión de la información. Igualmente, el proceso de digitalización lleva implícitas una serie de inevitables limitaciones tecnológicas como es el caso de la resistencia al cambio de las propias estructuras televisivas e incluso del espectador.
La televisión digital no sólo supone un cambio en los procesos comunicativos sino una revolución en la cultura televisiva y en el consumo de la pequeña pantalla. La audiencia se reconoce cada vez más exigente por lo que el nuevo modelo de televisión digital contará con una mayor capacidad y calidad que permita nuevos y mejores servicios que los actuales. La forma de ver televisión cambiará y por ello, el espectador dejará de ser pasivo para dialogar con su televisor, tomar decisiones que afecten a la programación e incluso navegar por la world wide web con su mando a distancia. Se aprecia por lo tanto un cambio radical en el papel asignado a la televisión que deja en segundo plano su vertiente informativa para ofrecer relajación y entretenimiento gracias a una diversificación en su oferta, la multiplicación del número de canales y el desarrollo de nuevos modos de consumo televisivo. Por lo tanto, frente a la televisión en abierto, que acoge la oferta generalista, se encuentran las plataformas de pago que representan el concepto de calidad (venden el producto de pago asociado a esa idea). Se establecen de esta forma dos planteamientos paralelos, dos mercados distintos, dos maneras diferentes de afrontar la elaboración y presentación de la programación.
Asimismo, la implantación de la tecnología digital también favorece el nacimiento de un nuevo concepto de televisión donde prima el carácter comercial (se oferta aquello que el público demanda y el objetivo prioritario es el de conseguir el mayor número de audiencia) y la competitividad que empuja a la oferta multicanal; se vende entretenimiento. Esto quiere decir que la idea tradicional de televisión como servicio público gratuito se desdibujará conforme el espectador vaya apreciando las ventajas de la televisión de pago. Atrás va quedando la idea de televisión como servicio público orientado a incidir cultural o políticamente en el público. Ahora priman las estrategias programativas encaminadas al logro de la mayor audiencia posible y como explica Enrique Bustamante, Catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad en la Universidad Complutense de Madrid, en el fondo el mundo de la televisión es un negocio más y como tal, su fin más inmediato es la obtención de beneficios, en este caso, el éxito de sus contenidos a través del mayor share posible y, en consecuencia, un mayor número de inserciones publicitarias.
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