Aquí estoy, frente a ti, sin nada que perder. Sin nada, porque te lo entregué todo, sin condiciones ni reservas. Sé que no lo pediste, sé que tu amor era limitado, pequeño, ingrato. Pero siempre una espera el milagro que encienda esa luz en su camino y le anime a continuar. En mi caso, fue mi amor el que se apagó suavemente, en silencio, asqueado de tus hipócritas promesas, del tiempo malgastado aferrada a tu espalda, a las ofertas que me salieron tan caras, a un amor inventado. Era cosa de dos pero no lo entendiste ni lo valoraste.
Ahora me miras, ahora me ves, pero para ti ya es tarde porque yo ya no tengo nada que perder. Tú sí, ahora lloras arrepentido pero no creo en tus lágrimas. Las flores que me regalaste caen a mis pies y me auguran este final, con fuerza iniciaré mi andadura lejos de tus brazos, negando el papel de víctima que es el que lamentablemente me asigna la vida. Aquí estoy, frente a ti, sin nada que perder. Ahora abres los ojos y comprendes tu egoísmo y tus noches ausentes. Ahora ves el inmenso mar que te regalé un día, convertido en riachuelo, en un espejismo de agua que ha perdido su grandeza y su fuerza vital y que transcurre agonizante arrastrando a su paso esas flores amarillas que una vez lo significaron todo y que ahora, para tu desgracia, van cayendo, marchitas, en la alcantarilla de la desilusión y de las palabras que nunca fuiste capaz de dedicarme.
Ahora me miras, ahora me ves, pero para ti ya es tarde porque yo ya no tengo nada que perder. Tú sí, ahora lloras arrepentido pero no creo en tus lágrimas. Las flores que me regalaste caen a mis pies y me auguran este final, con fuerza iniciaré mi andadura lejos de tus brazos, negando el papel de víctima que es el que lamentablemente me asigna la vida. Aquí estoy, frente a ti, sin nada que perder. Ahora abres los ojos y comprendes tu egoísmo y tus noches ausentes. Ahora ves el inmenso mar que te regalé un día, convertido en riachuelo, en un espejismo de agua que ha perdido su grandeza y su fuerza vital y que transcurre agonizante arrastrando a su paso esas flores amarillas que una vez lo significaron todo y que ahora, para tu desgracia, van cayendo, marchitas, en la alcantarilla de la desilusión y de las palabras que nunca fuiste capaz de dedicarme.
Increible... diría una persona muy querida que no conozco... lo comprendo, y cada una de las palabras que aquí pones es la que me he repetido una y otra vez en mi cabeza en la soledad de la noche, sin saberlo ni entenderlo, tu lograste decir lo que quería decir...
ResponderEliminarSolo queda, renacer... Saludos, seguiré atentamente tu blog
Gracias lex1977. Mis historias llegan porque son el reflejo de miles de experiencias que para algunos, por suerte o desgracia en este caso, han sido vividas, o más bien sufridas, en carne propia. Un abrazo y espero que disfrutes. Y que el maro te haga reír, de verdad... jejej Un abrazo.
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