24 octubre 2011

La globalización (I)

   La globalización actual que nos afecta se caracteriza por la difusión de la tecnología, la expansión de los intercambios comerciales, una alta movilidad de capitales y una reducida movilidad para el factor trabajo. Estos elementos han conducido a una mayor interdependencia entre los diferentes países, que supone que cada nación comparte la suerte de las demás, lo que hace necesaria la cooperación internacional y la adopción de respuestas a escala global. 

   Las nuevas bases de la acumulación constatan, en primer lugar, el paso de un Estado-Nación a la hegemonía del mercado mundial. Este hecho conduce a una redefinición del papel de los Estados dentro del nuevo mundo: la globalización exige importantes transformaciones en el concepto tradicional del mismo. Las nuevas formas del capitalismo provocan una creciente pérdida de soberanía del Estado-Nación, y los nuevos límites globales (por ejemplo, las amenazas medioambientales) se han ampliado demasiado para ser manejadas por las naciones estado en el ámbito individual. La globalización hace que las políticas nacionales hayan quedado, en parte, desnacionalizadas. 

   La internacionalización de la actividad económica y las interdependencias entre los países desbordan su capacidad de aplicar con eficacia políticas que continúan siendo esencialmente nacionales. Todo ello exige una seria revisión del papel del Estado, el cuál requiere de espacios crecientes de cooperación en una vasta extensión de intereses. Se debe replantear su cometido en asuntos de defensa y seguridad (un ejemplo lo encontramos en el narcotráfico) con su conjunto de implicaciones económicas. Se podría decir que uno de los desafíos de la globalización es la creación de una estructura de gobierno mundial, al verse reducida la eficacia de los gobiernos nacionales y al hacerse necesaria, dentro de un contexto de interdependencia entre países, la cooperación en diferentes esferas a escala internacional. 

   Otra de las bases del nuevo sistema de acumulación es el fenómeno de internacionalización empresarial, generalizado hoy día para las grandes y medianas empresas de los países industrializados. Factores como la subcontratación propician dicho proceso. Si bien es cierto que la internacionalización brinda grandes oportunidades para reforzar el papel de la empresa como agente impulsor del cambio social, eso no significa que la búsqueda de ventajas competitivas por parte de ésta esté exenta de controversia. En un mundo sin barreras, las empresas multinacionales han aumentado su importancia y su presencia en todos los mercados recurriendo a la deslocalización como principal clave para la obtención de rentabilidad. 

   Las empresas tienden a relocalizarse en las zonas geográficas donde el nivel salarial es más bajo y abandonan los países donde estaban instaladas anteriormente. Pero el traslado de la industria de carácter más tradicional a países del Sur no conlleva una mejora sustancial en la condición de vida de los mismos. Unas veces, porque la operación la realizan empresas  multinacionales que operan con precios de transferencia, de manera que los países receptores no se apropian de las ganancias reales del traslado. La nueva industrialización se basa en salarios muy bajos e incapaces de generar la suficiente demanda interna que actúe de estímulo al crecimiento económico.

   En consecuencia, en los países de salarios más altos, donde los trabajadores habían gozado de mayor protección social, de mayor seguridad en el trabajo y de mejores condiciones laborales, se produce una fuerte desindustrialización, es decir, una pérdida de tejido productivo y un aumento del desempleo. Por tanto, la deslocalización resulta positiva para la propia multinacional pero genera efectos negativos en los países en los que se instala, al no proporcionar ningún beneficio a unos trabajadores escasamente cualificados a los que no les queda más remedio que aceptar un salario denigrante y unas condiciones laborales deplorables. A ello se suma su instalación en zonas carentes de una regulación social y medioambiental que permite a los países industrializados desarrollar su actividad productiva sin ningún tipo de supervisión a través de sus filiales. Cualidades antes valoradas como la innovación, la mano de obra cualificada o el factor tecnológico encuentran un sustituto en la mano de obra barata y descualificada y en los bajos costes de producción (...)

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