Ya no hay obstáculos que me impidan avanzar, lejos han quedado las lamentaciones, el miedo, lo que en otra época tenía nombre de imposible. He emprendido el vuelo con la fuerza que me reporta la experiencia vivida, y me mantengo en una ida y venida constante, en el columpio de protagonista con plaza vacante al cielo. Es cuestión de tiempo, es cuestión de prudencia y de sabia espera. Prometo escribiros, prometo mantener despierta a la luna en las noches que deseéis sean eternas, saltar entre estrellas, hacer la competencia al mismísimo sol. No sé si merecerá la pena, no sé tampoco si volveré de este viaje, si encontraré la felicidad o si una vez conquistado ese cielo necesite de nuevos espacios sobre los que poder reinar. Pero no olvidaré la estela de sacrificio derrochado, las noches lacrimosas, el valor y el carisma de un alma derrotada de antemano.
Confío plenamente en mi viaje de ida mientras me columpio firmemente aferrada a los hilos que descuelgan las nubes y me siento una privilegiada desde aquí arriba, porque no necesito valerme de lisonjas ni de tretas, ni de chantajes ni de sonrisas artificiales. Todo lo que me ha llegado y todo lo que está por venir me pertenecerá por lucha y desgaste, por tiempo invertido, por la entrega de otros sueños, por lo inalcanzable de mis más bellas fantasías. Todo será un título justo que me redimirá ante el mundo, un título de graduada en la vida y en la educación. Prometo escribiros, porque vuestro apoyo en los momentos más bajos ha sido mi analgésico más efectivo, mi resurrección después de las caídas. Prometo cederos mi columpio a vosotros, que tanto habéis valorado mi triunfo, porque sabéis lo que cuesta ganar un sitio en el cielo, y dejaros en las noches más tristes acercaros para preguntarle a la luna por qué evita mirarme, por qué siente envidia de mis ojos y de todo lo que, por derecho propio, me pertenece.
Confío plenamente en mi viaje de ida mientras me columpio firmemente aferrada a los hilos que descuelgan las nubes y me siento una privilegiada desde aquí arriba, porque no necesito valerme de lisonjas ni de tretas, ni de chantajes ni de sonrisas artificiales. Todo lo que me ha llegado y todo lo que está por venir me pertenecerá por lucha y desgaste, por tiempo invertido, por la entrega de otros sueños, por lo inalcanzable de mis más bellas fantasías. Todo será un título justo que me redimirá ante el mundo, un título de graduada en la vida y en la educación. Prometo escribiros, porque vuestro apoyo en los momentos más bajos ha sido mi analgésico más efectivo, mi resurrección después de las caídas. Prometo cederos mi columpio a vosotros, que tanto habéis valorado mi triunfo, porque sabéis lo que cuesta ganar un sitio en el cielo, y dejaros en las noches más tristes acercaros para preguntarle a la luna por qué evita mirarme, por qué siente envidia de mis ojos y de todo lo que, por derecho propio, me pertenece.
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