Para poder volver a empezar nuestra historia, si es que eso fuera aún posible, debemos abrir del todo el cajón de nuestros miedos y de los errores que nunca admitimos. Tu parte de culpa, mis faltas pendientes. Creo que es absolutamente necesario para cerrar el capítulo negro que dividió el camino compartido hasta entonces por dos almas acorraladas. No busco un lavado de imagen, sólo un examen de conciencia. No se trata de señalar culpables ni de abrir nuevos frentes o viejas rencillas. Estamos donde empezamos pero con unos cuantos años más de experiencia y recorrido. Pido una recapitulación común, el reconocimiento de nuestro fracaso amoroso y de la pérdida de ilusiones y antiguos abrazos. No olvidar para no estar condenados a repetir la historia. Debemos empezar por el punto más débil, por el dolor más lacerante, por la magulladura que sigue abierta. Sal y azúcar, pecados y besos. Abramos el corazón en canal, sincerémonos, partamos desde la herida. Esa herida que sangra, que hiere, que malgasta las fuerzas.
Si deseamos de verdad escribir un prólogo juntos no nos queda más remedio que buscar respuestas a las preguntas que nunca nos atrevimos a plantear, a las dudas que, como finas cuchillas, acribillaron caricias y recuerdos. Nunca es tarde si queda amor. Dejemos nuestro orgullo a un lado y empecemos de nuevo la relación. Partamos desde esa vieja herida que desangra los más gratos momentos y convirtámosla en brillante cicatriz. Para no olvidar nunca los engaños, para no volver a repetirlos.
Si deseamos de verdad escribir un prólogo juntos no nos queda más remedio que buscar respuestas a las preguntas que nunca nos atrevimos a plantear, a las dudas que, como finas cuchillas, acribillaron caricias y recuerdos. Nunca es tarde si queda amor. Dejemos nuestro orgullo a un lado y empecemos de nuevo la relación. Partamos desde esa vieja herida que desangra los más gratos momentos y convirtámosla en brillante cicatriz. Para no olvidar nunca los engaños, para no volver a repetirlos.
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