05 diciembre 2011

Institucionalización (I)


   ¿Cómo aparece la organización económica internacional a comienzos del siglo XXI? El orden económico internacional existente en nuestros días queda establecido después de la II Guerra Mundial, momento en el que se crean, por parte de los países vencedores, diferentes organismos multilaterales que van a articular la cooperación internacional estableciendo una serie de normas en diferentes ámbitos de las relaciones internacionales. Entre ellos se encuentra la Organización de Naciones Unidas, como foro de carácter general, las instituciones creadas en la Conferencia de Bretton Woods; el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT) y la posterior Organización Mundial de Comercio (OMC). En aquella etapa, el patrón oro era el primer sistema monetario internacional y parte de un orden consensuado. Sin embargo, en aquel entonces el orden económico internacional imperante no estaba articulado en torno a organizaciones internacionales mientras que actualmente las relaciones comerciales y monetarias quedan reguladas por las instituciones anteriormente citadas, en las que participan la mayor parte de los países, al tiempo que se va produciendo una mayor cooperación entre ellas. Ello se debe a que nos encontramos en una etapa diferente caracterizada por unos intercambios elevados de mercancías, servicios y capitales y por una internacionalización de la estructura productiva propia del fenómeno de la globalización. 

   La estructura institucional actual presenta algunos inconvenientes. Por una parte, los acuerdos multilaterales desarrollados en el marco de las instituciones internacionales impulsan una convergencia de normas en un mundo de enorme diversidad en cuanto a condiciones económicas, sociales o ecológicas. Por otra parte, esta estructura se halla en manos de las principales potencias económicas mientras que los países en vías de desarrollo tienen una escasa influencia en las decisiones que se adoptan en el marco de las citadas instituciones. Un ejemplo es el hecho de que las ayudas a los países en dificultades de balanza de pagos se han reducido prácticamente a los países en desarrollo porque los países industrializados tienen la posibilidad de financiar sus desequilibrios acudiendo a los mercados. Nos encontramos por tanto ante un problema de falta de operatividad de las instituciones multilaterales en la regulación de las cuestiones comerciales y sobre todo en las inversiones internacionales. 

   Por lo que respecta al Fondo Monetario Internacional, tanto su estructura, como su funcionamiento y políticas de operación dejan mucho que desear. La estructura de poder imperante en este organismo no refleja adecuadamente las relaciones económicas internacionales en su dimensión actual. Los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón son incapaces de imponer sus puntos de vista entre sí, ni tampoco pueden regular el sistema internacional en su conjunto. Al FMI le queda mucho trabajo por realizar ya que debería, entre otras cuestiones, llevar a cabo modificaciones profundas que lo hagan más representativo de las necesidades y aspiraciones de los países en desarrollo, mejorar sus posibilidades de actuación en la prevención y tratamiento de las crisis, cooperar con el Banco Mundial para abordar el problema de la pobreza y adquirir nuevas normas en materia de transparencia, con la finalidad de que aumente la calidad de la información que posee este organismo y pueda difundirse a los participantes en los mercados. Por desgracia, el FMI parece haberse convertido en una institución dedicada a supervisar a los países desarrollados y sin asumir los cambios necesarios para afrontar los problemas del Tercer Mundo. 

   El propio Banco Mundial, una institución que en realidad es principal responsable de estos desastres al haber fomentado la aplicación de políticas literalmente despreocupadas de sus costes sociales, ha de admitir que la pobreza en el mundo es una amenaza de primer orden y a la que ya no queda más remedio que hacer frente. 

   Ambas instituciones constituyen una prolongación del poder de los países ricos (ello es evidente en el hecho de que los países tienen derecho de voto en proporción a la contribución que aportan, dicho de otra forma, tienen más poder quiénes más fondos proporcionan, los ricos) y bajo los aparentes objetivos de reducción de pobreza se esconde la necesidad de imponer, a través de ambos mecanismos, el modelo neolibral en todo el plantea. 

   Es cierta la frase que dice “hablando en términos económicos, ahora somos más dependientes de las potencias ex coloniales que nunca. El Banco Mundial y el FMI representan el papel que las colonias tuvieron en el pasado”. Carecen de democracia, transparencia y responsabilidad. De ello se deduce que tanto el FMI como el Banco Mundial no serán instrumentos que favorezcan de modo efectivo el establecimiento de un verdadero orden económico internacional y los intereses del Tercer Mundo mientras no se modifique radicalmente el sistema que otorga el poder interno a quienes concentran el poder económico en la economía mundial (...)

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