06 enero 2011

Escarlata O'Hara

    Quisiera hoy rendir homenaje al libro que, a mis diez años, marcó mi vida y mi afición por la lectura, el clásico “Lo que el viento se llevó” (cuya escritora, Margaret Mitchell, ganadora de un Premio Pulitzer, dedicó diez años de su vida) y, más concretamente, a su protagonista, la inolvidable Escarlata O’Hara. 

  Su evolución vital es fascinante, desde su adolescencia hasta su madurez, y el lector/espectador asiste a una mezcla de lucha, fuerza, ambición, coraje y rebeldía. Tras este pasional personaje se oculta una compleja personalidad: parecía dulce y encantadora pero bajo esa apariencia se escondía una mujer caprichosa, presumida y terca cuyas cualidades no pasaron desapercibidas para Rhett, único hombre que la conoció tal como era y que pudo amarla sin censuras. Escarlata O’Hara pecó de inteligente en una época (segunda mitad del siglo XIX) en la que las mujeres debían ser tontas y remilgadas. Ella transgredió todas las normas sociales gracias a la ayuda de Reth y con su reputación por los suelos comprendió que era lo mejor que podía haber hecho; era independiente y libre y manejaba los negocios de la madera mejor que cualquier hombre. Eso no se lo perdonó la sociedad sureña. Escapó del negro de la viudez, hizo amistades entre los yanquis, se casó con el tan odiado Reth Butler y consiguió dinero para su negocio de maderas gracias a la explotación de sus trabajadores. Tras la guerra destacó y eso en una mujer no estaba permitido. Pudo elegir entre quedarse en casa y vivir pobre o luchar con uñas y dientes para conseguir el dinero que tanto anhelaba. No conoció nunca la derrota aunque estuviera vencida de antemano. Gracias a su sangre fría fue capaz de asesinar a un yanqui para que no les robara lo poco que les quedaba en la plantación. 

   Se pasó toda su vida odiando a Melania y tras su muerte comprendió lo cruel que había sido con ella. Melania es el contrapunto de la fogosa protagonista: representa el lado bueno, la fuerza del débil, del tierno de corazón, todo aquello que Escarlata detestaba pero que una vez desaparecido echaría tanto de menos. Durante años, la bondad de la que Escarlata se desprende para no sucumbir será una constante en Melania, siempre con una espada en la mano, luchando por ella contra el fuego, los yanquis, el hambre y la miseria, contra la opinión pública y hasta las personas de su misma sangre. Mujer fatal sin saberlo, Escarlata O’Hara enamoró a los hombres y despertó las envidias de muchas mujeres que reprobaron su descarada actitud. Su más terrible fallo fue no darse cuenta de su amor por Rhett hasta que fue demasiado tarde; “¿Se te ha ocurrido pensar que yo te amaba todo lo que un hombre puede amar a una mujer?” -le confesará él al final. Jamás comprendió a ninguno de los dos hombres a quienes amó y así los perdió a los dos. En su empeño por salirse con la suya hirió demasiados corazones y fue dura y cruel con aquellos que la amaban. Siempre deseaba volver atrás para cambiar sus actos pero eso hubiera sido imposible porque Escarlata había renunciado desde el inicio de su lucha a permitir que sus sentimientos ablandaran su corazón de niña insensible.

   Sólo Rhett Butler, un hombre sin honor y que la conocía realmente, pudo dominar siempre la situación fingiendo indiferencia, al saber que confesar su amor a Escarlata significaría convertirse en otro de sus muñecos. Al final de la historia, él se quita la máscara y desnuda su corazón ante ella: “¡Te amaba tanto Escarlata! Sólo con que me hubieses dejado, te habría querido tan dulce y tan tiernamente como nunca amó un hombre a una mujer. Pero no podía dejar que lo averiguases porque sabía que me creerías débil y tratarías de usar mi amor contra mí”



   Es imposible no admirar a esta ambigua y sensual heroína, tan auténtica, tan real, una mujer nada común para su época que decía y hacía lo que le apetecía, que no se doblegó jamás ante las circunstancias, que supo explotar sus cualidades femeninas y abrirse camino en un mundo que se desmoronaba ante sus ojos. Una mujer que renunció a la moral y optó por vivir sin conciencia, siempre en el ojo del huracán, destrozando a los débiles y uniéndose a los ganadores, renunciando al pasado para sufrir sólo lo justo y rechazando a un hombre de película, que la ayudó en todas sus luchas, en su afán por aferrarse a Ashley Wilkes, un amor de papel. Una mujer, en fin, como nunca vio la historia del cine, con unas virtudes infravaloradas por la sociedad de aquella época y con una capa de inocencia fatal que la dejó sola pero no vencida, desafiando al inevitable destino por enésima vez. Es precisamente su forma de ser, tan atrevida, tan cruel, pero a la vez tan desamparada y tan niña lo que hace de Escarlata O’Hara un personaje inolvidable, modelo de luchadora infatigable y mujer rebelde que no podrá pasar nunca de moda.

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el retrato psicológico que has hecho del personaje. Creo que la interpretación de Vivien Leigh, dejando a un lado las diferencias novela-película, por sí sola y sin abrir la boca ya le otorga una fuerza y una personalidad a Scarlett fuera de serie.

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  2. la playa tras Scarlett , peliaguda en el libro de Ripley.Soy fan número uno

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