Al hilo del artículo anterior, considero necesario hacer hincapié en el escaso índice de lectura en los jóvenes que inician los estudios superiores, esos futuros egresados que, tras la selectividad, se enfrentan a un mundo nuevo, a una etapa formativa caracterizada por su extensa y compleja bibliografía, por la polisemia lingüística y los tecnicismos o terminología específica propios de la rama de conocimiento elegida. Una terrible contradicción si nos paramos a pensar en el lema de la universidad como madre del intelecto, figura suprema del razonamiento y de la cultura, cuya máxima aspiración es la formación por y para el conocimiento.
Y digo contradicción porque nunca será un buen universitario aquél que no sabe leer y que no escucha el silencio que acompaña a un texto o desconoce esa belleza natural y sublime de una biblioteca como dueña y señora de todos esos conocimientos que sólo anhelan los ávidos de curiosidad, los forjados en la batalla de la lectura comprensiva y reflexiva. Y entiendo que resulta difícil formar hombres cultos cuando una falta de lectura, traducida en el actualmente denominado analfabetismo funcional, se hace patente en la imposibilidad del universitario de distinguir las ideas principales de un texto cualquiera, en la incapacidad para realizar un resumen de lo leído y en el desconocimiento absoluto de los esquemas conceptuales, herramienta básica para asentar unos contenidos por lo general arduos y extensos.
A estas graves deficiencias educativas derivadas del desuso de la actividad lectora se suman la escasa capacidad memorística, las malas prácticas derivadas de la era audiovisual y la deformación de un lenguaje que a los más rezagados les queda demasiado grande. Y es que los universitarios hoy día utilizan otras novedosas técnicas en detrimento del libro y sustituyen el arte del saber por la ley del mínimo esfuerzo, del aprobado fácil, del estudio estrictamente necesario.
La cultura universitaria es la gran perjudicada, los docentes son testigos y el sistema universitario español se resiente. El absentismo y el abandono de la Universidad (en España el 30% de los estudiantes no llegan a terminar la carrera) tiene como una de sus causas, y es mi humilde opinión porque lo he visto y vivido, la falta de motivación de un alumno que no asimiló la clave del estudio. No obstante, me pregunto si todos aquellos que, pese a su falta de lectura, consiguen el tan ansiado título superior, han sido o serán capaces de emplear sus conocimientos en la práctica con la dosis adecuada de raciocinio y sentido crítico. Y es que ya lo dijo el filósofo y escrito Miguel de Unamuno: “Cuánto menos se lee, más daño hace lo que se lee”.
Comprender la teoría para dominar la práctica. No creo que sea tan complicado. Universitario con espíritu crítico y comprometido con su época, juez de los libros que lee. Porque la biblioteca existe. Y es un lugar maravilloso. Y el inconformismo intelectual también. Y quienes lo sientan, serán propietarios de pequeñas parcelas de conocimiento, hablarán porque conocen, explicarán porque entienden, serán protagonistas de lo que escriban. Y el mundo del saber, tan inmenso, tan colosal, les hará una reverencia al pasar y, si tiene tiempo, se arrodillará ante ellos.
Buenas noches..
ResponderEliminarPaso a curiosear un ratito tu rincón, ahora que tengo un chance...
Besotes de lindos sueños
Hola!
ResponderEliminarEstoy curioseando tu blog ahora que tengo una semanita libre. Hablo desde la experiencia de estudiante de la universidad del pais vasco y a pesar de que llevo poco tiempo desde luego ha sido el suficiente para darme cuenta de que la universidad no es el paraiso de cultura al que esperaba llegar. Aquí hay mas ignorancia que en mi escuela de toda la vida (que ya es decir) pero bueno yo ha lo mío así que no me preocupa. Yo en mi caso leo y escribo todo lo que puedo así que al menos tengo la conciencia tranquila.
Venga un beso y haber si hablamos otra vez!