Hay una primera vez para todo en la vida. La introducción en la Universidad implica un cambio radical en cuanto a aprendizaje, evaluación y relaciones sociales se refiere. Uno se siente perdido cuando aterriza frente a edificios desconocidos, códigos incomprensibles, pasillos interminables, explicaciones que agobian. Comprendes lo inevitable, que eres neófito en el mundo universitario. Para aplacar esa sensación de angustia, de paso de un colegio abarcable a un campus inmenso, es necesario conocer la institución en la que vas a vivir durante varios años, así como los entresijos que se esconden bajo sus cristales y salas. Si te familiarizas con el ambiente, terminas por perder el miedo. Ubicarse es fundamental. La secretaría del centro, las bibliotecas y sala de ordenadores, el COIE (Centro de Orientación y de Información de Empleo), las diferentes actividades patrocinadas por la universidad, jornadas y cursos, carnés de estudiantes…
Se rompe literalmente con la etapa anterior. Personal y académicamente hablando. Puede que lo que te funcionara en Bachillerato no te sirva de nada ahora. La toma de decisiones está en tus manos y las primeras semanas son clave para bucear por ese mundo que se abre ante ti, conocer a tus nuevos compañeros e implicarte en el proceso del aprendizaje universitario. Los grandes enemigos del universitario son la fiesta excesiva, la falta de integración o motivación, la apatía por la carrera elegida, la cafetería del campus, la falta de preparación suficiente, la carencia de madurez, el descontrol horario y la ausencia a las clases magistrales.
No desequilibres la balanza. Organiza tu tiempo, asegúrate de que la información de la que te vales provenga de fuentes fiables, asiste regularmente a las clases, pregunta tus dudas, descubre la metodología y los gustos de cada profesor, completa la bibliografía básica, documéntate, marca un horario de estudio, identifica tus prioridades y no olvides tus límites. Es una experiencia única, el salto a la educación superior, a la prudencia y la sensatez, al caos que luego se transformará en orden lógico. Al novato se le reconoce a kilómetros de distancia pero es una etapa que hay que experimentar. Echo de menos la espera masiva fuera de un aula cerrada con llave, las exposiciones de los compañeros, las clases aburridas y la sensación de triunfo tras la salida de un examen perfectamente ejecutado, la biblioteca que aún hoy me recordará con nostalgia, los trabajos individuales, el final del camino, el título académico bajo el brazo…
La universidad te libera o te condena. Depende de cómo aproveches tu libertad y del futuro que desees construir. Mi consejo es la disciplina y la seriedad. La independencia universitaria como símbolo de madurez y de paso a la vida adulta. La decisión es tuya.
Querida hija, me ha gustado mucho este articulo. Besote
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