03 agosto 2011

Ridícula Cenicienta III

   (...) El sapo rugoso sigue ahí. Es el eco inconformista de otro tiempo, ni mejor ni peor. Sencillamente, diferente. En esta vida real no queda tiempo para las hadas ni los ogros, para los encantamientos ni hechizos, ni para las muestras de magia gratuitas. Hoy día tienes que tener cuidado con lo que deseas porque el mago que te escucha está corrompido y tiene demasiadas influencias. Ahora, esta ridícula cenicienta tiene que salir de su mundo de cristal a golpe de tacón, de ese tacón que en la adolescencia tanto deseó pero el cual fue incapaz de lucir luego con sobriedad y elegancia.

   La rebeldía es lo único que queda, tras convertirme en superviviente de mis propios anhelos, de mis estrepitosos fracasos, de mis escandalosas derrotas. El enano gruñón bajó el telón de un mundo fantástico y ahora de nuevo el ingreso a la realidad de pluma y críticas, de lucha y desgaste, de deudas que saldar, hipotecas por pagar, una vida de estudio y sacrificio por delante, un trabajo que merecer, un reconocimiento que obtener, un amor que alimentar, una vida por vivir, unos sueños por cumplir...

   Pero el sapo rugoso me sigue mirando y me pone ojitos. Algún día esta ridícula cenicienta se atreverá. Y le dará un beso. Y volverá a su desordenada y caótica peor edad. Ya lo verás. Y creerá saberlo todo, y se estrellará. Pero no pienso impedirle la caída de esos quince años, de esos quince centímetros de perverso y cursi tacón rosado. FIN

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