Me encuentro desorientada en esta enorme estación de autobuses. Me paseo más vulnerable que nunca entre marquesinas y equipajes, entre los empujones de viajeros impacientes. Mi única maleta es el corazón pero no encuentro la parada correcta. He deambulado demasiado por caminos solitarios y pantanosos y ahora deseo compartir mi amor, despertar acompañada, enfadarme con alguien que no sea mi reflejo en el espejo del baño, vivir y sentir con esa mitad que me haga sentir única en este mundo de iguales.
Los transeúntes no entienden la pregunta, me miran sorprendidos y siguen su camino. Unos llegan, otros esperan la salida. Dentro de esta monótona rutina yo necesito encontrar mi destino, entre tantos números yo estoy esperando mi oportunidad, la señal que indique cuál es mi parada, mi lugar, mi billete de ida. No importa la duración del viaje, los ruidos del exterior, el extraño silencio del vacío asiento de al lado. No es una huida, es un inicio. Creo que me dejaré guiar por las indicaciones del alma, por las voces del interior, por esa parte de mí que desea romper con la soledad. Pronto iniciaré mi éxodo particular, atrás quedarán las absurdas conversaciones conmigo misma, los besos con los que he soñado, la taza solitaria en el desayuno, el vacío inmenso de unos armarios demasiado grandes, el espacio vacante del lado izquierdo de la cama. Hoy digo sí al amor, a sus abrazos y a sus latidos. Por ello no desespero y sigo a tientas mi instinto, esperando encontrar, en este confuso mar de direcciones, mi parada, la parada del amor.
Los transeúntes no entienden la pregunta, me miran sorprendidos y siguen su camino. Unos llegan, otros esperan la salida. Dentro de esta monótona rutina yo necesito encontrar mi destino, entre tantos números yo estoy esperando mi oportunidad, la señal que indique cuál es mi parada, mi lugar, mi billete de ida. No importa la duración del viaje, los ruidos del exterior, el extraño silencio del vacío asiento de al lado. No es una huida, es un inicio. Creo que me dejaré guiar por las indicaciones del alma, por las voces del interior, por esa parte de mí que desea romper con la soledad. Pronto iniciaré mi éxodo particular, atrás quedarán las absurdas conversaciones conmigo misma, los besos con los que he soñado, la taza solitaria en el desayuno, el vacío inmenso de unos armarios demasiado grandes, el espacio vacante del lado izquierdo de la cama. Hoy digo sí al amor, a sus abrazos y a sus latidos. Por ello no desespero y sigo a tientas mi instinto, esperando encontrar, en este confuso mar de direcciones, mi parada, la parada del amor.
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