ESTHER DE LÓZAR CUEVAS

Dedico este pequeño espacio de intelectualidad a mi gente, que me regaló unas alas inmensas; a la vida, que me enseñó a emprender el vuelo sin estrategias ni maquillaje; a la educación, que me hizo libre. Esta mariposa de altos vuelos recupera su pluma... y escribe. ¡Bienvenidos a mi blog!

"La pluma es más poderosa que la espada y escribir con ella es considerablemente más fácil" (Feldman)

"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito" (Shakespeare)

"El alma tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene" (Victor Hugo)

"La peor lucha es la que no se hace" (Karl Marx)

"Lo que con más trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)

El caso Meño



   El Tribunal Supremo ha decidido reabrir el caso de Antonio Meño, un estudiante de Derecho que se quedó en coma a los 21 años, tras someterse a una operación estética de nariz en una clínica madrileña en el año 1989. El resultado fue un coma vigil irreversible. Los antecedentes jurídicos de esta trágica historia son los siguientes: en 1993, un Juzgado condena al anestesista por negligencia (por considerar que le había desentubado antes de haber recuperado la respiración espontánea) pero éste recurre y en 1998, es absuelto por la Audiencia Nacional. Desde entonces, la familia de Antonio se ha visto sumida en una profunda y lacerada lucha en los Tribunales, un desgaste a contracorriente para vivir en un mundo que para ellos nunca volvería a ser el mismo. 

   Era una familia modesta, sencilla. Tenían cuatro hijos pero desde el coma de Antonio, sólo existió uno. Sorprendentemente, los padres del chico, Juana y Antonio, pierden el primer recurso ante el Tribunal Supremo diez años después y se ven obligados a pagar 400.000 euros a los demandados por gastos judiciales. No sólo no se les concede una indemnización que permita atender a su hijo y proporcionarle una vida lo más cómoda posible dentro de su calvario, sino que un dedo acusador se cierne sobre sus cabezas para acrecentar su agonía y desesperación y hundirles en la miseria, moral y económica. ¿Dónde está la Justicia?, ¿Dónde se esconde?, ¿Por qué se disfraza?

   “Aquí Ministerio de la Injusticia”, rezaba una de las pancartas expuestas a modo de denuncia junto a la casa improvisada que los padres de Antonio habían establecido en la Plaza Jacinto Benavente de Madrid. Tras verse obligados a abandonar su casa, han vivido 522 días en la calle, con su hijo a cuestas, a expensas del frío, de la incomprensión, de incoloros desayunos y eternas madrugadas. Gracias a su valentía y arrojo, un hombre que casualmente paseaba por aquella plaza ha dado un giro inesperado al caso. Reconoce haber sido testigo de aquella operación, por aquel entonces como estudiante en prácticas y conforme a su versión, el anestesista se ausentó del quirófano para atender otra operación y el tubo de anestesia endotraqueal se desconectó. Niega la existencia de vómito alguno a la que recurrió en su dia el anestesista, por lo que nos encontramos ante un supuesto caso de negligencia médica. 

   Pero lo más triste de la cuestión que aquí nos compete, se pone de manifiesto en el fraude procesal que ahora ha quedado expuesto como una larga sombra de errores jurídicos que oscurecen el papel de los Juzgados y Tribunales españoles en detrimento del mayor perjudicado; unos padres coraje que no capitularon porque necesitaban de su rabia para seguir adelante. Reconocida la maquinación fraudulenta (el litigante vencedor del pleito, el anestesista, llevó a cabo una actuación maliciosa que provoca indefesión a la otra parte y que consistió en la omisión de la presencia en el quirófano de un médico en prácticas), se abre una nueva esperanza para esta familia, con la reapertura de su caso y un nuevo juicio civil que anula todos los anteriores. 

   Asistimos, en medio de trabas procesales y un claro retroceso burocrático, a la esperanza de unos padres que, al margen de una justicia ficticia que hasta hoy les había dado la espalda, han desarrollado su batalla diaria sin decaer en el intento. Todo por un hijo que, de no haber estado aquel 3 de julio de 1989 en un maldito quirófano, podría haber formado parte del sistema jurídico que le ha condenado en silencio durante tantos años. 

   Dicen que el mal endémico de la justicia española es su exasperante lentitud. A ello se deben sumar las irregularidades procesales, la falta de compromiso e involucración de los poderes públicos y la actuación vergonzosa de una Administración de Justicia que condena a los inocentes y se lava las manos. Pero la herida sigue sangrando para unos padres que vieron truncado el futuro de su hijo, rotas sus manos, muda su mirada, desgastada su alma. En un largo camino plagado de sentencias y recursos han dejado los Meño su vida; la sangre que no se ve pero amarga, las lágrimas que no se palpan pero queman, la incomprension que ciega pero que no ha podido con ellos. Ahora se abre una nueva puerta, tras tantas ventanas cerradas de golpe y sin previa explicación. Pero la herida sigue sangrando y no queda más que preguntarse: ¿dónde estará ahora la Justicia?, ¿se atreverá a mirar de frente a la familia Meño?, ¿expiará su culpa?, ¿pagará su penitencia? Recemos para que así sea.

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