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"Batman" |
(...) Aunque el cine comercial en la actualidad exhibe historias más heterogéneas, el tipo de línea argumental donde la heroína es salvada por el héroe de las garras del malo de turno, continúa existiendo en el género de la acción y aventura, y en otros como el policiaco o el de terror. Se puede decir, en palabras de la propia Mulvey, que el héroe masculino “sigue, vigila y se enamora de la perfecta imagen de la belleza y del misterio femeninos. Una vez que se confronte con ella, su impulso erótico consistirá en dominarla y forzarla a hablar mediante persistente interrogatorio”.
Los dispositivos visuales y narrativos erigidos por el cine clásico llevan a que el espectador masculino se identifique felizmente con el protagonista y, que a través de éste, ejerza una mirada activa y satisfactoria sobre la mujer. ¿Pero qué sucede con el goce de la espectadora? Según Mulvey, la mujer espectadora sólo tiene una posibilidad para conseguir cierto placer al mirar tales imágenes que no es otra que identificarse con el personaje femenino situándose a su vez en una posición pasiva de ser mirada; posición definida como masoquista. Pero, ¿si se identifica con la mujer objetualizada de la película no pierde su carácter activo de sujeto? Mientras el sujeto masculino permanece sin desconcierto sobre su identificación, a la mujer se le pide que se estimule con imágenes no pensadas para ella.
Lo cierto es que la mujer acude al cine a ver esas películas donde la mirada femenina es negada; es difícil de entender que se divierta e identifique con las imágenes proyectadas en la pantalla, puesto que la ideología patriarcal subyacente en las mismas ordena el propio inconsciente de la mujer. Existe en la cinematografía un machismo que, por desgracia, hoy día sigue vivo entre las propias mujeres y niñas educadas en una sociedad católica y patriarcal de la que se siente prisionera la propia productora cinematográfica, Laura Mulvey. Hasta en los dibujos animados se perfila perfectamente ese tipo de mujer asexuada, vacía totalmente de poder, ignorante, pasiva, que friega, barre, cose, cocina... entre los muros del hogar que no abandona; y esa otra cara de la moneda que encarna la malvad, una mujer ambiciosa, activa, con ansias de poder y de vida y que finalmente es derrotada: “Blancanieves”, “La Cenicienta”… Los dibujos animados presentan una desigualdad basada en el reforzamiento de unos roles sexistas; el hombre adquiere la fuerza, la mujer la belleza.
El cine, junto a la televisión, es uno de los medios de difusión de ideas, actitudes y modelos de vida más influyentes que existen. Con el cine aprendemos a besar, a resolver situaciones difíciles… Pero el problema reside en que la gran pantalla como medio de comunicación apenas promueve la capacidad crítica o la curiosidad intelectual, contribuyendo eso sí, a la transmisión y perpetuación de historias y roles patriarcales donde la desigualdad entre sexos es un hecho.
Pero las mujeres han cambiado, ya no son esos seres pasivos que se limitaban a las labores del hogar y cuyo fin último de la vida sexual era la fecundación. Ya no dependen económicamente de sus maridos; sino que pueden valerse por sí mismas. Pese a ello, en pleno siglo XXI, en la mayoría de las historias, el personaje femenino aparece fragmentado entre la mala y fálica (prostituta y amante) y el papel de mujer sumisa y débil (madre, esposa), siendo ambas usadas como imágenes para la contemplación, personajes subordinados a los apetitos y necesidades del protagonista masculino, donde sus instintos sexuales quedan en un segundo plano. Unos estereotipos que claramente no se corresponden con la realidad. Esta imagen de la mujer y de lo femenino que seguimos viendo en el cine deja de ser un reflejo de las mujeres reales para convertirse en una construcción. Una construcción ficticia creada por ese sistema de representación occidental y patriarcal donde la imagen de la feminidad está culturalmente establecida.
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"Marlene Dietricht" |
Remontándonos a los años 1939 hasta 1945, la mujer americana fue solicitada a ocupar los puestos de trabajo de los millones de americanos que marcharon al frente; siendo ellas las que mantuvieron en pie la economía del país durante todo el tiempo que duró la guerra. Una vez llegada ésta a su fin, los excombatientes volvieron a sus hogares, mostrando serias dudas sobre su capacidad para poder relacionarse con el sexo contrario. Unas mujeres que habían dejado a un lado las labores del hogar para dedicarse a otra tarea, no menos importante, como era el levantamiento económico del país. Señoras que fueron clasificadas por muchos hombres de infelices y enfermas.
Es en este contexto donde se comprende la construcción (y no decimos representación, pues es el modelo femenino recatado, puro, virgen y bondadoso el más representativo de lo que en la realidad se daba) de esa figura mitológica de la femme fatale en el cine negro, cuyo objetivo no era otro que manifestar esa inseguridad de los excombatientes. Recodemos a esa Marlene Dietrich o a una más cercana Sharon Stone en “Instinto básico” (1992), mujeres conscientes de su sexualidad, la cual aceptaban y utilizaban con gran inteligencia a su favor con el fin de conseguir lo que querían.
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"Instinto básico"
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Este icono de mujer fatal nos ofrece una imagen femenina que se niega a ocupar ese rol familiar y pasivo, pero tal resistencia resulta inútil pues como hemos podido analizar, tal estereotipo no logra romper con el sistema patriarcal dominante: la mujer aparece representada a través de su sexualidad pero fuera de esta fuerte seducción y de su hechizo y mirada amenazante parece no tener nada que decir; se trata, en realidad, de otro arquetipo de mujer creado por y para el hombre, lleno de exotismo, misterio y agresividad que hace más interesante para el hombre el intento de conquista de esta figura femenina. En su libro “Máquinas de amar”, su autora Pilar Pedraza afirma que la mujer es objeto en dos sentidos: como objeto imaginario o como objeto amenazador. La mujer que se construye para su admiración, sin mancha (Galatea, Pigmalión), y la mujer que se construye para su destrucción, insoportable a la mirada.
La narrativa clásica de Hollywood destila todo un discurso patriarcal que condena y castiga a las mujeres que no ocupan su espacio y su rol y trasgreden las normas del sistema establecido. De ahí el final trágico para la femme fatale , ya que sólo de esta manera podrá perdonársele que haya sido una mujer altiva y curiosa por los goces de la carne, evitando de esta forma que la espectadora caiga en la tentación de imitarla.
De todo ello se deduce que la mujer permanece atrapada dentro de un sistema patriarcal donde el protagonista masculino es quien mueve la diégesis, mientras que la protagonista femenina permanece fuera de ese círculo. ¿Cómo podemos transformar tal situación? Laura Mulvey propone para tal fin liberar la mirada de la cámara a través de su materialidad en el tiempo y en el espacio y a la mirada del público a través de la dialéctica, del distanciamiento apasionado. Una actuación realmente difícil debido a la aceptación inconsciente de un tipo de cine (prioritariamente el proveniente de Hollywood) en el que el papel de la mujer se limita a complacer al hombre, el espectador ideal al que va dirigido el discurso cinematográfico.
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"Thelma y Louis"
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¿Es posible que la perspectiva femenina se haga visible dentro del cine dominante? El placer visual al ver cine está manipulado y dirigido predominantemente al género masculino pero también existen excepciones y se puede hablar, aunque muy tímidamente, de la creación de un nuevo lenguaje cinematográfico que habla, no sólo del deseo de ambos géneros, sino de un protagonismo exclusivamente femenino. El hombre es quien actúa, quien controla los acontecimientos, quien decide qué hacer y de qué manera. Este modelo cinematográfico predominante se rompe con ciertas películas que ponen de manifiesto un punto de vista femenino incuestionable. Recordemos aquí el caso de “Thelma y Louise”, dos amas de casa que adoptan de la manera más inesperada un rol masculino y viven durante la película al margen de la ley, sucumbiendo a un inevitable destino trágico que les espera en el precipicio del Gran Cañón.
Sin embargo y desafortunadamente, son muy pocos los ejemplos que permitan a la mujer liberarse de ese papel secundario y de imagen poseída porque en nuestra cultura están muy arraigadas esas convenciones cinematográficas que permiten y justifican la universalidad de la mirada masculina. De nuevo, al igual que sucede con el arte, la publicidad y los demás medios de comunicación, en el cine impera el tradicional orden patriarcal como reflejo de desigualdad sexual. Y la mujer es la que sale perdiendo.
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