El domingo, 5 de agosto de 1962 desapareció la mujer y nació la leyenda. Tras su muerte a los treinta y seis años en extrañas circunstancias, Marilyn Monroe se convirtió en uno de los mayores mitos de la industria cinematográfica estadounidense.
Su verdadero nombre era Norma Jean Mortensen. Vivió una infancia difícil, marcada por la locura de su madre, su paso por un orfelinato y por diferentes familias de acogida y una violación con tan sólo once años. Su exuberancia física propició por parte de su tía Grace un matrimonio de conveniencia que naufragó pocos años después. Libre de ataduras y consciente de su belleza, unas fotografías como modelo serían el escenario previo de su entrada al mundo del cine. Tras varias apariciones fallidas, el éxito tocaría a su puerta con “La Jungla de asfalto” y “Eva al desnudo”. De los suburbios de Los Ángeles a un apartamento de lujo. De huérfana a reina. Suyo fue el trono de Hollywood. Tras “Niágara”, “Los caballeros las prefieren rubias” y “Cómo casarse con un millonario”, la popularidad de Marilyn creció como la espuma y su forma de maquillarse y su manera de hablar fueron imitados en los lugares más recónditos del mundo.
Quizá fue únicamente un hermoso truco del capitalismo para permitir a los americanos escapar de la triste realidad de entonces el transformar en objeto sexual a una mujer de carne y hueso que escondía bajo su encanto las imperfecciones de una vida vacía. Matrimonios fracasados, embarazos fallidos, crisis nerviosas, varios internamientos en un sanatorio psiquiátrico. Su vida íntima fue una espiral de miedos e infelicidad. “Yo era el tipo de chica a la que se encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano”, escribió la actriz en 1954.
Cincuenta años después de su muerte, el mundo del celuloide no olvida a una diva que recibía miles de peticiones de matrimonio en forma de cartas diarias. Su famosa escena en la que el aire de la rejilla de una acera levanta las faldas de la actriz en “La tentación vive arriba” ha quedado inmortalizada en la retina del séptimo arte. ¿Pero quién fue realmente Marilyn Monroe? Detrás de la explosiva diosa y de su pose de mujer provocativa, detrás de sus escarceos amorosos y de sus sensuales labios, se encontraba nada más que una mujer maltratada por la vida y explotada por unos magnates que ni siquiera creyeron conveniente enviar un ramo de flores al funeral de una mujer que les había hecho ganar tanto. Billy Wilder, productor de la película “Con faldas y a lo loco”, dijo una vez; “existen más libros sobre Marilyn Monroe que sobre la Segunda Guerra Mundial. Hay una cierta semejanza entre las dos: era el infierno, pero valía la pena”.
Sus dramas personales fueron menguando su sonrisa. Píldoras para dormir, excitantes, alcohol, retrasos en los rodajes. Los estudios la odiaban pero la necesitaban para seguir amasando dinero. Marilyn luchó incansablemente por obtener papeles serios en una industria que únicamente deseaba destacar su sexualidad. El mito erótico venció a una mujer magullada, incomprendida. Ella misma confesó que ser un símbolo sexual es una carga pesada de llevar, sobre todo cuando uno está cansado, herido y desconcertado. Deseada por los hombres, infravalorada por la prensa y los productores y esclavizada por sus propios temores, el icono de los años cincuenta murió joven y en la más absoluta soledad. Sobredosis de barbitúricos fue la versión oficial pero en torno a su muerte existen una serie de contradicciones que incluso llegan a barajar la hipótesis del homicidio (debido al idilio que mantuvo con el por aquel entonces presidente de los Estados Unidos, John Kennedy, y su posible conocimiento de secretos de estado que éste le revelaría en la intimidad).Puede decirse que esta diosa de la belleza y la sensualidad no pudo romper con la imagen de rubia explosiva y cabeza loca creada por la industria del cine.
"En Hollywood pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por el alma”, llegó a decir. Su vaporosa inseguridad y los traumas del pasado la entregaron sin reservas a un público que adoraba su luz y su magnetismo, artificiales pero arrolladores. Todos morían por sus besos pero a nadie le importó su alma. Su talento se vio eclipsado por un cuerpo de pecado y una cara angelical. Alcanzó la cima pero nunca encontró el amor. Entre fiestas de apariencias y contratos millonarios, Marilyn marcó el rumbo de su tortuosa vida. Si hubiese brillado de otra forma probablemente no sería recordada con la misma intensidad. No ha habido después ninguna mujer en el mundo del cine que pueda comparársele. Hoy día la belleza está sobrevalorada y las modas son pasajeras. Pero ella nunca se fue porque nadie ocupó su puesto. Una vida de excesos pero también de deterioro y heridas, llena de billetes pero hueca y perdida. Su vulnerabilidad y sus excentricidades la hicieron inolvidable. “Ojalá que la espera no desgaste mis sueños”. Su adiós prematuro se llevó sus sueños pero mantuvo vivo el recuerdo de unos labios deseados que tan sólo anhelaban ser amados. Marilyn Monroe. O simplemente Marilyn.
Artículo publicado previamente en el blog "Curioson"