Nació en una casa de adobe y ha conocido la miseria en su rancho de Sinaloa (México). A los 21 años decidió escapar de su destino y cruzó la frontera. Al otro lado le esperaban los mismos infortunios y la sombra del racismo que pesa como una losa sobre todos los inmigrantes ilegales que sueñan con una vida mejor, con la vida americana. Fue un espalda mojada que vivió a la intemperie, en las zonas oscuras de Estados Unidos. En su pueblo, donde le apodaron despectivamente “el perrero” por sus dotes innatas de amaestramiento canino, no le aceptaron. Poco se iban a imaginar sus paisanos y el propio César Millán que su mágico trato con los perros sería venerado en 105 países del mundo y que se construiría un imperio bajo su nombre donde el perro se convertiría en protagonista de su historia.
Su filosofía es “ejercicio, disciplina y cariño”. Es él el líder indiscutible de la manada, un encantador de perros que ha revolucionado la televisión con su liderazgo y su carisma, con sus habilidades para comunicarse con el que se dice es el mejor amigo del hombre. Sabe cómo chistar a los perros, lidia con los más rebeldes, apacigua a los más agresivos, conoce la energía que cada uno proyecta y la utiliza para el beneficio de dueños y animales. En una sociedad en la que el colectivo canino sufre por desgracia con mayor frecuencia los males del abandono y los malos tratos, este mexicano triunfa con una curiosa profesión, el adiestramiento de perros difíciles, en la que el ser humano y la mascota se aceptan y reconocen, con un respeto mutuo de su identidad.
Él no recurre a los gritos ni da órdenes, ni se impacienta, ni pierde los nervios. Su temple le indica al perro quien manda. Famosos y anónimos, ya nadie se resiste. Porque tiene una capacidad asombrosa de persuasión y de influjo. Lo saben las personas y lo sienten los perros. Su centro de Psicología Canina de Los Ángeles recupera a mascotas cuyos dueños dieron por perdidas y rehabilita a los canes más peligrosos. Sus técnicas han llegado a ser expuestas en universidades tan prestigiosas como la de Yale y la venta de sus libros ha alcanzado la friolera de los tres millones de ejemplares. Poco les ha importado a los perros sus orígenes o su anterior vida. Porque los perros no saben de prejuicios ni de racismo.
En una entrevista concedida al periódico “El Correo”, César Millán explica: “El perro siempre olvida si lo trataste mal. Todos los días te da una oportunidad, no como el humano, que está en guerra porque no olvida, no sabe… Tampoco sabe lo que es el amor incondicional, y el perro sí. Ese amor a toda costa es la demostración de la existencia de Dos para los que no creen en él. El perro es un embajador de Dios”. Un ejemplo de humanidad, autoconocimiento y disciplina en el corazón de unos Estados Unidos que se han visto obligados a reconocer la valía de un inmigrante vapuleado, que llegó sin nada para levantar un inmenso imperio canino y hacer del perro su amigo y su talismán.