La política informacional recurre, tanto en Europa como en Estados Unidos, a la simplificación de mensajes, publicidad y sondeos profesionales, creación de imagen y comentarios en los medios como mecanismos para conquistar o mantener el poder. Por ejemplo, en nuestro país, la democracia española, también hace uso de los medios de comunicación para alcanzar el triunfo (recordemos las elecciones generales de 1.982 que dieron la victoria absoluta al PSOE. Factores como el carisma de Felipe González y su presencia en los medios y el monopolio gubernamental de la televisión, unidos a la novedosa utilización de sondeos constantes, análisis / diseño imagen y selección de temas en tiempo y en espacio influyeron en los resultados electorales).
Los medios deben ser los suficientemente neutrales y distantes de las opciones políticas como para mantener su credibilidad, convirtiéndose en simples intermediarios de información entre los partidos y los ciudadanos. Sin embargo, la realidad es bien distinta: en las diferentes zonas del mundo, los medios encuadran la política y se han convertido, a su vez, en un campo de batalla donde cada partido político intenta debilitar a su opositor con el objetivo de obtener votos a favor en las encuestas de opinión, en las urnas...
El caso de la televisión es el más característico. El medio televisivo está adquiriendo un papel político más importante, si lo comparamos con otros medios como la radio y la prensa, y ello ha provocado un enorme gasto político en televisión, y la importancia, cada vez mayor, de la labor de los asesores de los candidatos en las campañas políticas. El marketing es un arma utilizada, en los últimos años, por los políticos con la intención de mejorar su imagen y de esta forma obtener o conseguir influir en la opinión pública intentando conseguir su voto en las urnas. El resultado de esa dependencia de los políticos por los medios ha dado lugar a la espectacularización de la política.
Vivimos en una época donde los medios de comunicación son los grandes protagonistas y donde, por desgracia, la existencia de burbujas informativas condiciona, y hasta vela, el conocimiento de la vida real. Por un lado, cualquier grupo de interés político, económico o social se vierte, en primer lugar y directamente, a través de los medios hasta el punto de que éstos parecen ser el centro mismo de la política. Por otro, las políticas de comunicación de esos grupos adoptan tintes cada vez más sofisticados y profesionales con el fin de impregnar la información de sus mensajes. Es el denominado periodismo de fuentes que nutre los gabinetes de prensa y que se aplica, con mayor esfuerzo, cuanto mayor es el deseo de que se difunda una noticia.
Por otro lado, los procesos de información definen el mundo y la posición de las naciones: la información es un bien como cualquier otro medio de producción. La distribución desigual de la información es un fenómeno social y político que afecta a los equilibrios de poder en el mundo: confiere poder al que la disfruta y distribuye, excluye de los círculos de poder al que carece de ella (la denominada “brecha digital”). Esta situación pone de manifiesto que, pesar de vivir en la denominada sociedad democrática, la globalización es de carácter selectivo, esclava de los intereses de los centros de poder; las potencias mundiales y los negocios internacionales. Bajo el nombre de globalización de la información se oculta la hegemonía de los poderosos.