ESTHER DE LÓZAR CUEVAS
Dedico este pequeño espacio de intelectualidad a mi gente, que me regaló unas alas inmensas; a la vida, que me enseñó a emprender el vuelo sin estrategias ni maquillaje; a la educación, que me hizo libre. Esta mariposa de altos vuelos recupera su pluma... y escribe. ¡Bienvenidos a mi blog!
"La pluma es más poderosa que la espada y escribir con ella es considerablemente más fácil" (Feldman)
"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito" (Shakespeare)
"El alma tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene" (Victor Hugo)
"La peor lucha es la que no se hace" (Karl Marx)
"Lo que con más trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)
Enero cruel
Las batallas que libro no son tan dolorosas como las heridas que cruzan el alma y deciden quedarse conmigo, atadas a las debilidades que parecen barrer todo vestigio de luz, de virtudes. Vivo hoy un enero frío, de carreteras muertas y paisajes abstractos, de gestos que me sacan de quicio, de un calor que congela los sentimientos y me mira a los ojos para burlarse de mi lado más profundo. Soy una loca soñadora que convive con la indiferencia de un mundo que ya no cree en las cartas de amor y que obliga hipotecar sueños, a firmar contratos de soledad. ¿Qué sucederá cuando pasen los años y me mire al espejo preguntándome dónde quedaron las ansías de vivir, los proyectos que el invierno me impidió cumplir? No estoy dispuesta a renunciar a nada, quiero vivirlo todo sin que duelan las dudas, sin que me corte el hielo del porvenir. La corona hoy ya no parece tan segura porque no hay noticias de la reina de las letras, ni de esos sabios que van quedando marginados y olvidados, en un lugar del palacio llamado anonimato. Hoy triunfan otros valores, los conocimientos por los suelos, la superficialidad en su máximo apogeo, el infierno más negro de los inviernos. Esquivo como puedo las mentiras que se apiadan de mí, las ironías de los que hace tiempo dejaron de creer en sí mismos, las palabras tremendistas que me alejan de todo lo que anhelo ser y me coloco sin preámbulos en ese camino, de nuevo en el punto de partida pero con las ideas firmes sobre el agua helada. No quiero quedarme en el invierno de este enero, en un enero tan tentador como cruel, que pretende ser un abrigo de mortal abrazo, una claudicación perpetua. He de hacer la maleta, guardaré las letras que me redimen, los excesos que me dan la vida, la valentía que sabrá gestionar mis miedos. Equivocada o no, hoy creo ciegamente en un sol que seduce a la mismísima nieve, soberana en las montañas más altas, inmaculada y letal en el alma. Intentarlo siempre. Aunque vuelva otra nevada, aunque sienta que este enero me mata. La sociedad está aterida de frío, hipnotizada, le cuelgan las fuerzas, esta estación la desarma. En estos tiempos difíciles que tratan de explicarlo todo y no justifica nada yo sigo buscando mi sitio, tratando de no perderme, buscándome cuando eso pasa. Entre el fuego del invierno y las rosas que sobreviven estoicamente a las gélidas heladas. En un enero bello, artificialmente iluminado, cautivador… un enero cruel.
Conectados: las redes sociales
“Cuatro años más”. Este tweet del presidente de los EEUU, Barack Obama, tras su reelección el pasado 6 de noviembre, ha sido el más leído del año 2012 con más de 810 millones de retweets y más de 300 mil marcaciones como favorito. Además de revolucionar el mundo de las comunicaciones, el uso generalizado de Internet parece llamado a afectar en profundidad a casi todas las dimensiones de la vida social: la economía (donde las innovaciones han obligado incluso a acuñar el término de new economy), la educación, el ocio y el entretenimiento, la política y las interacciones sociales en general. El fenómeno de las redes sociales ha sido uno de sus efectos más llamativos; una epidemia imparable en la que millones de personas de todo el planeta se interconectan y comunican alrededor de un entramado virtual que entretiene y devora, seduce y engancha. “Cada día se contabilizan 900.000 post de blogs, 50 millones de tuits, más de 60 millones de estados en Facebook y 210 millones de e-mails”, explica Dominique Cardon, sociólogo del Centro para la Investigación de los Movimientos Sociales.
El país se estremece al hilo de una maraña de mensajes y twitts, de foros de debate y nuevos líderes de opinión. El individuo crea las relaciones y de las relaciones surgen un infinito número de movimientos políticos, educativos, ecológicos, económicos, de reivindicación, de protesta, de disconformidad con el sistema. El movimiento de los indignados (15M) en busca de una democracia real y cercana o el movimiento 25S “ocupa el Congreso” son una muestra del poder de las redes, unas redes que reflejan la situación dramática del país y su decadencia económica, tal y como lo demuestran las palabras más buscadas del año; “trabajo”, “huelga”, “crisis” y “Rajoy” en Facebook y “Bankia”, “Prima de riesgo” y “Reforma Laboral” en Google.
Las relaciones que nos unen, los sentimientos que experimentamos, los estados de ánimo, las frases que nos definen, nuestros datos y fotos personales, todo a golpe de clic. Con redes sociales como Facebook, Youtube, Twitter, Linkedln o Myspace, la palabra privacidad se diluye, quedando anclada en las vitrinas de otro tiempo. El muñeco verde me indica que estás en línea, un emoticono sonriente me hace cómplice de tu alegría, una simple frase en tu estado me indica cómo te sientes o hacia dónde te diriges. Se teje un movimiento colectivo de gran envergadura en el que cada ser humano se siente acompañado a distancia, fenómeno conocido por los expertos en la materia como “ambient awareness”.
Parece que si no vives conectado, no existes. Ningún acontecimiento importante escapa a los ojos de unos gigantes alimentados de cables y deseos de visibilidad. Porque anhelamos ser vistos, ser envidiados, estar interconectados, ser reclamados, sentirnos vivos tras la pantalla. En esta poderosa forma de comunicación la transparencia no parece tan importante, mezclada la vida real con una pomposa artificialidad, mostrándonos en nuestros momentos más gloriosos, destacando los éxitos personales, jamás hablando de los fracasos, una auténtica puesta en escena en la que podemos ser a la vez protagonistas y testigos, cómplices y antagonistas. Se echa de menos un tiempo no tan lejano, en el que no existían los teléfonos móviles ni las redes sociales y los amigos eran de carne y hueso. Un tiempo en el que se tomaban las decisiones cara a cara, se lloraba en unos brazos, se comprendía un gesto, se hacían más difíciles las excusas. Un tiempo en el que las palabras de amor se decían mirándose a los ojos, los mensajes no tenían faltas de ortografía ni anglicismos innecesarios y todas las verdades y todas las mentiras se quedaban guardadas en la memoria, ajenas al gran público, confidencias compartidas en un círculo pequeño, anónimo pero tuyo. Ahora te hace falta un perfil digital, cientos de amigos a los que jamás conocerás, contactos que no merece la pena conservar, exponer una vida entera al universo para sentirte parte de algo más. Me pregunto si la imagen que damos de nosotros al mundo es la correcta, la que nos define y nos prolonga ante los demás. Me agobian las descontextualizaciones que se hacen tan a la ligera, la virtualización de los sentimientos, la vulnerabilidad a la que estamos expuestos, la reputación que nos acompaña, los malos entendidos. Los más reticentes nos acabaremos acostumbrado. Poco a poco iremos conectando… pero sin perder la humanidad y la magia de lo cercano.
Mientras duerme la ciudad
Cuéntame ahora, mientras duerme la ciudad, ahora que no quedan restos de fracaso rodeando las esquinas, ahora que la vida parece haberse detenido en una lágrima, en un suspiro, en tus pupilas. Cuéntame cómo has sobrevivido a las tempestades, a las heridas que siguen sangrando, al naufragio sempiterno que sigues arrastrando. Renaces cada primavera, con tu mejor vestido, siempre preparada para la lucha, con tus planes futuros aleteando entre edificios y almas sin consuelo, esperando el tren de las terceras oportunidades. Dime si no te pasa como a mí, dime si no temes quedarte atrás, atrapada entre las puertas que injustamente una vez cerraste, anclada en la limusina de las ocasiones perdidas, contando traiciones, poniendo cara y nombre a tus errores. Explícame ahora, en este silencio desgarrador, cuáles serán tus próximos movimientos, dónde desembocarán esas ansias de vivir, dónde escondes tus cientos de contradicciones, cómo vivirás este nuevo año. Eres envidiada por valiente, admirada por haber mostrado tu peor cara, por no ocultar tus derrotas tras una careta, por sobreponerte a las despedidas que implican renuncias. No te alcanzan las flechas de la cordura porque te defines a contraluz, cuando llega el ocaso y nadie pide explicaciones. Eres única por complicada, sin definición ni manual de instrucciones, con tus anhelos de conquista como epílogo alternativo, sin segundas intenciones. Adelántame alguna de tus absurdas pretensiones, qué harás con el porvenir, con el recuerdo de tus locuras, que una vez también fueron las mías, con las diminutas luces de añoranza que iluminan tu espacio y te retratan. Equivocada pero firme, diluida pero convincente. Cuéntame ahora, mientras duerme la ciudad, con un cielo oscuro que eclipsa mi futuro, cómo extenderás las alas y si te dolerá el golpe después. Demasiadas nubes negras pero tú no las ves. Sigues guardando el pasaporte a la eternidad en el bolsillo de las derrotas. Te mantienes despierta, viva, idealista… contemplando una ciudad que hace tiempo dejó de soñar.
Para los que luchan por su futuro sin renunciar a los sueños...
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