ESTHER DE LÓZAR CUEVAS
Dedico este pequeño espacio de intelectualidad a mi gente, que me regaló unas alas inmensas; a la vida, que me enseñó a emprender el vuelo sin estrategias ni maquillaje; a la educación, que me hizo libre. Esta mariposa de altos vuelos recupera su pluma... y escribe. ¡Bienvenidos a mi blog!
"La pluma es más poderosa que la espada y escribir con ella es considerablemente más fácil" (Feldman)
"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito" (Shakespeare)
"El alma tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene" (Victor Hugo)
"La peor lucha es la que no se hace" (Karl Marx)
"Lo que con más trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)
Soy de la UNED
La Educación Nacional de Universidad a Distancia (UNED) ha sido mi opción para cursar la carrera de Derecho. Por su metodología de educación a distancia permite la realización de unos estudios superiores a todos aquellos que prefieren este sistema ya sea por simple planificación y preferencia por sus técnicas de aprendizaje o bien por razones laborales, de residencia o cualquier otra. Es la universidad pública con mayor número de estudiantes del país, más de 200.000 y dispone de una amplia oferta formativa entre la que destacan 27 grados, 43 títulos de Máster universitario oficial y 41 programas de Doctorado.
Tras haber realizado mis dos primeras Licenciaturas de forma presencial y en una etapa en la que compaginaba el estudio de oposiciones y formación complementaria con un trabajo a jornada completa, opté por la matriculación en esta universidad pública que me ofrecía la posibilidad de un estudio solitario pero autónomo y responsable, a distancia. Entre los recursos del estudiante destacan las tutorías presenciales, los cursos virtuales, la biblioteca o las aulas AVIP.
Pronto descubrí que la UNED es sólo para unos pocos. Estoy muy ilusionada con la Licenciatura de Derecho (cuya extinción definitiva se producirá en el año 2015) pero he de confesar que los contenidos a veces resultan inabarcables, los temarios son extensísimos y los exámenes, combinación en la mayoría de las ocasiones de teoría y casos prácticos, son muy complicados. El sistema de evaluación consiste en acreditar el dominio de unos conceptos y una terminología propia a partir de un elevado nivel de exigencia, lo que conlleva por otra parte, una mayor y más sólida formación del alumnado, reconocida en los ámbitos profesionales y entre los preparadores y cuerpo de opositores a las diferentes profesiones jurídicas. Los programas de cada asignatura se exigen completos, sin reducciones ni posibilidades de derogación del temario, una diferencia enorme con la presencial, en la cual el profesor nunca llega a dar la materia en su totalidad debido a una decisión propia o a la falta de tiempo.
Me considero una persona afortunada porque gracias a mi fuerza de voluntad mis resultados académicos han sido siempre exitosos. Confieso que en la UNED me he venido abajo en un par de ocasiones ante la renuncia de varios exámenes, el agobio mental, la presión psicológica, la falta de tiempo material disponible… Pero siempre me han gustado los retos. Ya he aprendido que en esta universidad se requiere de una disciplina estricta y de una gran motivación. Si alguno de estos dos ingredientes te falla, no estás en el sitio indicado.
La UNED apuesta por la figura del estudiante activo, capacitado para organizar su propio trabajo, preparar las asignaturas con la bibliografía básica y complementaria, estudiar a un ritmo personal y adecuado a las necesidades de cada persona. Sus exigentes requisitos provocan el abandono académico de muchos estudiantes que, decepcionados o con una sensación de fracaso interior, deciden tomarse un tiempo, pasarse a la presencial o dejar los estudios definitivamente. Por todas estas razones, creo que puedo sentirme orgullosa de avanzar, lenta pero segura, por los vértices de esta universidad que me ha permitido estudiar de otra forma y no creer en límites ni fracasos personales. La UNED no es perfecta, ni mucho menos, y quizá demasiado dura para la gran mayoría de los mortales, pero siempre he creído que ningún camino fácil me conducirá a un lugar que merezca la pena. Para bien o para mal, con mis alegrías y mis decepciones, soy de la UNED.
La carrera de Derecho
La carrera de Derecho, insertada dentro de la rama de las Ciencias Sociales y Jurídicas, es una de las más demandadas en las universidades españolas. Entre los diversos motivos de elección se encuentran el gusto por las leyes y el mundo de los tribunales, la influencia familiar o la existencia de profesionales en la familia, por ser una carrera muy polivalente y con un amplio abanico de salidas profesionales.
El derecho es definido objetivamente como el conjunto de leyes y normas que regulan la convivencia social y las relaciones de los individuos con otros particulares, con diferentes colectivos, con organismo públicos… De ahí se entiende que el sistema legal y el conocimiento, interpretación y aplicación de las normas por parte de los diferentes organismos públicos y particulares constituyen la base de partida de estos estudios.
La finalidad esencial de esta carrera consiste en formar profesionales capacitados para intervenir en el sistema normativo y aplicar las leyes, con los conocimientos, aptitudes y destrezas necesarias para el ejercicio de la profesión jurídica en sus diferentes facetas y salidas laborales. El estudiante se enfrenta a una carrera muy versátil y heterogénea, con una gran amplitud de contenidos donde el dominio de la teoría es indispensable para la correcta aplicación de la dimensión práctica. Por ello, junto a la capacidad memorística, se requiere de una capacidad de raciocinio y comprensión que permita la aplicación práctica de las leyes generales a los casos concretos y particulares que demandan una solución. El dominio de la expresión, verbal y escrita, también juega un papel fundamental, puesto que se busca del estudiante la habilidad de redactar informes y escritos profesionales, así como la destreza oral en las intervenciones que así lo requieran. Todo este conjunto de cualidades se debe complementar con la dimensión ética y la concienciación del futuro jurista hacia los valores humanos, la sensibilización ante la justicia, el compromiso directo con los derechos humanos y los principios democráticos que le deben guiar en el ejercicio de su profesión.
De los planes de estudios se puede destacar la división de la carrera en varias áreas fundamentales y para ello me remito al cuaderno de orientación profesional de la Consejería de Empleo y Mujer de la Comunidad de Madrid, en el cual se especifican las siguientes (comunes para las diferentes universidades españolas):
- Derecho Administrativo. Ordenamiento administrativo. Estructura y régimen básico de las Administraciones Públicas. Posición del administrado y su tutela jurisdiccional. Consideración de los medios, bienes y actuación de las Administraciones públicas, con especial referencia a los diversos sectores de la intervención administrativa.
- Derecho Civil. Derecho privado. Derecho de la persona. Derecho patrimonial. Propiedad y derechos reales. Derecho inmobiliario y registral. Obligaciones y contratos. Responsabilidad extracontractual. Derecho de la familia y sucesiones.
- Derecho Constitucional. La Constitución y el ordenamiento jurídico. Organización constitucional del Estado. Derechos y libertades. El Tribunal Constitucional.
- Derecho Internacional Público. La comunidad internacional y el estatuto jurídico de los sujetos. Creación y aplicación de las normas internacionales. Las competencias. Responsabilidad internacional, arreglo pacífico de controversias y conflictos internacionales.
- Derecho Penal. Ordenamiento penal: teoría del delito y de la pena. La responsabilidad criminal. Examen de los distintos delitos.
- Derecho Romano. El Derecho en Roma y su recepción en Europa.
- Economía Política y Hacienda Pública. Funcionamiento de los mercados. Política económica. Teoría económica de los ingresos y gastos públicos. Economía de la empresa y contabilidad. Análisis económico del Derecho.
- Historia del Derecho Español. Estructuras básicas y evolución del Derecho español.
- Instituciones de Derecho Comunitario. Ordenamiento comunitario. Relaciones con los ordenamientos de los estados miembros. Estructura, órganos y poderes de las comunidades. Garantía judicial de los derechos.
- Introducción al Derecho Procesal. Función jurisdiccional. Organización judicial. El proceso y sus principios rectores.
- Teoría del Derecho. El Derecho como forma de organización y como sistema normativo. La ciencia del Derecho. Teoría del Derecho: la norma jurídica y el sistema jurídico. Interpretación y aplicación del Derecho. Conceptos jurídicos fundamentales. Los problemas del Derecho justo y la eficacia del Derecho.
- Derecho Eclesiástico del Estado. La tutela de la libertad religiosa en el Derecho español y comparado. Reflejos jurídicos (enseñanza, matrimonio, asistencia religiosa, objeción de conciencia). Régimen jurídico de las relaciones entre el Estado y las Iglesias y confesiones religiosas.
- Derecho Financiero Tributario. La financiación pública. Derecho presupuestario. Derecho tributario. Derecho de los gastos públicos.
- Derecho Internacional Privado. Técnicas de reglamentación y normas. Competencia judicial y derecho aplicable a las relaciones privadas internacionales. Eficacia extraterritorial de actos y decisiones extranjeras.
- Derecho Mercantil. El estatuto del empresario. El empresario individual. Derecho de sociedades. Títulos valores. Contratación mercantil. Derecho de la competencia. Propiedad industrial. Derecho concursal.
- Derecho Procesal. El proceso civil. El arbitraje privado. El proceso penal. Procedimientos especiales.
- Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Las relaciones laborales. El contrato de trabajo. Los convenios colectivos. Derecho sindical. Conflictos colectivos. La jurisdicción laboral. Derecho de la Seguridad Social.
- Filosofía del Derecho. El fenómeno jurídico. Ontología y axiología jurídicas. Problemas filosóficos básicos del Derecho.
- Prácticum. Introducción a la práctica integrada del Derecho.
Publicidad sexista
La imagen que de la mujer se transmite desde los medios de comunicación está basada en la consolidación de estereotipos fuertemente arraigados que refuerzan la subordinación de la mujer y conceden a la colectividad femenina unos rasgos característicos y presentes en la estructura social; las cualidades más atribuidas a la mujer responden a adjetivos relacionados con la belleza física y las relaciones interpersonales donde su papel siempre queda supeditado al del hombre. Parece ser que la mujer existente en la realidad actual debe responder a ciertos cánones de belleza y mantenerse dentro de ciertos parámetros reservados para ella.
De este modo, se restringe la personalidad de la mujer a ciertas características relacionadas con la feminidad, como si esos adjetivos calificativos fueran la norma vigente. Frente a la necesaria pero inexistente imagen diferenciada de cada mujer, lo que se hace desde los medios es potenciar inconscientemente un prototipo que satisfaga las necesidades del hombre y unas ideas discriminatorias y ofensivas en torno al papel de la mujer en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad, desde el laboral y privado (hogar) hasta el de las relaciones entre ambos sexos. Un ejemplo brutal es este anuncio de Gucci, criticado por los colectivos feministas como claramente ofensivo para la mujer.
Los anuncios de perfumes, envueltos en un clima mágico y sensual, aportan un punto de vista pasivo de la feminidad. En ambos ejemplos la mujer aparece junto al producto y su cuerpo funciona como un reclamo sexual, una especie de promesa para el espectador. La mujer del anuncio Desire aparece completamente desnuda y cubriendo sus partes íntimas pero con una mirada que incita al deseo, que permite al hombre su observación. La mujer de J’adore muestra una mirada tímida y su cuerpo semidesnudo. A pesar de anunciar perfumes femeninos, ambos anuncios buscan atraer la atención del hombre.
Los anuncios que se encargan de propagar la imagen de mujer sumisa, objeto de placer y supeditada al hombre son denigrantes para el colectivo femenino porque presentan un contenido sexista y orientado a satisfacer la mirada masculina. Algunos, como es el caso de estos anuncios de perfumes, muestran a la mujer-mercancía de una forma sutil pero existen otros que reflejan de forma más explícita la subordinación de la mujer, el rol que se desea que juegue dentro del sector publicitario.
Este anuncio de Majorica muestra la espalda desnuda de una mujer maniatada por un collar de perlas. Se trata de un claro ejemplo de sumisión de la mujer, reducida a esclava, a objeto fácilmente manipulable por el hombre; el eslogan viene a decir que si regalas a una mujer las joyas de la marca Majorica, ésta caerá a tus pies. La dominación que el hombre ejerce sobre ella se refleja físicamente con el collar, símbolo de esclavitud.
Este anuncio de Sony ofrece al consumidor uno de sus productos: una cámara digital. Pero añadido a ello y de una forma implícita, también se ofrece al espectador una recompensa por la compra del objeto; “si vas de viaje, llévate lo imprescindible”. El eslogan y la sugerente imagen que aparece debajo es más que suficiente para comprender que lo que el hombre puede conseguir no sólo es la cámara de vídeo sino una mujer como la que aparece en esa escena romántica a orillas del mar. En este caso, la mujer se representa no solo como objeto sexual, sino también como recompensa sexual.
Este anuncio de la bebida Shark habla por sí solo y muestra la fragmentación del cuerpo de una mujer y un eslogan “saca la bestia”. ¿Está insinuando que el hombre debe comportarse como un tiburón y que la mujer constituye su presa principal? Cada parte del cuerpo femenino aparece herido a través de arañazos, marcas y mordiscos. La mujer como objeto sexual, como desahogo del hombre que de nuevo puede hacer con ella lo que desee. Conforme a más de una interpretación, probablemente se podría ver en esa imagen un trasfondo de maltrato.
No existen las medidas perfectas pero parece ser que los anuncios nos empujan a creer lo contrario. Una cara lisa, un cutis perfecto, un pelo brillante, un cuerpo exuberante y proporcionado. La tecnología actual es capaz de convertir a una mujer sencilla en una figura escultural, admirada o envidiada por las demás mujeres y deseada por los hombres. Borrar las marcas de envejecimiento de las caras de las mujeres tampoco es ningún problema gracias al diseño gráfico. La cuestión, según Naomi Wolf en su libro El mito de la belleza: “no es trivial, atañe a nuestras libertades más fundamentales: la libertad de imaginar nuestro propio futuro y de estar orgullosas de nuestra propia vida [...] borrar los años de una cara de mujer es borrar su identidad, su poder y su historia”.
Por desgracia, las excepciones no abundan puesto que el canon de belleza idealizada y la importancia de la apariencia física están muy arraigados social y culturalmente. Un ejemplo que rompe con ese estereotipo de mujer perfecta lo representa la marca de jabones Dove y su campaña de publicidad anticelulítica, en la que las habituales modelos femeninas son sustituidas por mujeres más reales y sin esa delgadez extrema que caracteriza a la publicidad actual. Su último paso ha sido el de crear un portal en Internet para debatir sobre la belleza real, una alternativa complicada teniendo en cuenta la multitud de anuncios a través de los cuales se promueve la delgadez como signo externo de perfección: anuncios de alimentación (cereales, yogures...), cirugía estética, de perfumes, cosméticos...
Dave apuesta por una mujer sin complejos, que desea cuidarse pero sin rayar la obsesión ni la desesperación. Su cuerpo no es perfecto, es real. Una ruptura que presenta a una figura femenina más acorde con el modelo social existente. Es una lástima que los medios de información se erigan como una sutil y eficaz prolongación de la tradición pictórica, al perpetuar una imagen masculina de poder, posesión y dominio frente a la sumisión, pasividad y disponibilidad de la mujer, que sigue ocupando un segundo plano en el mundo mediático.
La elección de la carrera
Según los datos del Ministerio de Educación, entre el 30% y el 50% de los universitarios no termina la carrera debido a su perfil académico o a la elección equivocada de la titulación. La mayoría de ellos, pertenecientes a la rama de ciencias sociales y jurídicas o de las enseñanzas técnicas, toma esta decisión para adentrarse en los conocimientos de otra titulación superior.
Este dato resulta sobrecogedor y considero de vital importancia el análisis directo de este fenómeno tan relacionado con la deseada calidad universitaria de nuestro país. ¿Qué nos sucede a los jóvenes?, ¿Por qué tomamos una decisión de la que poco tiempo después nos arrepentimos? En principio, es necesario tener presente cuál es nuestro carácter. Cuáles son nuestras fortalezas y debilidades, nuestros valores e intereses, qué tipo de personas somos, con qué rama del conocimiento nos identificamos más en función de nuestras características personales.
El paso siguiente consiste en valorar nuestas opciones. ¿Cuál es la oferta formativa adecuada para nosotros? Hoy día, existen multitud de posibilidades abiertas al alumnado y debemos ser capaces de discernirlas y catalogarlas con todo el raciocinio que se merecen, ya que la elección de unos estudios superiores marcan tu futuro y condicionan tu vida. En este punto, es de vital importancia demandarnos a nosotros mismos una información y orientación fiable y sólida, recurrir a la experiencia de los más veteranos, hablar con los orientadores docentes, navegar por Internet y confiar en las páginas especializadas y con información oficial sobre las titulaciones, recopilar exhaustivamente datos sobre la carrera que nos atraiga (duración, salidas, centros de impartición, asignaturas, perfil…), acudir a los centros o universidades en los que se impartan los estudios que más nos llaman la atención y escuchar las charlas informativas, visitar las ferias educativas…
No existen recetas ni manuales para realizar una correcta elección. En muchas ocasiones, más de las deseadas, influyen factores externos no muy recomendables como las modas y los estereotipos, la motivación económica, ese tan deseado como abstracto prestigio que muchos se pasarán la vida buscando y que, a mi entender, se me antoja demasiado subjetivo, o la presión de unos padres cegados que desean que sus hijos sigan la tradición universitaria familiar o de otros padres que en fin, anhelan ver a sus retoños convertidos en aquello que ellos, por una u otra razón, nunca pudieron ser.
Expongo hoy esta cuestión porque mi experiencia personal resulta clarificadora. Mientras estudiaba Comunicación Audiovisual y Periodismo, las dos carreras que he dado por finalizadas y de las cuales he disfrutado mucho, empezó a interesarme el mundo del Derecho. Sentía un vacío formativo y anhelaba unos conocimientos por y para la vida, ampliar mis salidas profesionales. El ámbito jurídico es tan extenso y está tan a la orden del día en nuestro entorno que me llamó la atención. Y a los 23 años, tras múltiples averiguaciones e informaciones contrastadas, salidas perfiladas y todo un mundo desconocido ante mi, me tiré de cabeza. Pero muy informada, mucho más que a los 18 años. Y no me dolió el golpe. Al contrario. Me fortaleció.
Por eso os animo a reflexionar, a informaros, a investigar, a decidir concienzudamente, meticulosamente. Pero a abandonar también aquella carrera que no cumpla vuestras expectativas. Y a entender que, a pesar de los errores o las decisiones infructuosas, nunca es tarde para empezar de cero.
Este dato resulta sobrecogedor y considero de vital importancia el análisis directo de este fenómeno tan relacionado con la deseada calidad universitaria de nuestro país. ¿Qué nos sucede a los jóvenes?, ¿Por qué tomamos una decisión de la que poco tiempo después nos arrepentimos? En principio, es necesario tener presente cuál es nuestro carácter. Cuáles son nuestras fortalezas y debilidades, nuestros valores e intereses, qué tipo de personas somos, con qué rama del conocimiento nos identificamos más en función de nuestras características personales.
El paso siguiente consiste en valorar nuestas opciones. ¿Cuál es la oferta formativa adecuada para nosotros? Hoy día, existen multitud de posibilidades abiertas al alumnado y debemos ser capaces de discernirlas y catalogarlas con todo el raciocinio que se merecen, ya que la elección de unos estudios superiores marcan tu futuro y condicionan tu vida. En este punto, es de vital importancia demandarnos a nosotros mismos una información y orientación fiable y sólida, recurrir a la experiencia de los más veteranos, hablar con los orientadores docentes, navegar por Internet y confiar en las páginas especializadas y con información oficial sobre las titulaciones, recopilar exhaustivamente datos sobre la carrera que nos atraiga (duración, salidas, centros de impartición, asignaturas, perfil…), acudir a los centros o universidades en los que se impartan los estudios que más nos llaman la atención y escuchar las charlas informativas, visitar las ferias educativas…
No existen recetas ni manuales para realizar una correcta elección. En muchas ocasiones, más de las deseadas, influyen factores externos no muy recomendables como las modas y los estereotipos, la motivación económica, ese tan deseado como abstracto prestigio que muchos se pasarán la vida buscando y que, a mi entender, se me antoja demasiado subjetivo, o la presión de unos padres cegados que desean que sus hijos sigan la tradición universitaria familiar o de otros padres que en fin, anhelan ver a sus retoños convertidos en aquello que ellos, por una u otra razón, nunca pudieron ser.
Expongo hoy esta cuestión porque mi experiencia personal resulta clarificadora. Mientras estudiaba Comunicación Audiovisual y Periodismo, las dos carreras que he dado por finalizadas y de las cuales he disfrutado mucho, empezó a interesarme el mundo del Derecho. Sentía un vacío formativo y anhelaba unos conocimientos por y para la vida, ampliar mis salidas profesionales. El ámbito jurídico es tan extenso y está tan a la orden del día en nuestro entorno que me llamó la atención. Y a los 23 años, tras múltiples averiguaciones e informaciones contrastadas, salidas perfiladas y todo un mundo desconocido ante mi, me tiré de cabeza. Pero muy informada, mucho más que a los 18 años. Y no me dolió el golpe. Al contrario. Me fortaleció.
Por eso os animo a reflexionar, a informaros, a investigar, a decidir concienzudamente, meticulosamente. Pero a abandonar también aquella carrera que no cumpla vuestras expectativas. Y a entender que, a pesar de los errores o las decisiones infructuosas, nunca es tarde para empezar de cero.
Periodismo ético (II)
En el mundo en el que vivimos la libertad es peligrosa si no va unida a la responsabilidad, es decir, a la capacidad de responder de lo que uno hace ante quien tiene derecho a exigir unas lealtades o unos resultados. No obstante, la responsabilidad y la ética se difuminan fácilmente cuando otros imperativos, como el negocio del lucro económico, se muestran como dominantes. El sensacionalismo y el escándalo, el recurso a la violencia y al sexo, unidos al engaño y a la obtención de rentabilidad, dañan la confianza y la credibilidad de la profesión.
Se debe cuidar no sólo la forma de contar los mensajes sino también el mismo contenido y su finalidad. La comunicación ha de ser verdadera e íntegra y respetar escrupulosamente las leyes morales y los derechos fundamentales del hombre. Sin embargo, el beneficio de servir a la mentira tienta a muchos hasta el extremo de poner en entredicho la profesionalidad de los medios y sus estrategias. Se puede mentir de muchas formas; deformando la verdad, ocultando aspectos importantes de la misma, presentando sólo la versión más conveniente... Todos estos factores conducen a una sociedad sin información sobre la verdad de lo que sucede, una sociedad mutilada e incapacitada para garantizar los derechos humanos.
Cada vez surgen más críticas contra el deterioro cultural y ético de los medios, que tienden a tratar la información como mera mercancía. Por ello, el reconocimiento social del periodismo depende en gran medida de la capacidad de asumir por parte de los profesionales de la información unos claros criterios morales con los que se defienda la dignidad de toda persona implicada en el mundo de la información.
Si es verdad que el periodismo a veces tiene mala prensa, no es menos verdad que un método adecuado para su defensa es la creación y aplicación de una serie de códigos deontológicos que delimiten claramente el buen y el mal ejercicio del periodismo.
Se debe cuidar no sólo la forma de contar los mensajes sino también el mismo contenido y su finalidad. La comunicación ha de ser verdadera e íntegra y respetar escrupulosamente las leyes morales y los derechos fundamentales del hombre. Sin embargo, el beneficio de servir a la mentira tienta a muchos hasta el extremo de poner en entredicho la profesionalidad de los medios y sus estrategias. Se puede mentir de muchas formas; deformando la verdad, ocultando aspectos importantes de la misma, presentando sólo la versión más conveniente... Todos estos factores conducen a una sociedad sin información sobre la verdad de lo que sucede, una sociedad mutilada e incapacitada para garantizar los derechos humanos.
Cada vez surgen más críticas contra el deterioro cultural y ético de los medios, que tienden a tratar la información como mera mercancía. Por ello, el reconocimiento social del periodismo depende en gran medida de la capacidad de asumir por parte de los profesionales de la información unos claros criterios morales con los que se defienda la dignidad de toda persona implicada en el mundo de la información.
Si es verdad que el periodismo a veces tiene mala prensa, no es menos verdad que un método adecuado para su defensa es la creación y aplicación de una serie de códigos deontológicos que delimiten claramente el buen y el mal ejercicio del periodismo.
Periodismo ético (I)
Cuando la libertad de información se convierte en pieza clave de toda sociedad democrática, cuando las diversas funciones sociales de la prensa son continuamente atacadas por el poder político, cuando la vida privada del ser humano está sometida a la investigación de la prensa, las exigencias de responsabilidad moral a la profesión periodística crecen considerablemente.
En nuestros días, la ética no puede ser considerada una mera especulación que nada aporta al mundo de la vida profesional; al contrario, es tan necesaria como insuficiente. Los propios códigos deontológicos no comportan ninguna fuerza de convicción si no existe previamente una voluntad moral por parte de los propios profesionales de asumir con todas las consecuencias el espíritu que propugnan las normas más arraigadas de la profesión. Estas normas, que se concretan en deberes y derechos, junto a los valores y las virtudes, se encuentran dentro de la lógica de la reflexión ética y de todo conflicto moral, tanto en el ámbito de la vida privada como en cualquier profesión pública.
Los códigos deontológicos de los periodistas suelen reconocer valores e ideales que deben ser respetados y fomentados por la propia profesión, colaborando en su realización e institucionalización social y cultural: tolerancia, pluralismo, paz, democracia... Su objetivo es guiar sus conciencias y fomentar una mayor responsabilidad personal.
No hay que olvidar que los medios de comunicación, además de constituirse en empresas económicas, están al servicio de los derechos humanos y del bien común. La tarea informativa acaba proponiendo determinadas maneras de pensar y opinar, defiende valores morales y políticos y se convierte en la principal difusora de modelos de existencia e ideales. Si cada vez se exige mayor honradez y responsabilidad a los periodistas es por la conciencia social que se está adquiriendo sobre el poder que poseen los periodistas de influir y persuadir a oyentes, televidentes y lectores.
El mundo del periodismo presenta una realidad heterogénea y compleja. Dentro de este contexto, no todas las prácticas que se realizan ni las informaciones que se difunde son verdaderas e íntegras; existe un ejercicio periodístico poco escrupuloso que utiliza métodos poco ortodoxos para lograr alcanzar mayores cuotas de audiencia. Por ello, el mayor reto del periodismo del siglo XXI es el de conseguir la independencia a través de la difusión objetiva de la verdad y fomentar el compromiso de los medios en dar a conocer lo más fielmente posible los acontecimientos que se producen en la sociedad.
El saber jurídico
Existe en la actualidad una gran demanda social de información jurídica. La vida del hombre se desarrolla en continuo contacto con el Derecho; el ciudadano común, al abordar las diferentes cuestiones procedentes de las relaciones sociales, se ve inmerso constantemente en la realización de actos jurídicos como por ejemplo, actos de compraventa, obtención de actas de nacimiento, matrimonio y defunción, realización de contratos, seguros sociales, testamentos, actos de carácter administrativo como la solicitud de una beca universitaria…
La sociedad en la que vivimos y su estructura fundamental parte de un sistema de comportamiento social mínimamente codificado en el que la presencia de unas directrices y normas de conducta se convierten en imprescindibles para orientar y garantizar la vida comunitaria. De esta idea se desprende la importancia de la regulación jurídica como elemento clave para la organización y funcionamiento de la vida social. Las fuentes formales a través de las cuales se expresa el Derecho se presentan a través de diferentes tipos normativos como la ley, la costumbre, la doctrina jurídica, las decisiones jurisprudenciales, los contratos, los principios generales del Derecho, los estatutos, los pactos…
Digamos que el saber jurídico se puede dividir en cuatro grandes campos: el saber jurídico ordinario o vulgar (se corresponde con los conocimientos que sobre el Derecho tienen la mayoría de los ciudadanos de cualquier sociedad, ya sea por la experiencia o por la información recibida de su entorno social), el saber jurídico práctico o técnico (política legislativa y jurisprudencia), saber jurídico científico (saberes fáctico-sistemáticos, saberes normativo-sistemáticos y saberes lógico-sistemáticos) y el saber jurídico filosófico (elevado nivel de abstracción). Partiendo de esta clasificación, podría entenderse que el ciudadano sin conocimientos jurídicos y con una noción mínima del sistema legal que le rodea, se enfrenta a un mundo desconocido y precisa de la ayuda del experto para resolver su problema. Un informe del Consejo General del Poder Judicial (año 2000) manifestaba que “la proporción de españoles que dicen haber tenido alguna experiencia personal, de cualquier tipo, con el sistema legal ha experimentado un llamativo aumento a lo largo de los últimos veinte años. Así, el 41% dice ahora haber acudido alguna vez a un abogado para consultar algún asunto: hace sólo dos decenios este porcentaje era, en cambio, apenas la mitad. Esto explica, sin duda, el importante crecimiento experimentado por el número de abogados en ejercicio existente en nuestro país. Por otro lado, el 56% de todos los españoles dice haber acudido alguna vez a un notario para alguna cuestión jurídica. Y algo más del tercio (35%) dice haber tenido algún contacto (de cualquier tipo) con los tribunales de Justicia”.
Lo jurídico lo invade todo. En una sociedad juridificada, aquél que se decida a entrar en el mundo de las leyes no estudiará únicamente una carrera válida para el ejercicio profesional sino que conseguirá comprender, como ciudadano, todo ese entramado de normas que rigen la sociedad, será conocedor de su significado, de sus aplicaciones e interpretaciones y podrá ser consultado y ser erigido como oráculo de unos, como asesor de otros. Sabrá defenderse en las más variopintas situaciones porque conoce la ley, sabrá actuar porque conoce los procedimientos, no caerá en la trampa del tiempo porque es consciente que la justicia habla de plazos. Lo jurídico lo invade todo y el experto es consciente de ello.
Durmiendo con su enemigo (violencia de género)
2010 ha sido un año negro en lo referente a la violencia de género. 71 mujeres han sido víctimas de sus parejas sentimentales; casi un tercio de ellas habían denunciado sus situación y el 18% tenían medidas de protección. El 64,8% eran españolas. Frente a estas cifras poco tienen que decir la actual reforma del Código Penal, las medidas de la Ley Integral Sobre Violencia Doméstica, las campañas de concienciación o los mensajes de todas aquellas instituciones que instan a la mujer a la denuncia de su agresor.
Parece que algo se nos escapa. La mujer que vive su particular infierno es una víctima doble; de su maltratador y de sí misma. Muchos se preguntan cómo es posible que una mujer que dispone de protección social y del respaldo institucional decida guardar silencio y no denunciar. Habría que analizar las razones de fondo que la conducen a disculpar a un maltratador. Junto a las causas sociales y culturales, se olvida a menudo el factor psicológico, la historia emocional particular que rodea y define a cada víctima. Es imposible comprender el desenlace trágico de una historia cuando nada se sabe de los antecedentes ni de los primeros capítulos de una vida que lleva a sus protagonistas a dormir con sus enemigos, a exculpar sus golpes, a callar su desgracia. No existe un perfil único de mujer maltratada pero los rasgos comunes a todas ellas son los siguientes: baja autoestima, sentimiento de culpabilidad por haber sido agredida, sensación de fracaso como mujer, esposa y madre, sensaciones de miedo y falta de control sobre su propia vida.
La llave que puede permitir a la mujer escapar de su prisión es interna y se halla en la intersección que separa el dolor y el sentimiento de culpa de la dependencia afectiva que ata y destruye. Quizá a la sociedad le haga falta plantearse la importancia del psiquismo como arma contra el maltrato doméstico. Saber escuchar para poder comprender. Y después actuar. Información de los cauces legales y medidas de protección que las amparan, sí. Instituciones de defensa y Tribunales de justicia sensibilizados, sí. Protocolos de escucha y ayuda psíquica, también.
Caso Mariluz: errores judiciales
El caso Mariluz ha despertado una gran alarma social. El padre de la pequeña asesinada, Juan José Cortés, un joven perteneciente a un barrio humilde de Huelva, vendedor de mercadillo y pastor evangélico cuya vida se truncó una fatídica tarde de 13 de enero de 2008, ha sido un padre coraje que hábilmente ha utilizado a los medios de comunicación para su causa, con una incipiente carrera política en marcha como asesor político del PP. Su lucha y su denuedo han sonrojado al sistema judicial porque tras la trágica historia mediática se ha dejado al descubierto toda una cadena de errores inadmisibles que desprestigian a la justicia y sobrecogen al ciudadano, incapaz de entender cómo es posible tanta desidia y pasividad por parte de aquellos funcionarios que deben velar por nuestra seguridad y por la protección de nuestros derechos fundamentales y libertades públicas. ¿En manos de quién queda la potestad jurisdiccional?, ¿Cómo es posible que un hombre se halla burlado de la justicia durante seis años, cambiando continuamente de ciudad y buscando niñas de las que poder abusar, cuando existían condenas en firme que le exigían ingresar en prisión?, ¿cómo se explica que un Juez de Sevilla tarde cuatro años en probar los abusos del pederasta?, ¿y cómo entender que, tras el recurso de la condena por la defensa, la Audiencia Provincial de Sevilla espere otros tres años para confirmar la sentencia?, ¿cómo, en fin, se le explica a un padre que su hija ya no está con él porque la justicia se ha envuelto en una capa de indolencia tan incomprensible como cruel, beneficiando al culpable y promocionando su carrera delictiva, debilitando el sistema, hiriendo a las víctimas que han tenido valor para denunciar, favoreciendo quizá la presencia de nuevos y envalentonados criminales que consideren un camino de rosas burlar a la ley, apagando la fe en la justicia de los ciudadanos?
La realidad es que la opinión pública se echa a la calle cuando descubre el escandaloso pasado del presunto culpable, Santiago del Valle, y la Justicia se avergüenza porque el crimen de la pequeña Mariluz podría haberse evitado. Se pretendió, a mi entender, efectuar un lavado de imagen y que mejor manera que la de poner cara y nombre al Juez que llevaba el caso y cuya negligencia le supuso una multa de 1500 euros. Pero es necesario ir más allá del Juez Tirado, su secretaria judicial (suspendida seis meses de empleo y sueldo) y la Junta de Andalucía. Y es que la realidad del sistema judicial español demanda una solución a la increíble falta de comunicación entre Juzgados, a los atascos de información y a la falta de medio materiales y humanos. Porque la sobrecarga de trabajo (e incluso la dejación de funciones) imposibilita hacer frente a las innumerables denuncias diarias y el Ministerio de Justicia no puede olvidar que tras ellas existen casos concretos y personas con nombres y apellidos, ciudadanos esperando una justicia que no llega.
Y es paradójico pensar que, en Estados Unidos, al matrimonio del Valle de nada le habría valido pasarse los diez largos años que escaparon de la justicia española cambiando de ciudad porque allí existe un servicio legal y público que proporciona un mapa detallado de delincuentes sexuales (información exhaustiva del pederasta, con su ficha policial al desnudo, su foto y su última residencia). En España, esta iniciativa política resulta inviable porque la Ley de Protección de Datos lo prohíbe y porque supondría una invitación al linchamiento y ajuste de cuentas al tiempo que anularía cualquier posibilidad de reinserción para los fichados. Es lo que hay. Nos queda a los ciudadanos un miedo en el cuerpo y una sensación de incertidumbre que taladra el alma escuchando las palabras de Juan José Cortés cuando dice “aceptaré lo que diga el Tribunal. Del juicio espero justicia”. Una muestra de fe, que es lo que le queda, para un sistema que le ha fallado como padre y como ciudadano.
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