ESTHER DE LÓZAR CUEVAS

Dedico este pequeño espacio de intelectualidad a mi gente, que me regaló unas alas inmensas; a la vida, que me enseñó a emprender el vuelo sin estrategias ni maquillaje; a la educación, que me hizo libre. Esta mariposa de altos vuelos recupera su pluma... y escribe. ¡Bienvenidos a mi blog!

"La pluma es más poderosa que la espada y escribir con ella es considerablemente más fácil" (Feldman)

"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito" (Shakespeare)

"El alma tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene" (Victor Hugo)

"La peor lucha es la que no se hace" (Karl Marx)

"Lo que con más trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)

Guarda nuestros sueños

   Guarda nuestros sueños en una caja de recuerdos absurdos pero adorables, envuelve ese gesto que nos hizo únicos, esa mirada que nos enamoró. Cuando de nuestra juventud sólo queden retazos, comprime las palabras que parecían no importar en aquel entonces pero que en un futuro lo significarán todo. La melancolía siempre se adueña de nuestros pasos, de nuestra sombra, de nuestro ayer. Conserva por duplicado las fotografías que delatan nuestra inconsistencia, los días de gloria personal que se borrarán del calendario, las confidencias que volaron con la edad, las quimeras que no soportaron el paso del tiempo. Cuando la piel envejezca recuérdame siempre quiénes fuimos, quiénes soñábamos ser. Guarda nuestros sueños en frasco de cristal, entre los besos y las caídas, junto al gris de las decepciones y los lutos que no caducan, enfrente de la locura y de las cosas viejas de las que, por mágicas, no pudimos deshacernos. Envuélvelo todo junto, cuando de esos años sólo quede el recuerdo, y hazme ese regalo. Para que podamos abrirlo juntos y hablar en pasado, evocando los sueños que nunca cumplimos, soñando de nuevo con ellos.
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Nuestro propio record

    En uno de sus brazos lleva tatuado la frase “nacido para volar”. Felix Baumgartner no tiene alas pero sí una voluntad de hierro que le ha llevado a lanzarse desde una altura de 39.068 metros y batir tres records históricos: la caída libre más alta, el vuelo tripulado en globo al punto más alejado de la Tierra y ser el primer ser humano capaz de romper la barrera del sonido, sin apoyo mecánico. 

   Los mortales hemos contemplado con asombro como este austriaco ha ascendido hasta la estratosfera y, tras cinco años de preparación, ha dado vida y magia a su proyecto, ha cumplido su sueño. Su ejemplo demuestra a pequeña escala como nuestros frutos son los logros que hemos cosechado a conciencia. Hay personas que jamás se subirán al globo de la vida, que jamás caerán porque nunca lo intentarán. Otros suben temblando y se quedan atrapados en la cápsula, sin propuestas ni capacidad de reacción. Demasiado vértigo en las alturas de su alma, inseguridad en los confines del corazón. Los hay que conquistan el cielo y se llenan de nubes y olvidan su sitio en el mundo. Algunos tardan más en subir pero lo han hecho concienzudamente, con firmeza, y saltan porque se atreven, porque llevan un justo equipaje, un traje presurizado que les protege de las altas temperaturas del viaje a lo desconocido. La caída libre para algunos es dolorosa porque amarga abandonar el cielo y da miedo no volver a tocarlo pero son conscientes de que deben entregarse a otras metas, a otros sacrificios, a otro universo. Para los aventureros es pan comido, se lanzan contemplando un mundo a sus pies, deseosos de reconocimiento y acción, vanagloriándose de su hazaña, ideando un proyecto más asombroso aún que el anterior. 

   Todos anhelamos escribir nuestros propios records en la historia que protagonizamos, una caída libre de cuento. Las limitaciones son las peores cadenas del hombre. Lo imposible se cumple, lo que parecía lejano, se conquista. Es el espíritu de superación. El ascenso parece eterno desde nuestro globo pero el cielo siempre espera a las mentes más luchadoras y aplicadas. A las que confían y no conocen de límites. Algún día llegaremos al cielo, alcanzaremos nuestras metas personales y, como este aventurero intrépido, descenderemos en paracaídas sobre el desierto de nuevas inquietudes y de sueños que aguardan ser cumplidos en miles de cápsulas del tiempo. Volveremos a la Tierra para contarlo.
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La quiebra de la imparcialidad


     

   (…) El caso de los niños Ruth y José Bretón requiere una justicia inmersa dentro de un proceso penal que debe ser respetado. Pero los medios de comunicación han cruzado una vez más la línea que separa la información del análisis y valoración de unos hechos judiciales pendientes de sentencia. Los juicios paralelos se desatan en los programas televisivos, en multitud de plataformas y foros virtuales. El ser humano tropieza siempre con la misma piedra, en este caso la de la osadía que otorga la propia ignorancia. Nos resulta demasiado fácil aportar reflexiones (me incluyo porque también he escrito sobre este caso) y formular juicios sin ser expertos en la materia.
   Tras las conclusiones de dos reputados paleontólogos el caso dio un giro de trescientos sesenta grados y desmanteló el informe de la policía científica. La afirmación de que los restos hallados no eran de roedores sino pertenecientes a dos niños disparó la alarma y el comisario Serafín Castro se cuela por la puerta grande de varios canales de televisión para dar las pertinentes explicaciones de un caso que, recordemos, contaba con una investigación aún abierta. Error lamentable y más si tenemos en cuenta que José Bretón será juzgado por un jurado popular en la Audiencia Provincial de Córdoba que tendrá que luchar por ser imparcial (difícil tarea porque nadie es inmune a tanta contaminación mediática) en medio de juicios paralelos y opiniones televisadas. 

   La colisión es brutal entre el derecho a la información del ciudadano y el secreto de sumario de la investigación judicial o el derecho a la tutela judicial efectiva. La vista oral no ha comenzado y si el sumario es secreto total o parcialmente deberían estar prohibidas las filtraciones o intervenciones de mandos policiales (como ha ocurrido en este caso) que podrían desvirtuar con su testimonio pormenorizado de la investigación (e incluso sus opiniones personales y elucubraciones) la función de los miembros del jurado. La intervención televisiva del comisario del caso fue un testimonio abierto de un hombre cualificado y con muchos años de servicio, que habló de venganza, de las rarezas de Bretón, de sus conversaciones con él, de los detalles de la investigación… El lugar no era el correcto. Sus palabras deben ser escuchadas en sede judicial, no en un plató de televisión. 

   En resumidas cuentas, se logra audiencia y espectáculo a costa de un proceso penal que está tramitándose y se juega con la imparcialidad de un jurado popular agobiado y absorbido por la presión mediática. La presunción de inocencia contra la pared y la obligación de silencio escondida en el armario. El Estado de Derecho vulnerando sus propios principios ante las cámaras, resquebrajado por esos juicios paralelos que arrancan a la Justicia una parte innegable de legitimidad.
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La hoguera de Bretón

     José Bretón quería venganza (“¿sería bueno desprenderme de las cosas que me recuerdan a ella?” es una de sus elucubraciones anotadas más escalofriantes). Sus hijos fueron el móvil sobre el que este hombre volcó la frustración de su desengaño. Un desquite insuperable arrebatando a una madre lo más valioso y convirtiéndola en víctima sin hijos y sin respuestas. Su presunto delito por detención ilegal ha derivado en doble asesinato con alevosía y con el agravante de parentesco por los que podría enfrentarse a una pena de hasta 25 años por cada uno de los delitos.

   Nadie creyó nunca su historia y de un previo intento de suicidio (para evitar que su mujer le dejase) pasó a una hoguera en la que presuntamente consumó su despecho. José Bretón es un hombre calculador, impasible, sin restos de arrepentimiento o muestras de dolor. No siente ni padece, ni parece muy por la labor de confesar los hechos. La reconstrucción de lo sucedido no convence a nadie y sus explicaciones inverosímiles activan la alarma y desencadenan una investigación policial (análisis del suelo de la finca, perros que han rastreado las fincas cercanas, buzos en el Guadalquivir…) que quedó en punto muerto y que malogra por desgracia un error de la policía científica en un informe pericial. ¿Por qué no se pidió una segunda opinión?, ¿por qué si las pesquisas apuntaban a la Finca de las Quemadillas no se profundizó en unas conclusiones que resultaron ser la pieza clave de la resolución del caso? Resulta deprimente que sea la propia madre, ciudadana de a pie, la que solicite una nueva investigación sobre los mismos restos. De nada sirven ahora estos interrogantes porque la verdad se ha abierto camino a través del fuego y de las mentiras calculadas. El conocimiento de los hechos (o la certeza de la muerte de sus pequeños) para la madre es el final de una incertidumbre que pesaba demasiado y el comienzo de un luto que no terminará nunca.

   Parecía muy seguro Bretón de la imposibilidad de hallar pruebas pero se ha dado de bruces contra los huesos de su propios hijos. Los últimos informes, confirmatorios de que los restos óseos eran humanos, sientan las bases de la acusación. Los indicios conducen a unas actuaciones previamente planeadas; él, que puso a prueba su propósito llamando a su mujer y esperando una respuesta que satisfaciera su ego y derrumbase sus planes preconcebidos de antemano; él, que le entregó un ramo de rosas y una carta (esperaba poder reanudar su relación) el mismo día que recogió a sus hijos a una mujer a la que jamás hizo regalos; él, que apuntó en sus anotaciones la frase “tal vez prefiero hacer daño antes de que me lo hagan”.

   Y la hoguera, en principio considerada pista falsa, adquiere de pronto significado policial, judicial y mediático y desencadena un fuego abrasador, el de la incomprensión, la rabia, el dolor. El grito perpetuo de una madre, el silencio de unos niños (ángeles, así los ha definido ella) castigados por un hombre mediocre que ha tenido un protagonismo inmerecido tras los errores en el que se consideró concluyente el informe de la policía científica y que se ha dado el gusto de movilizar a la policía y mantener en jaque a un Estado de Derecho que espera con ansia la sentencia.

   “En la calle soy un mierda, pero en mi casa mando yo”, dice Bretón. Le definen como un hombre maniático, metódico, ordenado, calculador. Sigue sosteniendo su versión del parque Cruz Conde. Duerme con tapones en los oídos y antifaz, aislado de una sociedad escandalizada y sin quitarse horas de sueño, borrando de su mente los recuerdos de unas sonrisas infantiles que parecen no atravesar su celda ni su conciencia. Ajeno a las hogueras y mentiras que no se apagan, a las brasas que como pruebas incandescentes siguen quemando, al humo que engaña y asfixia, a las cenizas de unos niños que, sin preverlo él, le delatan.
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Mi mejor enemiga

   No sé cómo lo haces. Para ti son los elogios, para mí los segundos platos y las migajas. Eres la peor amiga que tengo, la más mala y traicionera, la que me roba al chico de mis sueños y llora en mis brazos cuando se le rompe el corazón. Dominas los hilos tan sutilmente que las marionetas de tu obra siguen jugando su papel, cumpliendo la función que tú les has encomendado. Estás intoxicada y me contaminas, me pides consejo y me acuchillas a traición, te hago un favor y me delatas, te encubro y me mientes, conservo tus secretos y tú revelas los míos. Tienes la habilidad de no dejar cabos sueltos, de encontrar otros culpables, de limpiar tu conciencia antes del amanecer. No quiero convertirme en tu muñeca de repuesto, en tu dulce caducado, en la redención para tus pecados. Ahora que estamos frente a frente te digo que no pienso seguir viviendo en tu mansión de juguete, hipnotizada por tu pelo oxigenado ni rompiendo mi cabeza contra el muro de tus mentiras. En mis ojos ya no entran más farsas. Vete y déjame en paz y llévatelo todo, tus insultantes poses, tu cara de niña buena, tus frases envenenadas. Hasta tu perfume barato. No quiero volver a ser víctima de tus planes. Ahora contarás tu versión y seguirás camelando, convenciendo, enamorando. Pero yo me desvinculo y no te hagas la ofendida, por favor. Eres increíble. No te rindes nunca. No, no me sigas. No quiero enredarme en tus trapos sucios. Para ti la derrota, para mí el alivio que deja el valor de haberte enfrentado. Eres mi mejor enemiga, la más cruel e ingeniosa, la que me regala una piruleta y me pide a cambio todos los caramelos.
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