ESTHER DE LÓZAR CUEVAS

Dedico este pequeño espacio de intelectualidad a mi gente, que me regaló unas alas inmensas; a la vida, que me enseñó a emprender el vuelo sin estrategias ni maquillaje; a la educación, que me hizo libre. Esta mariposa de altos vuelos recupera su pluma... y escribe. ¡Bienvenidos a mi blog!

"La pluma es más poderosa que la espada y escribir con ella es considerablemente más fácil" (Feldman)

"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito" (Shakespeare)

"El alma tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene" (Victor Hugo)

"La peor lucha es la que no se hace" (Karl Marx)

"Lo que con más trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)

Generación ni-ni

   España es el segundo país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), primero de la UE, con más jóvenes de entre 15 y 19 años inactivos - que no están trabajando ni siguen formándose-, con un porcentaje del 10,9%. Pasotas y perdidos, satisfechos con su vida y sin deseos de involucrarse en esa espiral de ahorro y sacrificio que ha caracterizado a sus progenitores. Así se habla de la juventud española, protegida bajo las alas del seno familiar y con la bochornosa misión de enfrentarse a un actual deterioro de un mercado laboral que subraya descaradamente su precariedad, los bajos salarios y la escasa valoración de la formación académica. 

   Sufrimos hoy más que nunca una profunda y destructiva crisis de valores, palpable en la conducta de los más jóvenes, asolados por la incertidumbre y sin ganas de combatir, sin salidas fáciles ni éxitos duraderos. Se les define como una generación apática, gris, desilusionada, indolente. Las dificultades que plantea una emancipación temprana y el miedo a que el sacrificio y compromiso arriesgados no se vean recompensados, unida a una excesiva permisividad de los padres y atizada por la crisis económica que les ha tocado vivir, conforman el cóctel perfecto que nos conduce de cabeza al abismo. Es ésta una herida que duele y que sangra también, porque la telaraña se teje sutilmente pero su dueña no descansa y cuando atrapa a su presa, ésta es demasiado vulnerable para resistirse a su trampa. Y la herida sangra y es mortal, desafortunadamente. Así debe de sentirse la Generación ni-ni ante la falta de expectativas y proyectos de futuro, entre una actitud hedonista y poco concienciada, sin ganas de implicarse demasiado con una vida que no les rinde homenaje ni les proporciona facilidades para salir ilesos de sus engaños. No hay deseos, en fin, de definirse pero quizá tampoco definición que les haga justicia. 

   Porque lo cierto es que, frente a esta hiriente realidad, marcada por un profundo cambio de mentalidad en el que el trabajo y el ahorro se ven sustituidos por el confort del hogar y la etiqueta del carpe diem, sin espacio para el estudio ni el trabajo, nos encontramos con el polo opuesto (y mayoritario), los jóvenes que estudian o trabajan, o bien desempeñan ambas funciones y que, como claros ejemplos de superación, lucharán por desestigmatizar a la Generación ni-ni, un colectivo por otra parte excesivamente mediatizado, que esperemos consiga espabilar y abrir los ojos. Los jóvenes que, como moscas, forman parte de las estadísticas de una generación desmotivada, deben ser capaces de escapar de la telaraña, reafirmar sus ideales, potenciar sus cualidades y reinventarse a sí mismos. Para que esa herida que sangra y que duele también les haga conscientes de que siguen vivos en un mundo que no piensa detenerse porque ellos se nieguen a andar. Para que esa herida que hoy sangra… pueda cicatrizar.
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Es Semana Santa...

          Sobre la vida y la obra de Jesús, la carta a los Hebreos puso como lema una frase del salmo 40: «No quisiste sacrificio ni oblación; pero me has formado un cuerpo» (Hb 10, 5). En lugar de los sacrificios cruentos y de las ofrendas de alimentos se pone el cuerpo de Cristo, se pone él mismo. Sólo «el amor hasta el extremo», sólo el amor que por los hombres se entrega totalmente a Dios, es el verdadero culto, el verdadero sacrificio. Adorar en espíritu y en verdad significa adorar en comunión con Aquél que es la verdad; adorar en comunión con su Cuerpo, en el que el Espíritu Santo nos reúne.» 

                                   Aprovecho para desearos una feliz Semana Santa a todos. 


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Incierto Plan Bolonia (II)

   (...) Yo quisiera estudiar un grado y probar el nuevo sistema. Seminarios, trabajos, prácticas externas, interacción y conexión con un profesorado involucrado con y para el alumno… De entrada, me resulta muy interesante. Pero le encuentro un inconveniente: la filosofía de la que emana y de la cual dicen que se impregnará sin remedio. Una información excesiva nos puede conducir al caos más caótico (valga la redundancia) y por ello, yo me he quedado con las ideas principales de las manifestaciones estudiantiles de todos aquellos universitarios que, a diferencia de lo que muchos puedan creer, es gente sensata, muy documentada y con la valentía suficiente para luchar y defender a la universidad pública de un modelo educativo que ellos mismos tildan de mercantilista y capitalista. Ellos y cientos de catedráticos, profesores e investigadores.

   La primera crítica parte de que no ha habido una consulta previa a los verdaderos afectados: los estudiantes. El proceso se ha fraguado a sus espaldas y si algo tienen en común sus detractores es la férrea creencia de que la Educación es un derecho y no un negocio. Y de ahí se deriva una pregunta crucial. ¿Supondrá el Plan Bolonia una privatización de la universidad pública? Cuesta negar la evidencia cuando la financiación de un proyecto que parte de un presupuesto cero va a correr a cargo de estudiantes y universidades. Frente a la noticia de que las tasas públicas no se dispararán, la cruda realidad nos demuestra que los posgrados van a tener precios desorbitados y quienes deseen acceder a los mejores puestos del mercado deberán pagar un alto precio. ¿Y las personas más humildes, con los recursos económicos insuficientes para afrontar un desembolso de semejante caladura? A este carro de beneficios se suman las empresas como amigas/hermanas de las universidades y en busca y captura de un lucro y un utilitarismo muy acorde con los tiempos que corren.

   Al capitalismo académico se le acaba de adornar con las prácticas no remuneradas en esas mismas empresas que están deseosos de hincar el diente en gente joven, ilusa, vulnerable, ilusionada, o la sustitución de las becas tradicionales por las denominadas becas-préstamo, que convierten la democracia académica en un sistema elitista y selectivo, en una prerrogativa asequible sólo para aquellos que sean capaces de devolver lo prestado.Las protestas no han logrado el cambio y ahora nos enfrentamos a la subida de las tasas de matriculación, a las becas-préstamo que habrá que devolver al finalizar la carrera, a las universidades de primera y de segunda, a la asistencia obligatoria, a la devaluación de los conocimientos y el vaciado de contenidos, a una tutorialización que se me antoja harto difícil de llevar a la práctica en grupos tan numerosos de alumnos, a la herida mortal de una universidad pública que debe prestar servicio a la sociedad y no regirse exclusivamente por los intereses del mercado.

   No quiero decir adiós al viejo modelo, ni contemplar sus magulladuras, ni verle llorar, ni vestirme de luto. Porque si la nueva universidad reduce todo lo que yo he conocido y por lo que he luchado a cenizas, preferiría mil veces gritar mi desacuerdo y reventar el sistema desde los cimientos. Pero, para bien o para mal, el Plan Bolonia ya está instaurado en nuestra sociedad y por ahora desconozco (como todos los que forman parte del entramado) los derroteros por los que discurrirá este novedoso modelo educativo. Sólo espero que la Educación (con mayúsculas) no caiga en la incongruencia de ofertar igualdad y conocimientos para vender un almibarado mercantilismo elitista, ni muerda la paradoja que se esconde bajo ese tan anunciado como descarnado capitalismo académico que pretenderá, sin remordimientos, convertir en esclavos y morosos a los que una vez fuimos libres y becarios.
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Incierto Plan Bolonia (I)


   Recuerdo la primera vez que escuché hablar del Plan Bolonia. Fue en mi primer año de universidad, con 18 añitos. Un tumulto de estudiantes se manifestaban con pancartas y gritaban “No al Plan Bolonia”. Mientras avanzaban por el campus, su sintonía de guerra gritaba: “Di no al Plan Bolonia, porque la Universidad somos todos”. En esos momentos me sentí perdida, desorientada, desnuda ante la vida universitaria que, muy a mi pesar, parecía quedarme demasiado grande. 

   Fue dentro de este contexto social de incipientes movimientos anti-Bolonia (que con los años se transformarían en verdaderas movilizaciones contra el futuro inminente del sistema universitario) cuando decidí preguntar, investigar, averiguar, documentarme. Necesitaba contar con fuentes fiables e información certera para poder opinar, valorar, juzgar, criticar. Porque desconocía que era eso a lo que todos llamaban Plan Bolonia y estaba aprendiendo a vivir de las noticias, de la conexión con los acontecimientos, de la empatía y el factor humano. Y creo que debemos involucrarnos en cierta medida con aquello que nos afecta de forma directa o indirecta. O por lo menos, ser capaces de dar una opinión coherente con nuestro sistema de valores y con nuestra propia concepción de la vida. Porque el saber no ocupa lugar. Así se inició mi relación con el polémico Plan Bolonia y su rechazo radical por colectivos my importantes de estudiantes, profesorado y personal administrativo de las universidades españolas. 

   De forma resumida, puede hablarse de un profundo proceso de reestructuración del sistema universitario nacional (no es lo mismo que reforma) con el objetivo de fomentar la libre circulación de estudiantes. El Plan Bolonia encuentra sus orígenes en la Declaración de la Soborna de 1998 y en la posterior ratificación de la Declaración de Bolonia de 1999, (ciudad italiana de la cual adoptó su nombre), por 29 países de la Unión Europea. Los nuevos estudios están compuestos de tres niveles: el título de Grado, que capacita para la inserción laboral, y el denominado Posgrado que abarcaría el título de máster y/o el título de doctorado, destinados a una formación con mayor grado de especialización. 

   Su funcionamiento parte de la base del Sistema Europeo de Transferencia de Créditos: el crédito europeo medirá el volumen o carga del trabajo total que los estudiantes deberán superar (1 crédito europeo representa entre 25 y 30 horas de trabajo, incluidas prácticas, seminarios, horas de estudio y realización de trabajos y exámenes), frente al crédito tradicional que representa el número de horas que un profesor imparte (1 crédito actual corresponde a 10 horas lectivas). A ello se añaden otras novedades como el trabajo fin de grado (aún sin catalogar) o el Suplemento Europeo al Título, documento que proporciona una información personalizada de los resultados académicos obtenidos por el alumno y el nivel de su titulación en el sistema nacional de educación superior. 

   El Plan Bolonia implica, en fin, un nuevo modelo de transmisión de conocimientos donde se exige al profesorado, hasta ahora inmerso en el tradicional método de las clases magistrales, una implicación activa en el sistema a través de las evaluaciones continuas, la preparación de seminarios o la tutorialización. 

   En el curso académico 2010/11 todas las universidades han completado el círculo porque este año terminaba el plazo para la adaptación de las diferentes titulaciones (si bien es cierto que aún queda grados pendientes de verificación) y en pleno desarrollo del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), en el que están involucrados 45 países europeos, los estudiantes anti-Bolonia siguen dando guerra. 

   Porque la unificación de la educación superior, dicen algunos, es un cuento chino, un engaño manifiesto, la mayor lacra a la que se ha enfrentado la universidad pública en toda su historia. Os explico las razones (…)
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El mito de Bin Laden (II)

            El ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono el 11 de septiembre de 2001 se convierten en un espectáculo televisivo reiterado que acaba perdiendo su materia significante. El mensaje oficial de los Estados Unidos expresa las claves míticas que sustentarán a partir de entonces los acontecimientos y la cobertura mediática de los mismos. En situaciones extremas de crisis la razón cede su lugar al mito y convierte al adversario en la representación del Mal: George Bush presenta en su discurso mítico el perfil de un enemigo desconocido pero perverso, que se encuentra en las sombras y desprecia la vida humana. La agresión, percibida como una reencarnación del imaginario colectivo, hace necesaria la creación de un antihéroe de película. La respuesta inmediata al ataque será la rápida designación del autor: el 12 de septiembre de 2001 la prensa de todo el mundo presenta el nombre de Osama Bin Laden como responsable de los atentados, confiriendo de esta forma una identidad “real” al Mal.
Se materializa así un mito complejo y presente a lo largo de la historia en diversos contextos y con diferentes matices pero siempre igual en esencia: la lucha irreductible entre Dios y Satán. De la bipolaridad Bien-Mal surge el mito de la Gran Conspiración en el que el adversario planea la dominación mundial. George Bush apela a la venganza como una cuestión de justicia divina y ante la posible desintegración de la cultura occidental la sociedad americana, aparentemente bajo el dominio de la racionalidad, recurre al mito y decide luchar contra el enemigo. Dentro de este contexto, el mito político de Bin Laden presenta una función de cohesión en la sociedad (unida frente al enemigo por un lado y solidaria ante el héroe por otro) así como una función movilizadora que incita al combate irreflexivo en busca de venganza.
Uno de los primeros pasos que contribuyeron a la mitificación de la figura de Bin Laden fue el esfuerzo llevado a cabo por Estados Unidos para convertir a su adversario en un sujeto digno de su mismo nivel. Como antihéroe, Bin Laden adquiere mayor consistencia que el héroe americano, en este caso de carácter abstracto y plural: bomberos, ciudadanos anónimos... Los medios de comunicación jugaron un papel fundamental a la hora de resucitar al diablo y justificar la guerra. El análisis de la información de los dos periódicos de mayor tirada en España, El País y El Mundo, durante los seis meses posteriores al atentado de las Torres Gemelas demuestra la utilización, deliberada o no, de una construcción mítica en torno al perfil de héroe-antihéroe representado por Bin Laden.
            Bin Laden, al igual que el héroe clásico, posee un nombre singular y exótico para cualquier lector occidental. Los medios de comunicación, a través de sus titulares y contenidos, recurren a la técnica de la reiteración y los sinónimos (supuesto cerebro de los atentados, el millonario saudí, el hombre más buscado del mundo, el líder de la organización terrorista Al Qaeda...) para convertir el nombre de este personaje en uno de los más populares del mundo. Por lo que respecta a su imagen, ésta responde a dos conceptos complementarios: el de extranjero y el de enemigo. Así como cualquier rasgo significativo es capaz de sustituir al rostro en el caso del héroe de ficción, la ropa de Bin Laden le identifica con su cultura y enmascara el resto de su fisionomía. A pesar de que su estereotipo iconográfico, reforzado por la barba y el tono oscuro de cabellos y tez, es muy corriente en su etnia y por tanto, difícilmente identificable, la proliferación de fotografías hacen de su rostro un icono popular. Las descripciones físicas ofrecidas por El País y El Mundo trazan un retrato ambiguo del personaje, cuyos elementos distintivos serán la túnica, el pañuelo en la cabeza, el fusil y sus piernas cruzadas. Sus ojos se presentan como grandes y oscuros, no transparentes como los del héroe, pero con una profundidad que revela su fuerte personalidad, mientras que sus manos hablan de un hombre de finos modales. De su cuerpo se destaca su altura y su delgadez y se mencionan los cambios físicos que sufre Bin Laden en las diferentes apariciones televisivas.
           Osama Bin Laden responde al arquetipo de héroe clásico, capaz de realizar actos encomiables y acciones detestables al mismo tiempo. Esa ambigüedad le lleva a ser admirado por una parte del mundo islámico y odiado por sus detractores. El estado norteamericano se esforzó por dibujar el perfil de un villano malvado pero no pudo evitar que los medios de comunicación divulgasen opiniones más amables sobre Bin Laden, por lo que atributos positivos y negativos se entremezclan en las informaciones y opiniones.  Los atributos positivos (escasos en comparación con los negativos) que aparecen en El País y El Mundo hacen referencia a su carácter tranquilo, su inteligencia, su religiosidad como virtud, su generosidad y la admiración que despierta un hombre rico que en lugar de llevar una existencia cómoda se dedica a luchar por Alá. Los atributos negativos, potenciados por la propaganda americana y que divulgan en los diarios El País y El Mundo calificativos como cruel, vengativo, mentiroso o monstruo se intensificarán tras la emisión del vídeo (Bin Laden cenando con varios colaboradores y dando gracias a Alá por los daños causados) como prueba definitiva de la culpabilidad de este hombre. El retrato del enemigo presentado por ambos periódicos y por los demás medios occidentales responde a los propósitos de Estados Unidos, al convertir al personaje en la encarnación del Mal.
            El mito de Bin Laden es complejo, puesto que no puede ser considerado como un villano de una pieza. Para la sociedad occidental no es más que un fanático que pretende combatir contra los que él considera infieles pero para una parte de la población islámica responde a la imagen del nuevo Mesías, caracterizada por su sacrificio y su vocación profética, unida a la de héroe liberador de un pueblo oprimido que considera que la venganza está justificada tras años de opresión vividos por los musulmanes por causa de Estados Unidos e Israel. En relación con el sacrificio de Bin Laden, la idea de martirio grandioso o suicidio estuvo presente en muchas especulaciones pero hoy día su paradero sigue siendo un enigma. El misterio en torno a su desaparición aumenta el atractivo carismático del personaje.
            En el proceso de mitificación del héroe a través del discurso periodístico, al igual que en las leyendas y mitos de todas las culturas, aparecen elementos que remiten a cierto simbolismo: espacios sagrados como el centro, la montaña, la cueva o el laberinto. Las Torres Gemelas de Nueva York representan no sólo centros de poder económico sino un centro simbólico asociado a la civilización; las montañas de Tora Bora, en Afganistán, se convertirán en el centro de búsqueda de Bin Laden y por tanto en centro del mundo informativo; las cuevas situadas en las montañas de Tora Bora simbolizan el corazón, lo oculto y cerrado, y en éstas se esconderá el multimillonario saudí una vez iniciada la guerra de Afganistán; el complejo entramado de dichas cuevas, vigiladas por los talibanes, remiten a otra figura simbólica, el laberinto.
            Otros tres elementos propios del héroe clásico acompañarán a las informaciones sobre Bin Laden: el caballo, las armas y los poderes mágicos.
            En una crónica publicada en El Mundo el 31 de octubre de 2001 se afirmaba que, según los informes de la CIA, Bin Laden había sustituido los Land Cruiser por mulas o caballos pero no había sido avistado hasta el momento. El caballo adquiere, frente a su uso utilitario, una función simbólica al dotar al caballero del poder de la invisibilidad. Tanto en El País como en El Mundo se describen las apariciones de Bin Laden vestido de blanco (símbolo de la pureza) y a lomos de un caballo. Estas informaciones que contribuyen a fomentar una imagen del héroe solitario que sólo es visto por el pueblo, podrían ser una estrategia del Estado americano ante su imposibilidad de hallarlo, elección errónea al sugerir en la imaginación del lector las figuras de caballeros audaces.
            La justificación de la propia incapacidad para prevenir el ataque conducen a Estados Unidos a crear un enemigo de grandes dimensiones, dotado de armas más poderosas, una inmensa fortuna, un gran ejército y un moderno sistema financiero.
Bin Laden, respondiendo al prototipo de héroe guerrero, aparece en muchas de sus intervenciones televisivas portando los signos propios de éste: una chaqueta militar y un fusil soviético. Sus armas invocan el campo de lo simbólico al estar revestidas por la extraordinaria inteligencia y fortuna del personaje, así como por el apoyo de un ejército repartido por todo el mundo. Su dinero es el arma más poderosa puesto que le permite adquirir un moderno arsenal armamentístico, hecho que conduce a los Estados Unidos a la amenaza de las armas de destrucción masiva. Otro de los temas presentes en la prensa será  la capacidad logística y tecnológica de la organización Al Qaeda en la era de Internet, dotada de un sistema financiero descrito por los medios como oscurantista.
El protagonismo de Bin Laden como personaje heroico y su presencia en los medios de comunicación fue consecuencia de los deseos de dar una respuesta inmediata a una coyuntura política y social amenazada por el miedo y la incertidumbre. El impacto que provocaron los atentados dio vida a una maquinaría política y propagandística imparable que comenzó con un discurso mítico y la oposición entre el Bien y el Mal y convirtió a Bin Laden en un personaje mítico. En lugar de contener las pasiones y recurrir al ámbito de lo racional, el sentimiento nacional se apoyó en un lenguaje simbólico que otorgó una cara en la que poder materializar todas las pérdidas humanas causadas.
La mitificación de Bin Laden como personaje malvado tuvo como principal objetivo la estabilización de un orden social amenazado: los atributos negativos son predominantes en los medios de comunicación aunque algunos textos aporten otros puntos de vista más benevolentes sobre su persona. El fuerte componente mitológico del caso Bin Laden se ve reforzado por el universo simbólico en el que éste se halla inmerso y por la conexión que mantiene su trayecto con las diferentes fases del viaje del héroe.
Desde el momento en el que se produjo el ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono el 11 de septiembre de 2001, las circunstancias que rodearon al acontecimiento propiciaron el desarrollo de una historia narrada en claves míticas:
-          la dramatización de un hecho tan inexplicable y la inseguridad posterior conducen al mito
-          Bin Laden destruye el mito de la superioridad americana, al atacar el símbolo de toda una nación
-          el discurso mítico de Bush crea el mito Bin Laden, la imagen material de las fragilidades de la cultura occidental
-          se establece la dualidad entre el Bien (representado por Los EEUU, lo civilizado)  y el Mal (Bin Laden y posteriormente el Estado de Afganistán)
Un atentado con unas características como el del 11 de septiembre de 2001 sólo es posible gracias a la elaboración previa de un cuidadoso plan y a la colaboración entre un elevado número de personas, en este caso los miembros de la organización terrorista Al Qaeda. Sin embargo, Estados Unidos, en su afán por justificar la destrucción de uno de sus símbolos de poder, dejó a un lado la autoría colectiva del ataque para centrarse en la creación de un enemigo lo suficientemente poderoso como para enfrentarse a ellos.
Frente a los héroes anónimos estadounidenses; bomberos, policías y ciudadanos altruistas que colaboraron en el rescate de numerosas víctimas, el mito del enemigo se materializa rápidamente, a pesar de que siempre será el gran desconocido: el halo de misterio que le rodea sólo contribuye a la creación de todo tipo de historias y datos confusos y contradictorios. Parece estar en todos los sitios cuando probablemente no estuviera en ninguno.
El discurso de Bush fue el primer paso para llevar a cabo la mitificación de un personaje malvado; las palabras del presidente norteamericano transformaron a Bin Laden en una figura satánica y los medios de comunicación del todo el mundo, liderados por los mass media de Estados Unidos, llevaron a cabo un proceso de mitificación de Bin Laden. La construcción del enemigo fue realizada antes de tener pruebas incriminatorias suficientes porque se necesitaba poner un rostro al mal y unir a la patria en la luchar contra algo visible.
La lucha entre el Bien y el Mal expresada por Bush sustituyó el terrorismo real por un terrorismo psicológico (amenaza de que el enemigo poseía armas de destrucción masiva) y fue la excusa que lo Estados Unidos habían estado esperando para atacar Afganistán, cuando la red terrorista se encontraba en todas partes. Y cuando Bush dijo “vamos a eliminar el Mal de este mundo” añadió que la neutralidad no era posible con el objetivo de obtener la ayuda de las demás potencias en su lucha contra el “enemigo”: “O ustedes están con nosotros o están con los terroristas. Esta es la guerra del mundo, la guerra de la civilización”. 
            Detrás de la creación del mito de Bin Laden se esconden los intereses políticos y económicos de la nación más poderosa del mundo y la ola de patriotismo surgida tras la llamada a la venganza fue la conducta colectiva esperada: los ciudadanos norteamericanos y la comunidad internacional consideraron la medida como un acto de justicia porque los Estados Unidos afirmaban luchar en nombre de la democracia y la religión. En su supuesta búsqueda del millonario saudí, Estados Unidos perjudicó no sólo a una de las regiones más pobres del mundo sino también al mundo árabe en general, al disparar el terror y la repulsión occidental hacia esa parte asiática. Toda la narración mítica, la repetición de las imágenes del atentado por los medios y la dualidad establecida entre el Bien y el Mal fue la receta mágica de Estados Unidos para negar la racionalidad y recurrir al mito, propiciando unos deseos de venganza que contribuyeron a apoyar una guerra que, aun dirigida contra Al Qaeda y en especial contra un hombre cuyo paradero continua siendo un misterio, afectó a toda la población afgana. 

(Fuente utilizada para la elaboración de esta reflexión: “La construcción del mito a través de la prensa: el caso Bin Laden”. Marín Murillo, María Flora… Comunicación Social Ediciones y Comunicaciones. 2004).
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El mito de Bin Laden (I)

   En la sociedad actual, marcada por el progreso y las nuevas tecnologías, el antagonismo entre mitos y logos presente en los orígenes de la mitología clásica ha sido superado. El mito, aunque escondido, convive con la razón y pierde su significación primitiva para profundizar de forma compleja en otros ámbitos de la vida humana: el exceso de aproximaciones al mito hacen imposible un consenso en lo referente al sentido y la definición del mismo. Cada autor y cada escuela destaca algún factor como su carácter sagrado o su función social. Sin embargo, el discurso de aquellos autores que definían al mito como un producto de la imaginación ingenua sobre hechos inexplicables o misteriosos ha sido radicalmente sustituido por la de falsedad o engaño, menospreciando por ello al mito como fuente de conocimiento social y cultural. 

   El mito se renueva en cada momento histórico: ya no es la historia de la sociedad ancestral sino que ahora se define por la función social que cumple, al hacer obligatorias las normas dentro de la sociedad imponiendo un modo de ser fundamentado en la autoridad de los ancestros. Desde el psicoanálisis, los mitos son indispensables para la salud mental, tanto individual como colectiva y apelan a nuestras emociones. 

   El mito es un sistema de comunicación. En nuestra civilización occidental, los medios de comunicación (dueños de la materia prima de la historia) conforman nuestras creencias y valores acerca del mundo y se convierten en el escenario idóneo para el reciclaje y actualización de las historias míticas a través de los nuevos héroes y dioses de la sociedad de consumo. La necesidad de encontrar vías de expresión de nuestros valores comunes explica el papel de los medios como nuevos mitólogos: la publicidad, el cine, la televisión o la prensa se nutren de mitos tradicionales a la vez que crean y revitalizan viejos y nuevos mitos. El héroe clásico es el protagonista de las narraciones míticas y representa todo aquello que el hombre normal considera inalcanzable. Su ambigua personalidad y sus atributos contradictorios lo diferencian de los posteriores héroes románticos y contemporáneos que se mantienen hoy día en las ficciones audiovisuales: es violento pero posee una fuerza civilizadora y sus defectos y debilidades le acercan a los hombres. La dimensión heroica varía en cada situación histórica en función de los valores imperantes. El héroe encarna las virtudes a las que la sociedad aspira en cada momento de la historia: es un personaje cuya existencia precisa de valores compartidos por un colectivo. 

   Sin embargo, en plena era de la globalización el concepto heroico ha entrado en crisis y el héroe actual, de carácter efímero y producto de los medios de comunicación, está sujeto a los valores de la fama y la popularidad. Por eso llama la atención la aparición de un personaje heroico dentro de este escenario, Bin Laden, encarnación del Bien y el Mal y representante, tras el ataque a las Torres Gemelas, de los miedos del mundo occidental (...).

(Fuente utilizada para la elaboraciónde esta reflexión: “La construcción delmito a través de la prensa: el caso Bin Laden”. Marín Murillo, María Flora…Comunicación Social Ediciones y Comunicaciones. 2004).
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Contra la dictadura mediática

   Lejos quedó aquel inicial periodismo de denuncia, ese deseo de informar con veracidad, la fuerza de un medio de comunicación como instrumento de contrapoder, de defensa del individuo y crítica de una política poco transparente y alejada de la legalidad. 

   Hoy día, la información es sinónimo de mercancía. La industria mediática se rige por los criterios comerciales; se imponen los criterios de rentabilidad sobre los de interés público. Esto provoca el descenso de su calidad, acompañado de un paulatino proceso de evasión de la responsabilidad social por parte de los grandes conglomerados empresariales productores de información. Estamos frente a la desaparición del propio derecho a la información y la desaparición del ciudadano a favor del consumidor. Si el derecho a la información no está suficientemente garantizado por los poderes públicos, la sociedad presencia la sustitución de la soberanía popular por la dictadura mediática, que en vez de informar a la opinión pública la modula de acuerdo con sus intereses. 

   Este contexto hace inevitable una serie de preguntas que manifiestan la naturaleza de la amenaza actual de la Sociedad de la Información: ¿de qué manera se enfrentan los medios de comunicación a la vorágine informativa? Cuando los medios cobran conciencia de su propio poder nos encontramos ante una situación problemática y complicada: ¿quién garantiza que esa capacidad de persuasión sea empleada de la forma adecuada?, ¿está el ciudadano recibiendo toda la información, toda la verdad y conociendo todos los hechos o sólo una parte? Y si es así, ¿qué parte de la verdad, de los hechos, de la información y por qué esa parte y no otra? 

   Atrás quedó la función educativa e informativa de la televisión como medio de información y comunicación. Si en sus inicios el buen periodismo pudo cosechar éxitos, a lo largo de su evolución la profesión ha ido adquiriendo unos tintes sensacionalistas que recurren a los tópicos del entretenimiento y la espectacularidad. Su único objetivo es incrementar su audiencia. Los medios de comunicación dependen actualmente de las grandes empresas, de los anunciantes y de las cuotas de audiencia. Ya no se difunden injusticias ni se practica el periodismo de denuncia porque no es rentable. La credibilidad de los medios se merma cada vez más mientras que el periodismo se convierte en un negocio sometido al poder político.
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