La espera es el estado constante en el que se encuentra el ser humano. La sombra que se cierne sobre nosotros y nos persigue y enloquece, nos impacienta y nos pone a prueba. Nuestros sentimientos y anhelos, nuestras verdades y nuestras imperfecciones le pertenecen. La certeza sigue sus huellas, la esperanza acepta sus condiciones a cambio de suavizar su piel y el corazón deambula por sus calles y hasta se atreve a cortejarla. Peligroso su juego cuando la espera es la creadora de la seducción en su estado más puro. Somos marionetas en sus manos, esclavos de sus impredecibles designios y de sus locos deseos. Y ella se ríe la muy cínica porque tiene todo el tiempo del mundo. Insolente espera.
Nos pasamos la vida esperando. Un gesto, una llamada, una intención. Esperando una respuesta que nos haga entender lo que parece incomprensible, la nota de un examen final, el perdón tras tardes de ausencia y soledad, los elogios que engrandecen nuestros actos, la hora de verle, el final del partido cuando nuestro equipo es caballo ganador, esa carta que nos une más a las cosas sencillas y más queridas, un beso de película, el reconocimiento de los que antes nos criticaron, palabras que nos reconforten en los momentos más bajos, el autobús que no llega, una mirada del chico de la tercera fila, una sonrisa cómplice de un amigo que sabe tu secreto, el final de nueve meses de embarazo, de un día fatídico, de una hora interminable.
Esperando el regalo especial por tu cumpleaños, el reencuentro con uno mismo, una nota graciosa en la nevera, la llegada de un día de sol o de una noche cualquiera de confidencias entre hermanas, el timbre que anuncia el final de la clase, el regreso de una madre, el olor de una especial receta casera, los abrazos de tu chico, la ruptura de una pareja si eres esa tercera persona que desespera, la ralentización del reloj en instantes de felicidad, la navidad y el chocolate con churros, el verano y la invitación a un algodón de azúcar, el retraso de las lágrimas para momentos de mayor intimidad, el eco de sus palabras en los rincones del alma, el momento de gloria y de autocrítica, el trabajo de tu vida, el silencio absoluto para poder escribir unos párrafos absurdos que te pertenezcan.
Todo gira en torno a la espera. La cruel, la dulce espera. Estoy en mitad de ella, siento que es más fuerte que yo. Un agradecimiento, una disculpa, unas frases de perdón. Y la vida se pasa y no espera. Mientras, nosotros… seguimos esperando.
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