Y me río porque escapaba equivocadamente de la manzana envenenada pero no de aquellos que trataban de hincar el diente a mi integridad. La bestia no era tan mala y tenía salvación pero en mi sueño eterno de bella durmiente no fui consciente de ello. Las pretendientas eran rivales imbatibles pero hoy están desinfladas, sin fuerza ni brillo. El enemigo a derribar acosaba intermitentemente y la madrastra siempre ponía toque de queda. Los príncipes no eran tan azules y las hadas envolvían mi libertad entre sus varitas, y se hacían sin yo saberlo dueñas de mi propia magia. Quería ser Cenicienta y llegar a mi idílica cita pero no tenía zapatos de cristal, ni vestido a juego, ni tiempo de más. Y el hada madrina no daba señales de vida y yo era tan impaciente... Quizá era la historia al revés y la mala malísima se deshacía de un encantamiento perverso para hacerse con la corona y sólo al pasar la medianoche yo despertaba del sueño para comprender que las equivocaciones tienen patas y te persiguen y te transforman sin tu saberlo en la bruja del cuento (...)
ESTHER DE LÓZAR CUEVAS
Dedico este pequeño espacio de intelectualidad a mi gente, que me regaló unas alas inmensas; a la vida, que me enseñó a emprender el vuelo sin estrategias ni maquillaje; a la educación, que me hizo libre. Esta mariposa de altos vuelos recupera su pluma... y escribe. ¡Bienvenidos a mi blog!
"La pluma es más poderosa que la espada y escribir con ella es considerablemente más fácil" (Feldman)
"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito" (Shakespeare)
"El alma tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene" (Victor Hugo)
"La peor lucha es la que no se hace" (Karl Marx)
"Lo que con más trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)
Ridícula Cenicienta II
(...) Y siempre daban las doce. Y con ello el regreso a la realidad. Los labios demasiado rojos, la alarma de los contrastes estrepitosamente encendida, las sonrisas fingidas, una dulzura inexistente, las cenicientas de verdad que amargaban a una, la cuneta del alma más deshidratada que nunca, el deseo de crecer, de escapar, de alcanzar la fama, efímera y de segunda mano, en algún ámbito de la vida. Y las lágrimas encharcando mis pupilas... Los propósitos quedaban deslucidos y las intenciones, malinterpretadas. Ya no se trata de llegar a la cumbre. Ahora lo difícil es mantenerse.
Y me río porque escapaba equivocadamente de la manzana envenenada pero no de aquellos que trataban de hincar el diente a mi integridad. La bestia no era tan mala y tenía salvación pero en mi sueño eterno de bella durmiente no fui consciente de ello. Las pretendientas eran rivales imbatibles pero hoy están desinfladas, sin fuerza ni brillo. El enemigo a derribar acosaba intermitentemente y la madrastra siempre ponía toque de queda. Los príncipes no eran tan azules y las hadas envolvían mi libertad entre sus varitas, y se hacían sin yo saberlo dueñas de mi propia magia. Quería ser Cenicienta y llegar a mi idílica cita pero no tenía zapatos de cristal, ni vestido a juego, ni tiempo de más. Y el hada madrina no daba señales de vida y yo era tan impaciente... Quizá era la historia al revés y la mala malísima se deshacía de un encantamiento perverso para hacerse con la corona y sólo al pasar la medianoche yo despertaba del sueño para comprender que las equivocaciones tienen patas y te persiguen y te transforman sin tu saberlo en la bruja del cuento (...)
Y me río porque escapaba equivocadamente de la manzana envenenada pero no de aquellos que trataban de hincar el diente a mi integridad. La bestia no era tan mala y tenía salvación pero en mi sueño eterno de bella durmiente no fui consciente de ello. Las pretendientas eran rivales imbatibles pero hoy están desinfladas, sin fuerza ni brillo. El enemigo a derribar acosaba intermitentemente y la madrastra siempre ponía toque de queda. Los príncipes no eran tan azules y las hadas envolvían mi libertad entre sus varitas, y se hacían sin yo saberlo dueñas de mi propia magia. Quería ser Cenicienta y llegar a mi idílica cita pero no tenía zapatos de cristal, ni vestido a juego, ni tiempo de más. Y el hada madrina no daba señales de vida y yo era tan impaciente... Quizá era la historia al revés y la mala malísima se deshacía de un encantamiento perverso para hacerse con la corona y sólo al pasar la medianoche yo despertaba del sueño para comprender que las equivocaciones tienen patas y te persiguen y te transforman sin tu saberlo en la bruja del cuento (...)
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