ESTHER DE LÓZAR CUEVAS

Dedico este pequeño espacio de intelectualidad a mi gente, que me regaló unas alas inmensas; a la vida, que me enseñó a emprender el vuelo sin estrategias ni maquillaje; a la educación, que me hizo libre. Esta mariposa de altos vuelos recupera su pluma... y escribe. ¡Bienvenidos a mi blog!

"La pluma es más poderosa que la espada y escribir con ella es considerablemente más fácil" (Feldman)

"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito" (Shakespeare)

"El alma tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene" (Victor Hugo)

"La peor lucha es la que no se hace" (Karl Marx)

"Lo que con más trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)

Y con él llegó el escándalo (II)

(...) La dialéctica almodovariana: un cine revulsivo y marginal

      “Me he visto obligado a aprender sin maestros. El autodidactismo te exige hacer las cosas con más contundencia”. El hecho de que Almodóvar no haya tenido una formación académica influyó en algunos aspectos de su trabajo. Como autodidacta, ha desarrollado sus habilidades de una manera distinta al resto de los directores y se ha esforzado por crear una personalidad propia. La comedia pop “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1980) fue su primer largo profesional, seguida de “Laberinto de pasiones”(1982). Ambas coinciden con el desgaste de la movida en España. A partir de entonces, el autor realiza películas que son tachadas de provocativas y extrañas, una interacción entre la estética pop y los géneros más característicos del autor: la comedia, el melodrama y el suspense. Almodóvar define su cine como raro y alternativo: “yo mismo me iba inventando los cauces porque en España no había cauces para el cine marginal”. El travestismo, las relaciones homosexuales y los amores destructivos son los ingredientes de películas herméticas y subversivas como “Entre tinieblas” (1983), “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” (1984), “Matador” (1986) y “La ley del deseo” (1987). La sociedad que mostraba el director en la pantalla no se correspondía con los clichés socioculturales tradicionales íntimamente ligados a España. Él se atrevió a presentar un país moderno cargado de una mezcla colorista y variopinta de transexuales, lesbianas, sadomasoquistas y drogadictos en situaciones extremas de angustia, soledad y dolor, sin misericordia. Como el propio director ha dicho en más de una ocasión, “lo más simple es lo más efectivo, lo más desnudo. Lo más descarnado duele más, llega al espectador con más fuerza que si se hubiera rodeado de artificio”. Durante toda su vida, el autor ha explicado que las personas arrinconadas socialmente han sido su fuente de inspiración: “sólo he intentado retratar con exuberancia y humildad personajes marginales y marginados, desde el ama de casa al transexual, ambos héroes y víctimas del mundo que les ha tocado vivir”. En sus inicios, se presenta a sí mismo como un cineasta showman, rodeado de parafernalia, espectáculo y cultura publicitaria, cuyas declaraciones atrevidas e insultantes como “estoy seguro de que los políticos se drogan por un tubo” o “el trabajo de los críticos es muy deprimente”, generan agrias críticas y su catalogación inmediata como progresista incomprendido y obsceno. Pero tras esa fachada, asoma también un cineasta trabajador infatigable, con una obra en progreso. Era su arte una ética y estética del exceso a ritmo de boleros, rancheras y flamenco.
            De la ácida crítica al éxito internacional
            “Siempre he estado interesado en las historias de amor difíciles”. En efecto, gran parte de su cine muestra relaciones disfuncionales en proceso de ruptura. Ni las relaciones adecuadas y límpidas socialmente, ni las familias felices y bien adaptadas sirven para inspirar buenos dramas o buenas comedias: en ambos es necesario un grado de conflicto. El gran protagonista de su cine es siempre el amor, acompañado de todo tipo de perversiones, tales como el incesto, el sadomasoquismo, la ninfomanía o la necrofilia. La obsesión, la soledad, la perfección, la culpa, la dominación y el fetichismo son las constantes de una obra que, en sus inicios, fue defenestrada por la crítica nacional. “El guión está falsamente escrito y el film torpemente rodado” o “un ejemplo de la estética contraria o contraestética” son algunas de las críticas que podían leerse en los periódicos españoles en los inicios de los ochenta.
“Me encantaría escribir historias completamente vacías con una planificación muy complicada e historias complicadas con una imagen y planificación muy sencillas y cotidianas”. Esta frase de Pedro Almodóvar, escrita en los primeros tiempos de su carrera, resume parte de su filosofía. Ningún cineasta se ha movido con tanta destreza por el terreno pantanoso de las contradicciones. Fiel a su estilo, el gran éxito comercial le llegó con “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1988), película que recibió la Osella de Oro en el Festival de Venecia de 1988 y el Premio del Público en el de Toronto. En 1989 obtuvo el David de Donatello al Mejor Director Extranjero, y el Goya al Mejor Guión. En 1993 “Tacones lejanos” consiguió el César a la Mejor Película Extranjera y en 1998 “Carne trémula” ganó el Premio del Público del Popcorn Film Festival. Pero su pleno reconocimiento llegó de la mano de“Todo sobre mi madre”, una de las películas más premiadas del cine español y “Hable con ella”, en 2002 Premio a la Mejor Película de Habla no Inglesa y al Mejor Guión. En 2003, Almodóvar obtiene el Oscar en la categoría de Mejor Guión Original. Su exitosa acogida internacional significó, en cierto modo, la purga interior de un país que le había estigmatizado desde sus primeras películas. Grandes figuras del medio se rinden a sus pies, como es el caso de Garci, que dirá“es uno de los maestros de la historia del cine”, tras recibir el manchego en 2006 el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
De un joven que acude a cursos de cine se convierte en artista underground y después en el autor cinematográfico español más conocido. Cada cambio de estatus condujo un ineludible giro poético. El exceso y la desmesura iniciales se transforman en sofisticación y sutileza, intimismo, fluidez y poesía en sus últimas películas. Porque Almodóvar ha madurado:“he decidido por fin que soy una persona de mediana edad. Me resultó muy difícil cumplir los 50, porque en realidad tenía 39. El resultado de todo ello es que hay muchos cambios en mi vida, en mi carrera, en mi temática, en mi modo de vivir”. En plena crisis, con fuertes dolores de cabeza que reconoce son hereditarios, y tras atravesar por una etapa personal en la que no conseguía “poder disfrutar de las cosas de la vida”, el cineasta, en fino estado de recogimiento, haciendo balance de una vida y de una obra, regresa a La Mancha con “Volver” (2006), “porque sigo sintiéndome un niño. Salí de allí con ocho años, y cuando regreso, no lo hago como un cineasta de fama, sino como niño desconcertado”. A sus 56 años, siente que ha perdido el sentido del humor y que vive en una soledad elegida. Lo que más ansía en estos momentos es “alcanzar la serenidad”. Lejos quedan sus primeras apariciones públicas repletas de exhibicionismo: Pedro Almodóvar en Rock-Ola, enfundado en una bata de guata y una combinación, Pedro Almodóvar dando vida a la artista de porno Patty Diphusa, Pedro Almodóvar explicando a los medios “no soy drogadicto, ni homosexual, ni genio. Todo ha sido una pose”. El director piensa a menudo en su talento y en la libertad para contar historias. Nunca ha negado que le da terror la caída. “Me preocupa ese ciclo. Tengo miedo. Espero tener la valentía y el coraje para saber que la cuesta abajo también es valiente”. Es un artista que se reinventa a sí mismo.
El cineasta y el universo femenino: “Las chicas Almodóvar”

El universo de Pedro Almodóvar es único, tanto en su manera de concebir la realidad como en la forma de enfrentarse a ella. Enfrentamiento ambiguo, transgresor, un enorme catalizador de emociones que devienen metamorfoseadas en el sexo más explícito, en erotismo y muerte, en difíciles relaciones personales, en la búsqueda del placer, en la más cruel de las soledades. Es Almodóvar un representante de las clases populares, con sus violaciones, incestos, personajes incomprendidos y crímenes que se suceden sin sosiego. Y en el centro, las mujeres, los sujetos dramáticos protagonistas de sus historias: “creo que las mujeres tienen, en general menos sentido del ridículo, y son más espontáneas. Las mujeres en mis películas son muy fuertes. Hemos crecido en una sociedad muy machista pero las mujeres se las han arreglado para ejercer el poder en silencio. Esa es mi experiencia, con mi madre, mi hermana, mi abuela...”. Es, su filmografía, un homenaje al colectivo femenino, al que el artista se ha sentido profundamente conectado desde su infancia, gracias a los vínculos íntimos que le unían a su madre y hermanas: “a los hombres los recuerdo lejanos, nunca estaban en casa. Representaban la autoridad y yo me alejé instintivamente de ellos. Las mujeres, sin embargo, eran la vida y a la vez la ficción”. Su experiencia personal le lleva a repudiar el machismo ancestral y a declararse como un hombre “auténticamente feminista” que disfruta con la complicidad que existe entre las mujeres: “las mujeres han sido capaces de darse a sí mismas un aire desvergonzado de la amistad por razones culturales, porque ellas han estado condenadas a vivir su vida privada en el secreto y la única vida privada se da a conocer a las amigas hembras”. Carmen Maura, Cecilia Roth, Victoria Abril, Bibiana Fernández y Penélope Cruz, entre otras, son las musas de Almodóvar, y reflejan en la gran pantalla ese ensordecedor grito de estremecedora belleza y de extrema simplicidad dedicado a todas las mujeres.

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