ESTHER DE LÓZAR CUEVAS
Dedico este pequeño espacio de intelectualidad a mi gente, que me regaló unas alas inmensas; a la vida, que me enseñó a emprender el vuelo sin estrategias ni maquillaje; a la educación, que me hizo libre. Esta mariposa de altos vuelos recupera su pluma... y escribe. ¡Bienvenidos a mi blog!
"La pluma es más poderosa que la espada y escribir con ella es considerablemente más fácil" (Feldman)
"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito" (Shakespeare)
"El alma tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene" (Victor Hugo)
"La peor lucha es la que no se hace" (Karl Marx)
"Lo que con más trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)
Brafman, encantador de jurados
En Estados Unidos se asiste a uno de los juicios mediáticos más sonados de los últimos tiempos. En el banquillo de los acusados, Dominique Strauss-Kahn, ex presidente del Fondo Monetario Internacional (FMI), sobre el que pesan siete cargos de abusos sexuales (puede ser condenado a más de 70 años de cárcel) por el intento de violación de una limpiadora de hotel. Su defensa es ejercida por uno de los abogados más duros de Nueva York, Benjamin Brafman (conocido como el abogado de los famosos) y cuya minuta se encuentra situada entre los 500 y los 1500 dólares a la hora. La expectación es doble (tanto por la importancia política internacional del imputado como por la expectativa que levanta su defensor) pero las miradas se centran sin duda en ese hombre de corta estatura (1,65 metros) que sabe encandilar como nadie al jurado y a la sala con sus palabras y sus argumentaciones.
“No soy un snob. Soy un abogado de verdad. Eso es lo que me diferencia de otros que practican la ley”, afirma este célebre jurista. Pero, ¿cuál es su historia? Benjamin Brafman, hijo de supervivientes del Holocausto, trató por todos los medios de ser cómico. Y logró su espectáculo pero dentro de una sala de juicio y como abogado de las causas perdidas. No adquirió su título en una universidad prestigiosa ni tuvo reputación de buen estudiante. Pero tenía madera de orador y aprovechó sus dotes para abrirse camino en el mundo de la abogacía. Hizo las prácticas de verano en un bufete de Manhattan y logró trabajar en la oficina del fiscal del distrito. Finalmente, montó un despacho propio y se especializó en casos de la mafia y del crimen organizado. Se publicitó bien y pronto se volvió selectivo y representante jurídico de grandes empresarios y celebridades de la televisión y del deporte. Entre sus conocidos clientes destaca el desaparecido cantante Michael Jackson (acusado de abusos sexuales a un menor), el jugador de fútbol americano Plaxico Burress (disparo accidental en un club con una pistola de la que carecía de licencia) y el rapero Sean Diddy Combs (acusado de disparar a un productor frente a cien testigos).
El diario The New York Times, durante el juicio de Michael Jackson, describió a este abogado penalista como “sabio, con agallas, manipulador, elegante y encantador de jurados populares”. Brafman siempre suele ganar. En uno de los juicios comentó al jurado: “El fiscal quiere que ustedes crean su historia. Yo también quiero ser diez centímetros más alto. Pero ninguno de los dos se saldrá con la suya”. Es un tipo que cae bien. Le basta convencer, creer en su verdad, en su propia interpretación y exposición de los hechos y vender al jurado una historia verosímil. En el juicio actual luchará por desacreditar a la parte denunciante porque él considera que desprestigiar a la víctima puede convertirse, en ocasiones, en la mejor de las defensas. Será un cara a cara entre Brafman y el fiscal del distrito de Manhattan, Cyrus Vance Jr., uno de los letrados más brillantes de Estados Unidos, caracterizado por su denodada lucha contra el abuso infantil. Cada uno defenderá su verdad pero, a veces, la batalla legal puede resolverse en un duelo de formas y persuasión. Y en ese terreno, Brafman gana siempre. O casi siempre.
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1 comentario:
Son las características del típico abogado que va hasta las ultimas consecuencias, una labor personalmente que me parece compleja pues aveces resultamos ser los abogados del diablo.
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